martes, 31 de diciembre de 2019

Oración Fin de Año

Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro.
Al terminar este año quiero darte gracias por todo aquello que recibí de TI.
Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor,
por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.
Te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que pude realizar
y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.
Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé,
las amistades nuevas y los antiguos amores, los más cercanos a mí y los que estén más lejos,
los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar,
con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.
Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón, perdón por el tiempo perdido,
por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin entusiasmo.
También por la oración que poco a poco fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte.
Por todos mis olvidos, descuidos y silencios nuevamente te pido perdón.
Mañana iniciaremos un nuevo año y detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar
y te presento estos días que sólo TÚ sabes si llegaré a vivirlos.
Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.
Quiero vivir cada día con optimismo y bondad
llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz.
Cierra Tú mis oídos a toda falsedad
y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.
Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno,
que mi espíritu se llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso.
Cólmame de bondad y de alegría para que,
cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poquito de TI.
Danos un año feliz y enséñanos a repartir felicidad . Amén

Decir la verdad


En cierta tribu, para llegar a ser adultos, los jóvenes debían pasar diferentes pruebas. A uno de ellos, el día señalado, los ancianos le pidieron que fuera a la selva él solo, sin alimentos ni agua ni armas, y encontrara a cuatro animales: una serpiente pitón, un rinoceronte, un león y un elefante. Le dijeron:
- Tienes que mirarlos de frente a los ojos, quedarte quieto y cerciorarte de que ellos te ven. Después vuelves y nos informas.
Partió el jovencito y fue en busca de los leones, pues sabía dónde se encontraban. Vio a un león a cierta distancia y, a pesar de sudar de miedo, esperó. El león descubrió al joven, se miraron el uno al otro y, finalmente, el león bajó la cabeza y se fue lentamente. Había superado la primera prueba.
Después se fue en busca del rinoceronte, que son animales peligrosos, sobre todo, cuando se asustan. El chico sabía donde abrevaban y se fue a esperarlos. Se subió a un árbol a esperar. Un rinoceronte se acercó a beber, lo vio y se lanzó dos veces contra el árbol, pero el árbol aguantó. Se miraron mutuamente y sólo tuvo que esperar a que bebiera agua y se marchara.
Después se encaminó a la parte más espesa de la jungla y encontró una serpiente pitón enrollada en un árbol. Él la miró y la gran serpiente comenzó a desenroncarse del árbol. Una vez que estuvo en el suelo, la serpiente miró al muchacho y el muchacho salió disparado corriendo, pero contento de haber superado la tercera prueba.
Sólo faltaba el ver a los elefantes, que son animales pacíficos y que no atacan a los humanos, a menos que no sean amenazados. Llegó a donde sabía que se encontraban, siguió la pista, pero no pudo encontrar ninguno. ¿Dónde podrían estar? Estaba cansado, sediento y hambriento después de dos días y hasta se sentía mareado de debilidad; quería beber agua de la fuente, pero se reprimió y no lo hizo. Después de caminar varias horas, ya no pudo más y se rindió. Empezó a llorar y retornó al pueblo. Informó a los ancianos que no había comido ni bebido y que había superado bien las tres primeras pruebas, pero que había fracasado, porque no había encontrado a los elefantes. Entonces, un anciano lo tomó del brazo, lo abrazó y le dijo:
- No has fracasado. No pudiste encontrar al elefante, porque nosotros los hicimos huir en estampida la mañana que partiste. La prueba no consistía simplemente en ver y ser visto por los animales salvajes, sino en saber si dirías o no la verdad. Tú lo has hecho. Bienvenido a casa. Ahora eres un hijo de la tribu.

lunes, 30 de diciembre de 2019

Bendición de la familia

¡Dios mío!, bendice mi casa, para que sea el hogar del amor y la paz.
Bendice, la puerta abierta como dos brazos extendidos
que dan la bienvenida a mis invitados.
Bendice, las ventanas que dejan entrar el sol a raudales cada mañana,
y por donde se asoman las estrellas del firmamento,
que son luces de esperanza para la humanidad.
Bendice, los muros que nos defienden del viento, del frío, del calor,
y que son nuestros amigos en las horas que pasamos en la casa.
Bendice, nuestra mesa, y los sitios de trabajo diario para que nos ayudes,
y el lugar de reposo para que nos guardes del peligro.
Bendice, el techo que cobija los afanes de hoy,
y los sueños de mañana, y que guarda para siempre entre los vivos,
la memoria sagrada de los que se han ido al cielo.
Bendice, la luz de la casa, la madre, la fuerza, y el aliento.....
el padre, y que sean benditos los hijos,
luz de esperanza, y de sueños futuros.
Bendice, los sentimientos, las ternuras, el amor,
los anhelos que florecerán en nuestras vidas cotidianas.
Bendice, nuestros pensamientos para que siempre sean puros,
y las palabras para que sean rectas,
y que nuestros actos en la tierra nos conduzcan a TÍ.
Bendice nuestras horas de paz y de silencio,
para que fortalezcamos juntos nuestro espíritu,
y este nos lleve puros hacia TÍ.
Bendice, nuestros dolores más profundos,
y nuestras alegrías porque son el corazón de la familia.
¡SEÑOR!, QUÉDATE SIEMPRE CON NOSOTROS...
EN TU MORADA... EN NUESTRA CASA!

La leyenda de las arañas de Navidad


Hubo una vez hace mucho, mucho tiempo, un hogar alemán en el que la madre se afanaba en limpiar la casa para celebrar el día más maravilloso del año.
Era el día en el que nacía Jesús, el día de la Navidad. Ella limpiaba y limpiaba para que todo estuviera impecable y reluciente. Incluso limpió esos rincones donde en muchas ocasiones al hacer mucho tiempo que no se limpia suelen aparecer minúsculas telas de araña. Las pequeñas arañas, viendo sus telas destruidas, huyeron y subieron a algún rincón del ático.
En esa casa colocaron y decoraron con mucho detalle y alegría el árbol, y la madre se quedó junto a la chimenea, esperando que sus hijos bajaran de sus habitaciones. Sin embargo, las arañas, que habían sido desterradas tras la ardua limpieza de la madre, estaban desesperadas porque no iban a poder estar presentes en la mañana de Navidad. La araña más vieja y sabia sugirió que podían ver la escena a través de una pequeña rendija en el vestíbulo.
Silenciosamente, salieron del ático, bajaron las escaleras y se escondieron en la pequeña grieta que había en el vestíbulo. De repente la puerta se abrió y las arañas asustadas corrieron por toda la habitación. Se escondieron en el árbol de Navidad y se arrastraron de rama en rama, subiendo y bajando, buscando esconderse en las decoraciones más bonitas.
Cuando Santa Claus bajó por la chimenea aquella noche y se acercó al árbol, se dio cuenta con espanto que estaba lleno de arañas. Santa Claus sintió lástima de las pequeñas arañas, porque son criaturas de Dios, sin embargo pensó que la dueña de la casa no pensaría lo mismo que él.
De inmediato, con un toque de magia, golpeó un poco el árbol y convirtió a las arañas en largas tiras brillantes y luminosas.
Desde entonces, en Alemania, todos los años, los abuelos les cuentan a sus nietos la leyenda de las Arañas de Navidad, y colocan con ellos las guirnaldas brillantes de colores en el árbol.
Y cuenta la tradición que siempre hay que incluir una araña en medio de cada decoración.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Acércate a Belén

Acércate a Belén a escuchar ese evangelio
que se te anuncia también a ti, esa buena y gran noticia
que cada ser humano puede repetir con asombro:
"Nos ha nacido un Salvador". Es Dios quien te lo dice,
para que no lo dudes. Te lo dice y te da pruebas.
Acércate a Belén a escuchar, para que esa música,
que fue la banda sonora de la vida de Jesús,
vaya haciéndose también la banda sonora de tu vida,
y te dé alegría y paz, y te sepa llevar a donde fue él.
Acércate a Belén a dejarte querer,
a aceptar que estén dirigidas también a ti las palabras
que oyeron los pastores: "Paz a los hombres a quien ama el Señor".
Siéntete envuelto en esa complacencia de Dios;
experimenta la alegría de caerle bien, de ser objeto de su amor gratuito.
Acércate a Belén a recibir esa gran alegría
que es para todo el pueblo:
imagina tu vida como comunicación y contagio
de ese gozo destinado a llegar a todos.
Siente sobre ti la fuerza del Espíritu
que te envía a dar la Buena Noticia a los pobres.
Acércate a Belén a mirar y a asombrarte,
a transformar la imagen que tienes de Dios: "Dios es ese niño”.
La comunicación de Dios “se ha hecho debilidad humana
y ha plantado su tienda entre nosotros".
Acércate a Belén a tocar la debilidad de Dios,
a experimentar cómo, en medio de un mundo tenso, hostil, cerrado,
él hace presente su ternura, su accesibilidad total,
en el cuerpo de un niño que se pone en nuestras manos.
Hazte consciente de que cada vez que tocas tu propia debilidad
o la de tus hermanos estás aprendiendo a tocar la debilidad de Dios.

La leyenda de las arañas de Navidad


Hubo una vez hace mucho, mucho tiempo, un hogar alemán en el que la madre se afanaba en limpiar la casa para celebrar el día más maravilloso del año.
Era el día en el que nacía Jesús, el día de la Navidad. Ella limpiaba y limpiaba para que todo estuviera impecable y reluciente. Incluso limpió esos rincones donde en muchas ocasiones al hacer mucho tiempo que no se limpia suelen aparecer minúsculas telas de araña. Las pequeñas arañas, viendo sus telas destruidas, huyeron y subieron a algún rincón del ático.
En esa casa colocaron y decoraron con mucho detalle y alegría el árbol, y la madre se quedó junto a la chimenea, esperando que sus hijos bajaran de sus habitaciones. Sin embargo, las arañas, que habían sido desterradas tras la ardua limpieza de la madre, estaban desesperadas porque no iban a poder estar presentes en la mañana de Navidad. La araña más vieja y sabia sugirió que podían ver la escena a través de una pequeña rendija en el vestíbulo.
Silenciosamente, salieron del ático, bajaron las escaleras y se escondieron en la pequeña grieta que había en el vestíbulo. De repente la puerta se abrió y las arañas asustadas corrieron por toda la habitación. Se escondieron en el árbol de Navidad y se arrastraron de rama en rama, subiendo y bajando, buscando esconderse en las decoraciones más bonitas.
Cuando Santa Claus bajó por la chimenea aquella noche y se acercó al árbol, se dio cuenta con espanto que estaba lleno de arañas. Santa Claus sintió lástima de las pequeñas arañas, porque son criaturas de Dios, sin embargo pensó que la dueña de la casa no pensaría lo mismo que él.
De inmediato, con un toque de magia, golpeó un poco el árbol y convirtió a las arañas en largas tiras brillantes y luminosas.
Desde entonces, en Alemania, todos los años, los abuelos les cuentan a sus nietos la leyenda de las Arañas de Navidad, y colocan con ellos las guirnaldas brillantes de colores en el árbol.
Y cuenta la tradición que siempre hay que incluir una araña en medio de cada decoración.

jueves, 26 de diciembre de 2019

Dame Señor, un corazón hecho pesebre

Dame Señor, un corazón que sea capaz de reconocerte en tu forma más frágil.
Dame Señor, un corazón que pueda abrazar tu lado más tierno.
Dame Señor, un corazón humilde que se haga pesebre.
Dame Señor, un corazón dispuesto, como el de aquella madre que supo decir SÍ.
Dame Señor, un corazón lleno de amor incondicional,
como el de aquel padre que todo lo hizo por su hijo.
Dame Señor, un corazón hecho pesebre para recibir al Niño que viene.
Y con su nacimiento, renovar mi esperanza.
Y con su nacimiento, fortalecer mi fe. Amén

La cuna de Dios


                   Papa Francisco Misa de Nochebuena 2019

No veas tus manos vacías, dijo el Papa, acoge la gracia, y lo dijo narrando una hermosa leyenda que cuenta que, cuando Jesús nació, los pastores corrían hacia la gruta llevando muchos regalos... Pero mientras todos los pastores se esforzaban, con generosidad, en llevar lo mejor, había uno que no tenía nada. Era muy pobre, no tenía nada que ofrecer. Y mientras los demás competían en presentar sus regalos, él se mantenía apartado, con vergüenza.
En un determinado momento, san José y la Virgen se vieron en dificultad para recibir todos los regalos, sobre todo María, que debía tener en brazos al Niño. Entonces, viendo a aquel pastor con las manos vacías, le pidió que se acercara. Y le puso a Jesús en sus manos.
El pastor, tomándolo, se dio cuenta de que había recibido lo que no se merecía, que tenía entre sus brazos el regalo más grande de la historia. Se miró las manos, y esas manos que le parecían siempre vacías se habían convertido en la cuna de Dios. Se sintió amado y, superando la vergüenza, comenzó a mostrar a Jesús a los otros, porque no podía sólo quedarse para él el regalo de los regalos.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Oración a Jesús en el Pesebre

Desde el pesebre de Navidad nace una esperanza nueva.
En la sonrisa de un Dios que es niñose asoma, frágil, la luz del Reino.
Un niño Dios que necesita cuidados, caricias, atención.
Una esperanza nueva que crecerá con el esfuerzo de todos.
Una madre atenta, dispuesta para lo que Dios pide,
que no vacila en decir sí y entregar la vida entera.
La Madre, del Señor y Madre nuestra.
María de Nazareth, camino que conduce al Padre.
Dios que nace en un pesebre, olvidado, a la intemperie.
Recordándonos su presencia entre los pobres que sufren.
Navidad, el signo de un Dios que se hace pobre
para llamar al Reino desde los olvidados del mundo.
¡Alégraos, pastores, campesinos, obreros de todo tiempo!
Llegó la Buena Noticia, que empiece la Fiesta, en medio del pueblo.
La liberación esperada ha dejado de ser sueño.
Empezó a ser realidad la semilla del mundo nuevo.
Cantemos con alegría, unamos voces y manos.
Vamos a ver al Dios vivo, festejemos su nacimiento.
Desde el pesebre de navidad, un grito surge, de aliento,
Dios está con nosotros, marchemos a su encuentro.
El Dios que nace es un niño necesitado y pequeño,
que requiere nuestra entrega para hacer crecer el Reino.
Navidad, como María, contemplar desde el silencio,
el misterio de Dios hombre, que nos convoca a cambiar,
a vivir para los otros, a construir en el mundo
el inmenso sacramento de la presencia de Dios
que nos contagia su aliento.
Un Dios que llega a los hombres que se hace hermano nuestro.
Amén

El burrito de Belén


Había una vez un burro que no tenía más que piel y huesos. Sus anteriores amos nunca le habían tratado bien, pero ahora que le habían comprado para llevar a una joven pareja a Belén sentía que las cosas mejoraban. Sus nuevos amos le daban de comer, le abrevaban e incluso a veces le daban palmaditas. Comenzó a experimentar una sensación de paz y de alegría que venía de ese feliz matrimonio. Aunque no podía explicarlo, sentía que no eran un matrimonio corriente:
«Puede que no sea más que un burro», pensaba para sí mismo, «pero estoy seguro de que hay algo muy diferente en estos dos que hace que no sean seres humanos corrientes».
Al llegar a Belén, como no encontraron sitio en ninguna posada tuvieron que refugiarse en un viejo establo maloliente. Pero incluso allí no fueron bien recibidos. Los animales que ya vivían en el lugar se mostraron  antipáticos con el burrito, burlándose de su aspecto.
El niño nació alrededor de la medianoche, y muy poco después llegó una multitud de pastores de los campos vecinos, que comenzaron a hacer reverencias al recién nacido, tratándole como si fuera un rey. Los demás animales se enfadaron mucho, diciendo que aquella familia no era más que un grupo de mendigos, que no tenían otra cosa mejor que ese estúpido burrito.
El borrico, molesto por sus comentarios, decidió sumar su voz a la de aquellos pastores, rebuznando lo mejor que supo:
«¡Hosanna! ¡Bienvenido, Señor! Yo sé que tú eres esas cosas y mucho más».
«No seas estúpido», le cortó un perro, «¿cómo es posible que un bebé como ése sea el Cristo? ¡Ni siquiera tiene una ropa decorosa!»
«Porque es verdad, replicó el borrico. Estoy seguro. Lo siento en mis huesos. Sé que este niño es nuestro salvador. Sencillamente lo sé. ¡Lo sé! ¡Lo sé!»
Pasó el tiempo, pero el burrito siempre recordaba aquella noche. Treinta años después, alguien vino al establo donde vivía por entonces, le desató, y se lo llevó. Después de un rato, llegaron a la entrada de Jerusalén, que estaba concurrida por una gran muchedumbre. Una vez allí, Jesús subió encima de él, mientras la multitud lo aclamaba dando vítores y agitando ramos de palmera:
«¡Hosanna! ¡Dios bendiga al rey que viene en nombre del Señor!»
Varios animales testigos de esta escena miraban con envidia al estúpido borriquillo que parecía haberse convertido en el centro de atención:
«¿Por qué nuestro salvador y rey ha escogido montar un burrito?, se preguntaron un caballo a otro. ¿No somos nosotros mucho más inteligentes, más respetables y honorables que ese ridículo animal?»
El burro seguía avanzando, feliz de llevar a su precioso viajero. A cada paso asentía con la cabeza, como mostrando su acuerdo con todo lo que gritaban. Y continuamente se repetía para sus adentros: «¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía!»

martes, 24 de diciembre de 2019

Oración ante el Belén

Quisiera ser estrella y guiar a los hombres al encuentro con Jesús.
Quisiera ser un ángel, para anunciar el nacimiento del Niño en Belén.
Quisiera ser pastor para acercarme el primero y adorar al Señor.
Quisiera ser Rey Mago, llevar oro para Aquel que es Rey,
incienso para Aquel que es Dios y mirra para Aquel que es hombre.
Quisiera ser buey y mula y ofrecer a todo el que lo necesite,
el mismo calor, que a Cristo quiero dar.
Quisiera ser José para mirar y acompañar al Dios Emanuel.
Quisiera ser cuna de Jesús para, como María,
mirarle, contemplarle, cuidarle.
Hacer de El, el centro de mi vida. Amén.

Invitado en el portal de Belén


La Navidad es una época de celebración en la que los sueños se hacen realidad y los milagros ocurren. No tienen por qué ser grandes cosas, simplemente algo que nos haga más felices y nos recuerde que el espíritu navideño está con nosotros. Es momento de reuniones familiares, de ilusión… La Navidad es realmente un momento mágico lleno de luces, abetos y belenes que celebran el nacimiento del Niño en Belén.
Y tan mágico… En 2008, en la ciudad brasileña de Criciuma hicieron un Nacimiento a tamaño natural como todos los años, pero nunca habrían imaginado lo que ocurriría en él.
Cuando se acercaron a verlo, se dieron cuenta de que había una figura extra en el portal. Justo al lado del niño Jesús había un cachorro de pastor alemán tranquilamente dormido. Muchos fueron los que no quisieron perderse la bonita escena y no dudaron en visitar el belén. Cada visitante quedaba más impresionado con la imagen, el cachorro allí acurrucado era tan adorable…
Un vecino de la ciudad adoptó a este precioso pastor alemán callejero, y le dio un nuevo hogar y mucho amor.
¡El milagro de la Navidad! Gracias a que se puso a dormir en el pesebre, este cachorro pasará unas navidades mucho más bonitas y en la mejor compañía.
Esta historia nos hace recordar que las Navidades no son igual de bonitas para todo el mundo. Es un momento en el que más que nunca apreciamos la compañía, el calor de la familia y los amigos, el tener un lugar seguro y acogedor en el que vivir, y el que seamos importantes para alguien…
Imaginar lo que debe ser pasar estas fechas tan significativas solo, sin un hogar, sin amor ni cariño. Por desgracia son muchos, no sólo animales, sino también personas que las pasan en estas condiciones.
Pero por suerte, este adorable pastor alemán encontró el amor de un familia cuando más lo necesitaba. Y es que ¡en Navidad los sueños se hace realidad!


