Un ángel del cielo quería ayudar a los hombres a ser felices
y pensó que Dios no estaba llevando las cosas bien. Por eso, le pidió que le dejara
durante un año el gobierno del mundo para poder modificar las cosas y hacer un
mundo feliz. Los otros ángeles estaban consternados por tanta audacia, pero Dios,
que es humilde y paciente, le concedió lo que pedía.
Como sólo tenía un año de tiempo, comenzó rápidamente a poner
las cosas en orden. Quería que fuera un año de mucha alegría y tranquilidad para
todos. Y consiguió que no se oyeran lamentos. Nunca en la historia del mundo había
habido tanta abundancia de todo. Los campos estaban llenos de frutos y cosechas.
Parecía un paraíso terrenal y el ángel estaba orgulloso de su trabajo.
Al terminar el año previsto, regresó al cielo, contándoles
a todos lo bien que había hecho todo y que todos estaban felices en la tierra.
Pero, al comenzar el nuevo año, comenzaron los lamentos y la
desesperación de la gente. El ángel pensó que debería seguir gobernando al mundo,
pues empezó a creer que era indispensable. Pero se preguntó: ¿Por qué las cosas
ahora no funcionan? Y, vestido de peregrino, bajó a la tierra, viajando de un
lugar a otro para ver qué pasaba. El grano que usaban para la harina y el pan que
comían no tenía sustancia, no se podía comer y era amargo. La gente se moría de
hambre y estaba desesperada, pensando que Dios les había dado un año de falsas
bendiciones.
El ángel fue a quejarse ante Dios, pero Dios le dijo:
- Mi querido aprendiz, debes aprender una verdad demasiado
profunda para que puedas comprenderla fácilmente. La tierra debe ser azotada por
los vientos y las tempestades para que las plantas se hagan fuertes y tengan la
suficiente agua para crecer. Pero tú quisiste un año sin nubes y con buen tiempo
todos los días y eso hizo que las cosechas fueran abundantes, pero con frutos sin
sustancia y sin sabor. Hacían falta las tempestades para que cayera la lluvia y
los campos se fertilizaran.
Pues bien, eso mismo hace falta en la vida de los hombres. El
dolor y los problemas de la vida son necesarios para fortalecer el alma. Una
persona, que nunca ha sufrido, no sabe lo que es el verdadero amor, pues amar es
dar la vida por los demás, amar es servir y ayudar, es compartir y agradecer.
Amar, en una palabra, es vivir para los demás, superando los vicios y las
tentaciones como una planta que es zarandeada por el viento y regada por la lluvia
de la tempestad.
Hijo mío, aprende a luchar y a trabajar, porque
sin esfuerzo ni sacrificio, no hay nada grande en la vida. Acepta a los demás
como son y trata de hacerlos felices en todo momento.
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