domingo, 31 de diciembre de 2023

Acción de gracias

No se nos puede olvidar, aprovechar este último día del año para dar gracias a Dios por todo lo que nos ha dado:
Gracias Padre, que nos amaste tanto que nos diste a tu Hijo.
Señor, te damos gracias.
Gracias Jesús por haberte hecho niño para salvarnos.
Señor, te damos gracias.
Gracias Jesús, por haber traído al mundo el amor de Dios.
Señor, te damos gracias.
Señor Jesús, Tú viniste a decirnos que Dios nos ama y que nosotros debemos amar a los demás.
Señor, te damos gracias.
Señor Jesús, Tú viniste a decirnos que da más alegría el dar que el recibir,
Señor, te damos gracias.
Señor Jesús, Tú viniste a decirnos que lo que hacemos a los demás te lo hacemos a Ti.
Señor, te damos gracias.
Gracias María, por haber aceptado ser la Madre de Jesús.
María, te damos gracias.
Gracias San José, por cuidar de Jesús y María.
San José, te damos gracias.
Gracias Padre por esta Noche de Paz, Noche de Amor, que Tú nos has regalado al darnos a tu Hijo, te pedimos que nos bendigas, que bendigas a nuestras familias y a todas las personas que forman parte de mi vida. Amén.

Cuento de Navidad

Frei Betto, A Comunidad de fe. Catecismo popular, Sao Paulo

Era la noche de Navidad. Un ángel se apareció a una familia rica y le dijo a la dueña de la casa:
- Te traigo una buena noticia: esta noche el Señor Jesús vendrá a visitarte a tu casa.
La señora quedó entusiasmada: Nunca había creído posible que en su casa sucediese este milagro. Trató de preparar una cena excelente para recibir a Jesús. Encargó pollos, conservas y vino de lo mejor.
De repente sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, de rostro sufrido, con el vientre hinchado por un embarazo muy adelantado.
- Señora, ¿no tendría algún trabajo para darme? Estoy embarazada y tengo mucha necesidad del trabajo.
- Pero ¿esta es hora de molestar? Vuelva otro día, respondió la dueña de la casa. Ahora estoy ocupada con la cena para una importante visita.
Poco después, un hombre, sucio de grasa, llamó a la puerta.
- Señora, mi camión se ha averiado aquí en la esquina. ¿Por casualidad no tendría usted una caja de herramientas que me pueda prestar?
La señora, ocupada como estaba limpiando los vasos de cristal y los platos de porcelana, se irritó mucho:
- ¿Usted piensa que mi casa es un taller mecánico? ¿Dónde se ha visto importunar a la gente así? Por favor, no ensucie mi entrada con esos pies inmundos.
La señora siguió preparando la cena: abrió latas de caviar, puso champán en el refrigerador, escogió de la bodega los mejores vinos, preparó unos coctelitos.
Mientras tanto alguien afuera batió las palmas. Será que ahora llega Jesús, pensó ella emocionada y con el corazón acelerado fue a abrir la puerta. Pero no era Jesús. Era un niño harapiento de la calle.
- Señora, deme un plato de comida.
- ¿Cómo te voy a dar comida si todavía no hemos cenado? Vuelve mañana, porque esta noche estoy muy atareada.
Al final, la cena estaba ya lista. Toda la familia emocionada esperaba la ilustre visita. Sin embargo, pasaban las horas y Jesús no aparecía. Cansados de esperar empezaron a tomar los coctelitos, que comenzaron a hacer efecto en los estómagos vacíos y el sueño hizo olvidar los pollos y los platos preparados.
A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró, con gran susto, frente a un ángel.
- ¿Un ángel puede mentir? gritó ella. Lo preparé todo con esmero, aguardé toda la noche y Jesús no apareció. ¿Por qué me hizo esta broma?
- No fui yo quien mentí, fue usted la que no tuvo ojos para ver, dijo ángel. Jesús estuvo aquí tres veces, en la persona de la mujer embarazada, en la persona del camionero y en el niño hambriento. Pero usted no fue capaz de reconocerlo y de acogerlo.

