miércoles, 27 de diciembre de 2017

El ladrón del Portal

Pedro Pablo Sacristán
Era ya noche en Judea, contaba un
niño pastor
cuando al pasar junto a un pueblo un bebé me sonrió.
No fue una sonrisa hueca, ni fue un gesto juguetón.
Tampoco mostraba queja aunque muy pobre nació.
Fue una sonrisa perfecta que… ¡estaba llena de Amor!
Pero al verlo tan humilde, durmiendo sobre un cajón,
me llegué a sentir muy triste. Y tan gran pena me dio
que, aprovechando un despiste, lo tomé como un ladrón
para llevarlo conmigo y poder darle algo mejor.
Cuando, al momento siguiente, su madre ya no lo vio
fue a buscarlo entre la gente, mas tampoco lo encontró.
Preocupada por su suerte casi moría de dolor
Y llorando dulcemente entre lágrimas cantó:
“¿Quién apagó las estrellas llevándose su color?
¿Quién nos ha dejado a oscuras robando a quien hizo el sol?
¿Quién prefiere andar perdido y no tener Salvador?
¿Quién se ha llevado a mi Niño? ¿Quién ha robado al Señor?”
Viendo que allí lo querían tan bien como lo haría yo,
aunque el miedo me vencía, tuve que hacer confesión:
“Yo me lo llevé un ratito, lo guardé en mi corazón,
para decirle bajito: Niño, te quiero un montón.”
La madre, con gran alivio, sonriendo respondió:
“Para hacer eso, cariño, no hay que secuestrar a Dios;
basta con que lo compartas con cuanta más gente, mejor.
Y que, allá donde tú vayas, hagas bien y des amor.”
Yo, que aún era pequeño, aprendí bien la lección.
Y desde entonces recuerdo que ese Niño, que era Dios,
No solo me amó primero, sino que me hizo mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario