jueves, 28 de diciembre de 2017

El orfebre

Una vez hubo un grupo de mujeres estudiando el libro de Malaquías en el Antiguo Testamento. Mientras estudiaban el capítulo tres se encontraron con el tercer versillo, que dice: “Se sentará como un refinador y purificador de plata”. Este versillo desconcertó a las mujeres y se preguntaron qué significaba esta afirmación acerca del carácter y la naturaleza de Dios. Una de las mujeres se ofreció a averiguar acerca del proceso de refinamiento de la plata y contarlo al grupo.
Esa semana la mujer llamó a un orfebre y pidió una cita para observarlo trabajar. No mencionó nada acerca de los motivos de su interés más allá de su curiosidad acerca del proceso de refinamiento de la plata. Mientras miraba al orfebre, éste sostenía una pieza de plata sobre el fuego y la dejaba calentar. Explicó que en el refinamiento de la plata, uno necesitaba sostener la plata en medio del fuego donde las llamas son más calientes como para hacer desaparecer todas las impurezas.
La mujer pensó en Dios sosteniéndonos en un punto tan caliente –luego pensó nuevamente en el versillo, que él se sienta como un refinador y purificador de la plata.
Le preguntó al orfebre si era cierto que él tenía que sentarse allí delante del fuego todo el tiempo que la plata era refinada.
El hombre le respondió que “Sí”, y explicó que no sólo se tenía que sentar allí sosteniendo la plata sino que además tenía que mantener su mirada sobre la plata todo el tiempo que estaba en el fuego. Si dejaba la plata en el fuego un momento demasiado largo, se dañaba.
La mujer se quedó en silencio. Luego le preguntó al orfebre:
- “¿Cómo sabes cuando la plata está completamente refinada?”
Él le sonrió y contestó:
- “Ah, eso es fácil. Cuando veo mi imagen en ella”.
Si hoy sientes el calor del fuego de este mundo, sólo recuerda que Dios tiene puestos sus ojos en ti.

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