sábado, 30 de diciembre de 2023

Niño, mi niño

        (Oración de un ángel) Hermanos Galindo

Niño mi niño, al mirarte veo
el rostro de un hombre donde encuentro a Dios.
Niño divino, manos que acarician, labios que ríen, es la risa de Dios.
Quien fuera hombre para besarte,
entre mis brazos cantarte y bailarte,
sentir caricias, sentir tu risa, juntar mi frente a tu frente
Quien fuera hombre para arroparte
mecer tu cuna, velar si no duermes
mis sentimientos, mis sufrimientos cerca de ti susurrarte.
Niño divino, Rey del universo, ojos que lloran lágrimas de Dios
Niño tu madre no deja de mirarte
mientras que duermes, vela el sueño de Dios
Aleluya, aleluya Niño yo siempre quiero estar contigo
junto a este niño estaré cerca de Dios. Aleluya, aleluya

Cuento de Navidad

La noche del 24 de diciembre María y José llegaron a Cintruénigo después de un largo viaje. María estaba embarazada y esperaba la llegada de su primer hijo: Jesús.
Era una noche muy fría y algunos copos de nieve se veían caer por los alrededores y calles del pueblo. Rápidamente José quiso buscar un lugar donde cobijarse y pasar la noche con María. Llamó a una puerta y a otra, fue a un hotel… pero todas las habitaciones estaban ocupadas, claro era el día 24 de diciembre, una fecha muy importante y señalada donde todos estamos con nuestras familias.
José veía que la noche avanzaba y no encontraban ningún lugar donde poder dormir. 
Por fin, después de dar muchas vueltas, llegaron a la plaza y se sorprendieron al ver las luces de un gran edificio encendidas, ¿sabéis cuál era ese edificio? Pues ni más ni menos que la iglesia parroquial. Pero, ¿estaba abierta esa noche? Pues sí, los niños y catequistas de la parroquia estaban preparándose para celebrar la Navidad y todos juntos con el Coro Parroquial estaban cantando villancicos junto al Belén, al que estaban dando los últimos toques Mila, Esther, Carmen y Loli. En cuanto oyeron llamar a la puerta los niños corrieron a decir a Rosalía y a Santos que abrieran la puerta de la iglesia, pues habían visto por la tarde una pareja de jóvenes pasando mucho frío.
Y sin esperar, dejaron en el altar a Rosina que se afanaba en pasar la mopa para que estuviera lo más limpio posible, y fueron a por la llave de la puerta, rápidamente les hicieron un huequito donde estaban cantando y disfrutando de esa noche tan especial.
Ellos les contaron quienes eran y que estaban de paso para Belén y los niños contentos de tenerles entre ellos. Enseguida Isabel e Inés fueron a por alimentos de los que habían traído durante el Adviento Solidario, les ofrecieron algo para comer, unas mantas para el frío y un lugar calentito donde poder pasar la noche.
Y entre villancico y villancico María dio a luz a Jesús y a los primeros que vio y regaló una sonrisa fue a aquellos que antes de haber nacido Él, le quisieron y acogieron en su parroquia y también en su corazón.
Muchas gracias y feliz Navidad y Feliz Año Nuevo para todos.

viernes, 29 de diciembre de 2023

Villancico del ángel curioso

        Pedro Miguel Lamet

Quisiera ser ese ángel curiosón
que, escapando del gran coro celestial,
se introdujera esta noche en el portal
a divisar lo que ocurre en un rincón.
Quisiera ser solo uno del montón:
entre los pastores el pobre zagal,
que, sin el permiso de su mayoral,
fuera a cantarte su mejor canción.
Quisiera por fin ser nadie ni nada
para verte nacer, Niño, en la hora
en que el mundo brilló, dejar la prisa
y acurrucar mi ser en tu mirada
junto a esta tierra que padece y llora
en busca del calor de tu sonrisa.