lunes, 23 de diciembre de 2019

Canciones de la Virgen que espera la Navidad

                        J. L. Martín Descalzo 

CANCIÓN TERCERA
No sé qué dijo el Ángel  de un dolor y una cruz.
Sé que en la noche sangro temiendo que seas Tú.
Si yo he sido pobre, Tú lo serás más.
Porque Dios es pobre si es Dios de verdad.
Las mujeres con envidia contemplan mi gravidez
y no saben que soy madre más que de carne, de fe.
Cada noche miro al cielo y recuento las estrellas.
Falta una y yo lo sé. ¡Pero qué ganas de verla!
José me mira y me dice: ¿Cómo estás? ¿Cómo está Él?
Le respondo: Yo esperando y Él ardiendo a todo arder.
Antes de que Tú vinieras, yo vivía en oración.
Ahora ya ¿para qué, si somos uno los dos?
Cuando llevo hasta mi boca el tierno pan recién hecho,
me parece que comulgo la carne que llevo dentro.
Esclava soy, esclava fui,
pero mis cadenas yo no las rompí:
me las dieron rotas cuando nací.

CANCIÓN CUARTA
Cuando escucho cómo saltas de gozo dentro de mí,
pienso: ¿En un mundo tan triste le dejarán ser feliz?
¿Y Tú, pequeño mío, cómo vas a poder
liberar a este mundo que esclavo quiere ser?
Temo que no será fácil, mi amor,
que no será fácil ser salvador.
Con mi «sí» se abrió Dios mismo,
y con su «sí», mis entrañas,
y con un «sí» de los dos
se abrió el reino de las almas.
Lo creo y no me lo creo, no me lo puedo creer,
pues sé que Él es más que hombre siendo yo sólo mujer.
Si dicen que fe es no ver las cosas con la mirada,
yo sé que no he visto a nadie cuando Él llegó a mis entrañas.

Los miércoles milagro


                               J. L. Martín Descalzo

Aquella tarde a Gabriela -uno de los pequeños personajes de una novela de Gerard Bessiere- le preguntó su amigo Jacinto:
- ¿Qué has hecho hoy en la escuela?
- He hecho un milagro, respondió la niña.
- ¿Un milagro? ¿Cómo?
- Fue en el catecismo.
- ¿Y cómo hiciste el milagro?
- Tenemos como profesora a una señorita que está muy enferma. No puede hacer nada ella sola, sólo hablar y reír.
- ¿Y qué pasó?
- La señorita hablaba de los milagros de Jesús. Y los niños dijeron: No es verdad que haya milagros. Porque si los hubiera, Dios te hubiera curado a ti.
- Y ella, ¿qué dijo?
- Dijo: Sí, Dios hace también milagros para mi. Y los niños dijeron: ¿Qué milagro ha hecho?
- ¿Y entonces?
- Entonces ella dijo: Mi milagro sois vosotros. ¿Por qué?, le preguntamos. Y ella dijo: Porque me lleváis los miércoles a pasear, empujando mi carrito de ruedas.
¿Lo ves? Hacemos milagros todos los miércoles por la tarde. La señorita dijo también que habría muchos más milagros si la gente quisiera hacerlos.
- ¿Te gusta a ti hacer milagros?
- Si. Tengo ganas de hacer un montón. Primero pequeños. Cuando sea mayor voy a hacer milagros grandes.
- ¿Todos los miércoles?
- Quiero hacerlos todos los días, toda la vida.
- ¿No te parece que la vida es también un milagro?
- No -dijo Gabriela-. La vida es para hacer milagros.

Gabriela tiene razón, la vida es para hacer milagros, los miércoles, y los jueves, y los domingos. La vida no es para sentarse esperando que Dios resuelva nuestros problemas, sino para empezar a hacer ese milagro pequeñito que Él puso ya en, nuestras manos, el milagro de querernos y ayudarnos.
Y el milagro de amar pueden hacerlo todos, niños y grandes, pobres y ricos, sanos y enfermos. Fijaos bien, a una persona pueden privarle de todo menos de una cosa: de su capacidad de amar.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Viniste a este mundo, Jesús

                     Mari Patxi Ayerra

Y a nosotros nos gusta contar tu nacimiento
con figuritas, con musgo, con juguetes de niño,
para no tomarnos demasiado en serio tu venida.
Llegaste a este mundo porque vivíamos sin Dios
viniste a decirnos que así no merece la pena seguir viviendo,
que estamos poco contentos, que gastamos demasiada vida
en las pequeñeces domésticas, en los desencuentros relacionarles,
en tener razón o en razonar nuestra sinrazón.
A veces preferimos escuchar villancicos, canciones casi de cuna,
para no hacer silencio y dejar que nos susurres al oído tu Buena Noticia.
Para que no nos recuerdes que estamos salvados
si vivimos queriéndonos mucho, muchísimo a nosotros mismos,
tanto como nos quieres Tú y tienes un gran proyecto para cada uno.
Y no te queremos escuchar invitarnos a querer a los otros igual,
con todo el corazón, con toda nuestra capacidad de entrega,
de respeto, de empatía, de facilitarles el camino de la vida.
A veces preferimos ver tu foto de familia y enseñarte la nuestra,
para que no nos hables de otros hermanos, que están muy lejos,
que tienen una existencia demasiado complicada
que nos liarían la vida, si la entretejiéramos con la nuestra...
Y es que... ¡bastante tenemos nosotros con el trajín de cada día!
No queremos oírte que todavía te duelen más ellos que nosotros,
que tus preferidos son los pobres, y que te encantaría metérnoslos en el corazón,
para que juntos cambiáramos este mundo nuestro que no funciona,
en un espacio común en el que todos vivamos bien.
Viniste a este mundo, Jesús, no te vayas,
a ver si conseguimos de una vez por todas, vivir a tu manera.

