jueves, 14 de diciembre de 2017

Las apariencias engañan

Moisés Mendelssohn, abuelo del compositor de la Marcha Nupcial, era un judío alemán de Hamburgo.  Podríamos decir que distaba mucho de ser guapo. Tenía una joroba muy pronunciada, por lo que se refugiaba en su trabajo y apenas llevaba vida social.  Un día fue con su padre a casa de unos amigos, unos mercaderes que tenían una hija, Frumtje, preciosa como una princesa.  Moisés se enamoró perdidamente de ella e intentó hablarle, pero ella lo rechazaba por su apariencia. Arisca, le cortaba secamente con monosílabos.
Cuando llegó el momento de despedirse, Moisés hizo acopio de su valor y subió las escaleras hasta donde estaba el cuarto de aquella hermosa joven, pero a Moisés le entristecía profundamente su negativa al mirarlo.
Después de varios intentos de conversar con ella, por fin Moisés se atrevió y preguntó:
— ¿Tú crees que Dios designa los matrimonios en el cielo?
Eso le interesó y le contestó:
— No lo sé. ¿Tú qué opinas?
— Yo creo que sí, dijo Moisés. Verás, en el cielo cada vez que un niño nace, el Señor anuncia con qué niña se va a casar, así que cuando yo iba a nacer, Dios me señaló una niña preciosa que tendría una joroba tremenda.
— Ay, Señor, le dije. Una niña con joroba sería terrible. Pásamela a mí y permite que ella sea hermosa. Y Dios me la pasó…
Un relámpago de emoción recorrió el cuerpo de Frujtje. De pronto, un hondo recuerdo la conmovió. “Esa joroba me tocaba a mí”, pensó. Y una oleada de amor y ternura le invadió el corazón. Se le acercó y lo abrazó. Se hicieron novios y fueron un matrimonio feliz.

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