¡Mi familia, ha llegado!

Mi padre, siempre quiso que toda la familia, al menos el día de Navidad, estuviéramos juntos y por eso siempre nos decía, que dividiéramos las fechas. Que los que ya estaban casados, pasaran la fiesta del Año Nuevo en casa de sus suegros y que los solteros, la pasáramos con los amigos.
Lo único que nos pedía era que la Navidad la pasáramos con él y con mi madre. ¡Nunca lo pudimos cumplir!
Mis hermanos ya casados, nunca pudieron. Siempre alegaban que la casa de mis padres estaba muy lejos de sus domicilios, que hacía mucho frío, que había nevado, en fin, siempre excusas.
Los solteros preferíamos salir con los amigos para divertirnos y beber. ¡Siempre preferimos estar con otras personas, antes que con nuestros padres!
Nuestras atenciones y afectos siempre fueron para otras personas.
Una noche de diciembre, mi hermano mayor nos convocó a todos los demás, para celebrar juntos la Navidad y pasar más tiempo con nuestros padres, ya que nunca desde que se casaron los mayores, habíamos pasado una Navidad todos juntos.
Todos estuvimos de acuerdo en que pasaríamos la Navidad, en casa de mis padres.
Al enterarse mis padres se pusieron muy felices. Mi padre le dijo a mi madre, que preparara una gran cena. En casa todo era felicidad. Mi padre se acercó y me dijo:
-- Estoy muy feliz, hijo, porque por fin voy a tener a todos sentados en la mesa de nuestra casa, como cuando erais pequeños. Quiero ver a mi hijo mayor sentado a mi derecha y a ti a mi izquierda por ser el más pequeño.
Tu madre estará en el extremo opuesto junto a tus hermanas.
Estaba tan feliz y emocionado que me dio un abrazo tan lleno de amor que casi se me saltan las lágrimas.
Todo estaba listo. Eran las 19 horas y les dije a mis padres:
-- Voy a salir para comunicar a mis amigos que no pasaría Navidad con ellos, sino con mi familia.
-- Haces bien hijo, -dijo mi padre- para que no te estén esperando. Y me dio una palmada en el hombro, mientras sonreía.
El brindis con mis amigos se fue alargando hasta casi la media noche. Yo no hacía más que pensar que mis hermanos y hermanas ya estarían en casa junto a mis padres, esperándome para empezar.
Por fin con un fuerte sentimiento de culpa por no haberme ido antes, me retiré sin despedirme de mis amigos. Presentía que recibiría algún reproche por parte de mis hermanos y que todos estarían enfadados conmigo.
Cuando llegue a casa no se oían voces, ni cantos, ni risas, pensé que por estar fría la noche se encontrarían en el interior de la casa con mis padres, así que entré intentando ser discreto, pensando que si me preguntaban les diría que me había quedado dormido.
Cuando abrí la puerta no oí ningún ruido, sólo escuché la conversación de mi padre con una voz rota por el llanto diciéndole a mi madre:
-- No ha venido nadie, ni siquiera el menor de nuestros hijos que vive con nosotros, está aquí. ¿Qué hemos hecho con nuestros hijos que no quieren pasar con nosotros una noche tan especial? Somos sus padres, esta casa la construimos para ellos con todo nuestro amor, esfuerzo y trabajo. ¿Por qué no nos pueden dedicar un día? Si nosotros les dedicamos a ellos toda nuestra vida.
Se notaba mucha tristeza en sus palabras. En ese momento no tuve valor para acercarme. Seguí oyendo a mi madre que le contestó con unas palabras que aún retumban en mis oídos:
-- No te preocupes, los padres tenemos que entender que sólo estamos en el pensamiento de nuestros hijos cuando son pequeños. Pero cuando crecen, ese pensamiento lo ocupan en otras cosas, como el colegio, sus tareas, la diversión, sus amigos, las fiestas y después en el noviazgo, el trabajo, la esposa y sus propios hijos. Sus ocupaciones y preocupaciones son otras y nosotros no somos parte de ellas. Quédate tranquilo, todo lo que hicimos y les dimos fue por amor. ¿Tú crees que van a preferir pasar la noche de Navidad con un par de viejos que ya no pueden bailar, que ya no tienen gracia ni para hacerles reír y que se quejan por todo? ¡Anda, anímate...! ¡Mira, voy a poner los diez platos sobre la mesa y a medida que vayan llegando les iremos sirviendo!... ¡Quieres ayudarme?
Un enorme nudo se me puso en la garganta, me sentí tan desagradecido, tan mal hijo, tan avergonzado, ¿Cuánto tiempo le he dedicado a otras personas y actividades nada importantes comparadas con mis padres? ¿Cuántas veces he dejado de abrazarlos, besarlos y decirles cuánto les quiero?
Salí de donde estaba, abracé a mi padre y le pedí perdón, luego fui con mi madre, besé sus manos y me arrodillé, ella me acariciaba la cabeza mientras mi padre se secaba las lágrimas y dándome la mano me sentó a su derecha y dijo:
-- No es necesario que estén todos, uno solo representa a los demás. “Vieja”, sirve la cena. ¡Que nuestra familia ha llegado!