No te olvides de lo principal


Cuenta la leyenda que una mujer pobre pasaba con un niño en brazos delante de una caverna y escuchó una voz misteriosa que le decía:
- Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal. Y recuerda que después que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo principal.
La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas, puso al niño en el suelo y empezó a juntar todo lo que podía en su delantal. La voz misteriosa habló nuevamente:
- Te quedan sólo cinco minutos.
Agotados los cinco minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, salió de la caverna y la puerta se cerró. De pronto se dio cuenta que el niño se había quedado dentro y la puerta se había cerrado para siempre.
La riqueza duró poco y la desesperación siempre.

sábado, 21 de diciembre de 2019

Canciones de la Virgen que espera la Navidad-1

 José Luis Martín Descalzo 

CANCIÓN PRIMERA
¡Y qué cortos y qué largos se hicieron los nueve meses!
Cortos para mi cabeza, para el corazón, muy breves.
Estaba dentro de mí y aunque a Él no le sentía,
sentía cómo mi sangre al rozarle sonreía.
Nadie notó en Nazaret lo que estaba sucediendo:
que teníamos dos cielos, uno arriba, otro creciendo.
¿Dios está en el cielo? ¿El cielo está en Dios?
y yo por los montes llevando a los dos.
Si estaba hecho de carne ¿era carne de cristal?
y yo pisaba con miedo, no se me fuera a quebrar.
Cuando yo respiraba respiraba Él;
cuando yo bebía, bebía también
el autor del aire, del agua y la sed.
¿Y cómo podría ser Dios tan sencillo
si dentro de mí pesaba
poco más que un cantarillo?
Yo acariciaba mi seno para tocarle,
porque Él estaba allí al tiempo que en todas partes
¡Qué envidia me tuvo el cielo durante los nueve meses!
Él albergó al Dios eterno. Yo tenía al Dios creciente.

CANCIÓN SEGUNDA
¡Qué fácil le fue todo al buen Gabriel!
Vino, dio su mensaje y se fue.
Se fue sin aclararme nada de nada,
y dejó mil preguntas en mis entrañas.
¿Y quién me las responde si miro al cielo?
¿Este Dios sordomudo que llevo dentro?
¡Qué fácil le fue todo al buen Gabriel!
Dijo que es Dios y es hombre,
dijo que es hijo y rey...
«y en lo demás, Señora, use la fe».
Las jugarretas de Dios
no hay nadie que las iguale:
Él es mi padre y mi hijo,
yo soy su hija y su madre.
Todos en la sinagoga clamaban por el Mesías
y a mí me crecía dentro y sólo yo lo sabía.
Si yo no hubiera podido engendrar sin ser mujer,
¿por qué los hombres desprecian
lo más que se puede ser?
Los niños de Nazaret corren y saltan conmigo:
son como abejas que buscan miel en el rosal florido.
Cuando yo me alimento, Dios de mi vida,
¿sostengo yo tu sangre o Tú la mía?
Cuando miro en la fuente el agua clara,
pienso que son tus ojos que se adelantan.

Cómo cambian los viejos


En una ocasión, un muchacho de 17 años se quejaba al gran escritor Mark Twain respecto de su padre. Le decía: 
- No nos entendemos, nos pasamos el día discutiendo. Es tan antiguo que no tiene ninguna sensibilidad para las cosas actuales. ¿Qué debo hacer? ¡Estoy decidido a marcharme de casa!
Mark Twain le contestó:
- Te comprendo perfectamente. Cuando yo tenía 17 años, también mi padre era así de conservador, no podía soportarlo. Debes tener un poco de paciencia con los viejos, son lentos para los cambios. Cuando tuve 27 años, mi padre ya había progresado mucho, se podía hablar con él de modo razonable. Y, actualmente, después de otros 10 años, no lo creerás; pero, cuando ya no sé qué hacer, voy y le pido un consejo a mi viejo padre. ¡Fíjate cómo pueden cambiar los viejos!

jueves, 19 de diciembre de 2019

Ave María

Ave María, ave.
Madre de la espera y mujer de la esperanza.
Madre de sonrisa y mujer de los silencios.
Madre de frontera y mujer apasionada.
Madre del descanso y mujer de los caminos.
Ave María, ave.
Madre del respiro y mujer de los desiertos.
Madre del ocaso y mujer de los recuerdos.
Madre del presente y mujer de los retornos.
Madre del amor y mujer de la ternura.
Ave María, ave.


Los zapatos y el campesino


Un estudiante salió a caminar con un maestro al que consideraba su amigo. De pronto, vieron en el camino un par de zapatos viejos y pensaron que eran de un anciano que trabajaba en el campo de al lado. El alumno le dijo al profesor:
- Hagámosle una broma; escondamos sus zapatos detrás de los arbustos para ver su cara.
Pero el maestro le dijo:
- No debemos divertirnos a costa de los pobres. Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos escondemos para ver su reacción.
Eso hizo y se ocultaron. El hombre pobre terminó de trabajar y fue por su abrigo y sus zapatos. Al ponerse el abrigo, metió su pie en un zapato, pero sintió algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró una moneda, sorprendido, se preguntó qué es lo que habría pasado. Miró a su alrededor y no veía a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato, donde encontró otra moneda.
Sus sentimientos lo hicieron caer de rodillas. Levantó la vista al cielo y comenzó a agradecer en voz alta. Habló de su esposa enferma y de sus hijos que no tenían pan, pero que ahora, gracias a una mano desconocida no morirían de hambre.
El estudiante comenzó a llorar y el maestro le preguntó:
- ¿No estás más complacido que si le hubiera hecho la broma?
El joven respondió:
- Me ha enseñado una lección que jamás olvidaré; ahora sé que es mejor dar que recibir.

martes, 17 de diciembre de 2019

Oración a Nuestra Señora de la Dulce Espera

¡Bendita seas María, Virgen y Madre, el Señor
te llenó de gracia y alegría en la Dulce espera de Jesús!
Te rogamos por los esposos que desean el don de un hijo,
ayúdalos en esta esperanza y a apoyarse en el camino de la vida.
Acuérdate de los que han abierto su corazón a la adopción,
mantenlos en la alegría de su generosidad.
También únete a quienes son padre y madre,
para que contigo den gracias a Dios
por su grandeza manifestada en el niño recién nacido.
Finalmente, acógenos a todos con el abrazo del Espíritu Santo,
para que mostremos al mundo que podemos vivir como hermanos,
porque todos somos Hijos de Dios. ¡Amén! ¡Qué así sea!

