lunes, 1 de enero de 2018

De jóvenes y menos jóvenes

Un joven universitario viajaba junto a un anciano, que iba rezando su rosario. El joven se atrevió a decirle:
- "¿Por qué en vez de rezar el rosario no se dedica a leer y a instruirse un poco más? Yo le puedo enviar algún libro para que se instruya".
El anciano le dijo:
- "Le agradecería que me enviara el libro a esta dirección".
Y le entregó su tarjeta, que decía: Luis Pasteur – Instituto de Ciencias de Paris.

Un joven me comentaba una tarde sobre sus sentimientos, sus proyectos, sus reflexiones, sus críticas, sus valores... Y me decía:
"Soy consciente de que mis raíces vienen de lejos, de que no soy más que un enano a hombros de gigantes. Pero, ¿nos queda a los jóvenes algo que hacer?"
Y él mismo respondía:
"Nos queda no decir amén, no dejar que nos maten el amor, recuperar el habla y la utopía, ser jóvenes sin prisa y con memoria, situarnos en una historia que es la nuestra, no convertirnos en viejos prematuros.
Nos queda respirar, abrir los ojos, descubrir las raíces del horror, inventar paz, entendernos con la naturaleza y con la lluvia y los relámpagos, y con el sentimiento y con la muerte, esa loca de atar y desatar.
También nos queda discutir con Dios, tanto si existe como si no existe, tender manos que ayudan, abrir puertas entre el corazón propio y el ajeno; sobre todo nos queda hacer futuro a pesar de los granujas del presente"...

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