lunes, 16 de diciembre de 2019

Todos estaban esperando

                    Poema para el Adviento por Francisco Vaquerizo

Todos estaban esperando.
Estaban esperando los caminos para sentir el peso del asno,
que traía a una Virgen a punto de ser Madre.
Estaban esperando los arroyos, las nubes de algodón,
los castillos de corcho, las montañas de musgo,
las lavanderas de barro, los molinos y los camellos del desierto
y los poetas y los músicos para ocupar su sitio en los belenes navideños.
Estaban esperando las campanas de todas las aldeas y ciudades
para echarse a los vientos y proclamar la nueva, dar la noticia
de que ya el Mesías se hallaba entre nosotros.
Estaban esperando las estrellas
para indicar el sitio donde se hallaba el Niño.
Y todas las muchachas de Israel
y las águilas imperiales del Senado romano
también estaban esperando.
Estaban esperando las legiones angélicas
para salir a proclamar al mundo la noticia
y derramar la paz sobre los hombres.
Y los pastores estaban esperando en su lenta velada de balidos
y lana humedecida por la lluvia y escarcha de todos los inviernos terrenales.
Estaban esperando los profetas y la voz del Bautista tronante en los desiertos.
Y José, el asombroso y asombrado José, almirante mayor de los caminos,
con la fe enarbolada como un faro antiniebla contra todas las dudas naturales.
Y María, la Virgen, la de los sueños claros, la de las noches plácidas,
la de los maternales rubores inviolados,
alzándose en el filo de los tiempos sobre el signo que Isaías a Acab había dado.
Estaban esperando todos. Todo y todos estaban esperando.
(Como tú y yo -nosotros- estamos esperando ahora,
en esta vigilia permanente, en este largo adviento que es la vida).

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