Un paseo por el cielo


Anoche soñé que estaba en el Cielo y que un ángel me hacía de guía para mostrarme las dependencias del cielo. Caminaba a través de un largo salón de trabajo lleno de ángeles.
Mi ángel guía se detuvo enfrente de la primera sección y dijo:
- Ésta es la sección de "Recibidos“. Aquí todas las peticiones hechas a Dios en oración son recibidas.
Miré alrededor del área, estaban extremadamente ocupados y eran tantos los ángeles clasificando peticiones de todas partes del mundo, que quedé impresionado.
Luego pasamos a través de un largo corredor hasta que llegamos a la segunda sección. El ángel me dijo entonces:
- Ésta es la sección de empaquetados y envíos. Aquí, las gracias y bendiciones que fueron solicitadas por las personas son procesadas y entregadas a aquellos seres vivos que las pidieron.
Noté cuán ocupados estaban allí también. Había muchísimos ángeles trabajando muy duro, eran muchas las bendiciones que eran enviadas a la tierra.
Finalmente, en el punto más lejano del corredor nos detuvimos en una puerta de una sección muy pequeña. Para mi sorpresa, había sólo un ángel sentado allí, y con muy poco que hacer;
- Ésta es la sección de “confirmación de recibo", me informó el ángel...
Parecía un poco apenado.
- ¿Cómo es que hay tan poco trabajo aquí?, le pregunté.
Muy triste, suspiró el ángel, y me dijo:
- Después de que las personas reciben las bendiciones y peticiones que solicitaron, muy pocos envían la confirmación de que las han recibido.
- ¿Y cómo se debe confirmar el recibo de una bendición?, le pregunté al ángel.
- Muy sencillo, me contestó, solo tienes que decir ¡¡¡GRACIAS, DIOS!!!

MORALEJA: Seamos agradecidos todos los días de nuestra vida. El Señor desea que tengamos un espíritu de gratitud en todo lo que hagamos y digamos y que reconozcamos las bendiciones del Señor. Cuando estamos agradecidos por lo que Él nos ha dado, por la vida, por los talentos y la familia, vivimos mejor. La felicidad y la gratitud se traducen en bondad a los demás y el deseo para dar a los demás lo que nosotros tenemos: generosidad y amor.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Todos estaban esperando

                    Poema para el Adviento por Francisco Vaquerizo

Todos estaban esperando.
Estaban esperando los caminos para sentir el peso del asno,
que traía a una Virgen a punto de ser Madre.
Estaban esperando los arroyos, las nubes de algodón,
los castillos de corcho, las montañas de musgo,
las lavanderas de barro, los molinos y los camellos del desierto
y los poetas y los músicos para ocupar su sitio en los belenes navideños.
Estaban esperando las campanas de todas las aldeas y ciudades
para echarse a los vientos y proclamar la nueva, dar la noticia
de que ya el Mesías se hallaba entre nosotros.
Estaban esperando las estrellas
para indicar el sitio donde se hallaba el Niño.
Y todas las muchachas de Israel
y las águilas imperiales del Senado romano
también estaban esperando.
Estaban esperando las legiones angélicas
para salir a proclamar al mundo la noticia
y derramar la paz sobre los hombres.
Y los pastores estaban esperando en su lenta velada de balidos
y lana humedecida por la lluvia y escarcha de todos los inviernos terrenales.
Estaban esperando los profetas y la voz del Bautista tronante en los desiertos.
Y José, el asombroso y asombrado José, almirante mayor de los caminos,
con la fe enarbolada como un faro antiniebla contra todas las dudas naturales.
Y María, la Virgen, la de los sueños claros, la de las noches plácidas,
la de los maternales rubores inviolados,
alzándose en el filo de los tiempos sobre el signo que Isaías a Acab había dado.
Estaban esperando todos. Todo y todos estaban esperando.
(Como tú y yo -nosotros- estamos esperando ahora,
en esta vigilia permanente, en este largo adviento que es la vida).

Hecho con amor


El santo Joneyed acudió a la Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle el barbero que le afeitará a él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitarlo. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo además fue darle una limosna a Joneyed.
Se quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que pudiera recoger aquel día. Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa de oro. Se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oro al barbero. Pero el barbero le gritó:
- ¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza pretender pagar un servicio hecho con amor?…

viernes, 13 de diciembre de 2019

A la Virgen de Guadalupe (12 de diciembre)

¡Oh Virgen Inmaculada!
Escucha la oración que te dirigimos y preséntala a tu Hijo Jesús.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestro pueblo.
Queremos ser totalmente tuyos
y fieles siempre a Jesucristo en su Iglesia.
Virgen de Guadalupe, bendice a nuestras familias.
Compadécete de nosotros y guíanos siempre a Jesús.
Y así, libres de todo mal, podremos llevar a los demás
la alegría y la paz que sólo pueden venir de tu Hijo Jesucristo.
Santa María de Guadalupe, Mística Rosa,
intercede por la Iglesia, protege al Papa,
oye a todos los que te invocan en sus necesidades.
Así como pudiste aparecer en el Tepeyac y decirnos:
"Soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios",
alcánzanos de tu Divino Hijo la conservación de la Fe.
Tú eres nuestra dulce esperanza en las amarguras de esta vida.
Danos un amor ardiente y la gracia de la perseverancia final.

El buscador de justicia


Había una vez un hombre que estaba tan apasionado por la justicia que la quería encontrar a toda costa. Estudió todo lo que se refería a ella. Preguntó a los mejores juristas y se fue a buscar la justicia a los más lejanos lugares del planeta, porque en su país no aparecía por ninguna parte, ya que todo era maldad e injusticia.
Cuando ya estaba decepcionado de la búsqueda a través del mundo, se detuvo en un bosque, como perdido, sin saber qué dirección tomar. Pero vio, de pronto, que había una casa en ruinas y se dirigió hacia ella. Se acercó y miró a través de las polvorientas ventanas y se sorprendió al ver dentro una gran luz. Era una luz muy brillante. Empujó suavemente la puerta y entró. Se encontró en un lugar muy extraño, una habitación llena de luz. Dio vueltas y descubrió que había varias habitaciones llenas de luces. Había estantes sin fin desde el suelo hasta el techo; y en los estantes había diminutas lámparas de aceite. Eran innumerables y ardían, unas con rapidez furiosa, otras lentamente. Miró bien y vio que las mechas estaban metidas en unos recipientes. La mayoría de ellos eran de barro o estaño, aunque había otros hechos de lata, bronce y oro. Las mechas eran cortas, pequeñas, gruesas o delgadas. El aceite era espeso. En algunas lámparas había mucho aceite, en otras sólo unas pocas gotas. Estaba fascinado por la luz y el completo silencio. El lugar era mucho más grande de lo que habría podido imaginar desde el exterior.
Y, mientras examinaba atentamente las lámparas, se dio cuenta de que a su lado había una figura alta, blanca, silenciosa, vestida de blanco, con un manto largo y suelto. Sintió un poco de miedo, pero la figura le sonrió y tomó confianza. Le preguntó:
- ¿Qué es esto?
- Es la casa de las lámparas de aceite. Cada lámpara es el alma de un ser humano. Todos los seres humanos vivos están aquí representados. Como ves, unos son fuertes y les quedan muchos años de vida como a estas lámparas que tienen mucho aceite todavía. Otros mueren pronto, ya les queda poco aceite. Y algunos mueren, mientras estamos hablando, pues se acabó su aceite.
El buscador de la justicia estaba silencioso, pero pensó cuál sería su lámpara y, por eso, preguntó:
- ¿Cuál es mi lámpara?
El anciano lo llevó a otra habitación y le mostró una lámpara en una vasija de barro a la que sólo quedaban unas dos gotas de aceite; su mecha estaba ya inclinada y tenía dificultades para sostenerse, lo que indicaba que le quedaba muy poco tiempo de vida.
Entonces, nuestro hombre se asustó. ¿Le quedaban pocos días de vida? ¿Sólo unas horas? Estaba realmente asustado. Había pasado su vida, buscando la justicia sin encontrarla, y ahora ya no había más tiempo disponible.
Miraba su lámpara a punto de apagarse y se fijó de pronto, en una vasija de bronce, exactamente al lado de la suya, que tenía una mecha fuerte y gruesa, con una gran cantidad de aceite como para vivir cien años. Entonces, se dio cuenta de que el anciano había desaparecido y estaba él solo, completamente solo. No había nadie, miró la habitación de al lado y tampoco había nadie. El anciano se había ido. Pensó: Y si... No, no podía. Pero miró otra vez y vio tanto aceite en la lámpara vecina que se dijo: Un poquito de aceite no le quitará nada y a mí me dará un respiro para poder seguir trabajando y haciendo el bien en el mundo. Serán solo unas gotitas. Volvió a mirar y no había nadie. Entonces, se atrevió, se acercó a la lámpara de bronce, la agarró con sus dos manos y la inclinó sobre la suya; pero, de pronto, apareció el anciano y lo agarró con fuerza, diciéndole:
- ¿Es ésta la clase de justicia que estabas buscando?
Lo había agarrado con tanta fuerza, que le había hecho daño y el brazo le dolía. En ese momento, todo se desvaneció, las luces y las lámparas desaparecieron. Estaba solo en el bosque y se quedó inmóvil pensando: ¿Cuánto tiempo de vida me queda? ¿Qué voy a hacer ahora? Y se repetía a sí mismo: ¿Es ésta la clase de justicia que andabas buscando? ¿Por qué no comienzo por mí mismo siendo justo, sincero, leal, honesto y honrado?
Y concluyó: Aunque me falten dos días de vida, viviré de la mejor manera, como si me faltaran cien años. No quiero fallarme a mí mismo ni a Dios

martes, 10 de diciembre de 2019

Carta de Dios al hombre y la mujer en Adviento

Querido hombre y mujer:
He escuchado tu grito de Adviento. Está delante de mí.
Tu grito, golpea continuamente a mi puerta.
Hoy quisiera hablar contigo para que repienses tu llamada.
Hoy te quiero decir: ¿Por qué Dios preguntas? ¿A qué Dios esperas?
¿Qué has salido a buscar y a ver en el desierto?
Escucha a tu Dios, mujer y hombre de Adviento:
"No llames a la puerta de un dios que no existe, de un dios que tú te imaginas...
Si esperas... ábrete a la sorpresa del Dios que viene y no del dios que tú te haces...
Tú, hombre y mujer, todos, tenéis siempre la misma tentación:
hacer un dios a vuestra imagen.
Yo os digo, yo Dios de vivos, soy un Dios más allá de vuestras invenciones.
Vosotros salís a ver dónde está Dios... Os dicen: "aquí está” pero no lo veis,
y os sentís desanimados porque Dios no está donde os han dicho...
Y Dios está vivo. Pero vosotros no tenéis mentalidad de Reino:
no descubrís a Dios en lo sencillo.
Os parece que lo sencillo es demasiado poco para que allí esté Dios.
Sabedlo: Yo, el Señor Dios, estoy en lo sencillo y pequeño...
Hombre y mujer de hoy y de siempre:
deja espacio a tu Dios dentro de tu corazón.
Sólo puedo nacer y crecer donde mi palabra es acogida.
Qué tranquilo te quedas, haciendo -lo que hay que hacer-
porque -haciendo las cosas de siempre- evitas la novedad del Evangelio.
Pero yo te digo que tu corazón queda cerrado,
y tus ojos incapaces de ver el camino por donde yo llego.
No te defiendas como haces siempre. No te escondas bajo ritos vacíos.
Hombre y mujer, si me esperas, deja de hacerme tú el camino
y ponte en el camino que yo te señalo por boca de los profetas.
Abre el corazón a mi Palabra. Yo, tu Dios, te hablo

Los fantasmas de tu mente


El campesino de este cuento era muy supersticioso. Creía en demonios, en fantasmas y brujerías. Ese año, sus cosechas habían ido bien y un vecino, envidioso porque no había tenido tan buenos resultados, le echó una maldición.
- Ten cuidado, porque el fantasma de mi abuelo se te va a aparecer cada noche, y tiene un genio atroz, le advirtió.
Tal como se lo había advertido, el campesino comenzó a ver, noche tras noche, un espectro en su habitación. Creyó enloquecer, y decidió ir al monasterio a ver al lama para contarle lo que le sucedía. El lama, después de escucharle, sacó de un arcón una fotografía ajada, con la imagen de un anciano.
- Mira bien esta fotografía. Es de mi abuelo. Era el hombre más feroz que puedas imaginarte, y su fantasma también lo es. Voy a hacer un encantamiento para que el fantasma de mi abuelo te proteja cada noche. Así que si ves que viene a molestarte el fantasma del abuelo de tu vecino, tú le echas el fantasma de mi abuelo para que te proteja. Seguro que lo destrozará.
Esa noche apareció el fantasma que atormentaba al campesino. Tal como le había dicho el lama, le lanzó el fantasma de su abuelo. Hubo una lucha encarnizada en la oscuridad de la habitación. Ganó el fantasma del abuelo del lama, y el otro fantasma juró que nunca más volvería a molestar. El campesino, agradecido, le llevó unos obsequios al lama.
El lama le pidió que durante los próximos meses se dedicara a la meditación para pacificar su alma, y que volviera seis meses después.
El campesino meditó todos los días. Llegó a tener una mente tranquila y sosegada, y su vida discurrió con cierta felicidad. Al término de los seis meses, regresó a ver al lama, ya mucho más tranquilo y sosegado.
- Ahora que has encontrado la paz interior -dijo el lama-,es tiempo de que te diga la verdad: nunca conocí a mi abuelo. De hecho, la foto que te mostré estaba en ese baúl cuando llegué a este monasterio.
- ¿Y por qué me has contado esa historia?
- Porque cuando viniste a mí, sólo podías vencer a tu fantasma imaginario con otro fantasma. En ese momento, lo único que podía hacer era darte un fantasma imaginario. Pero ahora, gracias a la meditación, puedo ver que ya has madurado, y puedo decirte la verdad acerca del fantasma. No dejes de meditar ni un solo día si no quieres que regresen los fantasmas que habitaban en tu mente.

domingo, 8 de diciembre de 2019

A la Inmaculada Concepción

                    Isidro Lozano

Señor, en esta fiesta de la Inmaculada,
rezamos desde el fondo del corazón y de la historia.
Gracias, Padre, gracias de todo corazón,
gracias por santa María, la madre de Jesús
y madre nuestra en la fe, en el amor y en la esperanza.
Gracias porque la quisiste tanto
que la rodeaste con tu cariño y tu poder,
haciendo a nuestra Madre capaz de una obediencia decidida
a tu palabra, a tus propuestas, siempre, hasta la muerte.
Gracias, Padre, por todo lo que amó María:
por lo mucho que a ti te quiso y te sirvió,
por lo mucho que quiso a Jesús y a José,
por lo mucho que nos quiere a todos y cada uno de nosotros.
Gracias, en María, por todos los que viven su matrimonio sirviéndote
y colaborando en tu pueblo y en tu comunidad;
Gracias, en María, por los religiosos
que han especializado su amor
en la entrega y el servicio a los más necesitados.
Gracias, en María, por los jóvenes,
capaces del amor y de la entrega más generosa.
Gracias de todo corazón, Padre,
por santa María, por cada uno de nosotros,
por todos los que queremos vivir como hijos de María,
nuestra madre Inmaculada.

Preguntas imposibles


Érase una vez un monje que se acercó a Buda y le preguntó:
- ¿Las almas de los justos viven después de la muerte?
Buda no le contestó. El monje siguió insistiendo día tras día y Buda callaba.
El monje amenazó con dejar el monasterio, pues de qué servía sacrificarlo todo si las almas morían igual que los cuerpos.
Entonces Buda sintió compasión y habló:
- Eres como un hombre que está muriendo de una flecha envenenada. Su familia lo llevó al hospital pero el moribundo se negó a que le sacaran la flecha si no le contestaban antes a tres preguntas: El hombre que le disparó ¿era blanco o negro?, ¿era alto o bajo?, ¿era de una casta alta o era de una clase social baja?

sábado, 7 de diciembre de 2019

Hágase en mi


        Ain Karem

HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA
HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU SUEÑO
HÁGASE EN MÍ SEGÚN TÚ QUIERAS
HÁGASE EN MÍ TU AMOR
En la luz o en la tiniebla, en el gozo o el dolor
En certezas o entre dudas, ¡hágase!, Señor.
En la riqueza o la nada, en la guerra o en la paz
En la fiesta o en el duelo. ¡Hágase!, Señor.
Envuelta en miedo sosiego, en silencio con tu voz
En risas o entre sollozos. ¡Hágase!, Señor.
En la muerte o en la vida, en salud o enfermedad
Frágil o fortalecida. ¡Hágase!, Señor.

Los tres filtros


En la antigua Grecia Sócrates tenía una gran reputación de sabiduría. Un día vino alguien a encontrarse con el gran filósofo, y le dijo:
– ¿Sabes lo que acabo de oír sobre tu amigo?
– Un momento, –respondió Sócrates– antes de que me lo cuentes, me gustaría hacerte una prueba, la de los tres filtros.
– ¿Los tres filtros?
– Sí, -continuó Sócrates– antes de contar cualquier cosa sobre los otros, es bueno dedicar tiempo a filtrar lo que se quiere decir. Lo llamo el test de los tres filtros. El primer filtro es la verdad. ¿Has comprobado si lo que me vas a decir es verdad?
– No, sólo lo escuché.
– Muy bien. Así que no sabes si es verdad. Continuamos con el segundo filtro, el de la bondad. Lo que quieres decirme sobre mi amigo, ¿es algo bueno?
– ¡Ah, no! Por el contrario.
– Entonces, -cuestionó Sócrates– quieres contarme cosas malas acerca de él y ni siquiera estás seguro de que sean verdaderas. Tal vez aún puedes pasar la prueba del tercer filtro, el de la utilidad. ¿Es útil que yo sepa lo que me vas a decir de este amigo?
– No, en serio.
– Entonces, -concluyó Sócrates– lo que ibas contarme no es ni cierto, ni bueno, ni útil; ¿por qué querías decírmelo?
Mejoremos nuestra vida y sociedad. Un fuerte abrazo

Los tres filtros


En la antigua Grecia, Sócrates tenía una gran reputación de sabiduría. Un día vino alguien a encontrarse con el gran filósofo, y le dijo:
– ¿Sabes lo que acabo de oír sobre tu amigo?
– Un momento, –respondió Sócrates– antes de que me lo cuentes, me gustaría hacerte una prueba, la de los tres filtros.
– ¿Los tres filtros?
– Sí, -continuó Sócrates– antes de contar cualquier cosa sobre los otros, es bueno dedicar tiempo a filtrar lo que se quiere decir. Lo llamo el test de los tres filtros. El primer filtro es la verdad. ¿Has comprobado si lo que me vas a decir es verdad?
– No, sólo lo escuché.
– Muy bien. Así que no sabes si es verdad. Continuamos con el segundo filtro, el de la bondad. Lo que quieres decirme sobre mi amigo, ¿es algo bueno?
– ¡Ah, no! Por el contrario.
– Entonces, -cuestionó Sócrates– quieres contarme cosas malas acerca de él y ni siquiera estás seguro de que sean verdaderas. Tal vez aún puedes pasar la prueba del tercer filtro, el de la utilidad. ¿Es útil que yo sepa lo que me vas a decir de este amigo?
– No, en serio.
– Entonces, -concluyó Sócrates– lo que ibas contarme no es ni cierto, ni bueno, ni útil; ¿por qué querías decírmelo?
Mejoremos nuestra vida y sociedad. Un fuerte abrazo