“Aprovecha a tus padres en vida. No los descuides, por lo menos no dejes de estar con ellos y poder abrazarlos y decirles que les amas y les agradeces por todo lo que han hecho por ti”

jueves, 28 de diciembre de 2023

A los santos Inocentes

Oh, Santos Inocentes, pequeños mártires,
que estáis en el Corazón del Padre y en el Amor inmenso de María:
Concedednos el Espíritu de fortaleza
para combatir el mal que ataca y destruye las vidas,
especialmente las de los pequeños,
Santos niños inocentes, enjugad las lágrimas de los niños,
acariciad con ternura a los enfermos y a los ancianos.
Ayudad a los hombres y mujeres a creer en la vida,
a defender su carácter sagrado
desde la concepción hasta el último suspiro.
Que aquellos que la rechazan con el aborto
tengan la gracia del perdón de Dios y la paz del corazón.
Para los que golpean y humillan a los pobres e inocentes,
un arrepentimiento sincero y verdadera conversión.
Proteged cada vida desde el seno materno;
Custodiad a los niños para que no pierdan su inocencia;
Ayudad a las familias a recibir y amar a sus hijos
como regalo de Dios.
Velad sobre los enfermos
para que sientan que Dios está cerca de ellos;
Iluminad a los poderosos
para que promuevan leyes en defensa de la vida.
Que la humanidad encuentre el amor y el respeto
hacia los niños y los inocentes
Para que aprendamos de ellos a amar
el tesoro precioso de ¡la vida!
¡Santos Inocentes, rogad por nosotros!

El día de los Santos Inocentes

         Eva María Rodríguez

Judith llegó a casa muy enfadada. Había pasado la mañana en el parque que había justo enfrente de su casa, paseando con la bicicleta que le había traído Papá Noel unos días antes. Pero la mañana no había sido tan maravillosa como ella esperaba. Al verla, su madre le preguntó:
- ¿Qué ha pasado, Judith? ¿Por qué vienes tan enfadada? ¿No te lo has pasado bien en el parque?
- Ha sido horrible, mamá -dijo Judith. Había un montón de niños pegando monigotes en la espalda y carteles que decían cosas muy feas para que la gente se riera.
- Eso es porque hoy es 28 de diciembre, el Día de los Santos Inocentes -dijo su mamá-. Lo que ha pasado es que te han hecho unas cuantas inocentadas.
- ¿Qué tiene de inocente reírse de los demás y hacer que los demás se burlen de ti? -preguntó Judith.
-Es una tradición española -dijo mamá-. Me lo estaba contando la vecina esta mañana. Se conmemora la matanza de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén que ocurrió nada más nacer Jesús. La ordenó el rey Herodes para deshacerse del Jesús. Como no sabía dónde estaba, decidió acabar con todos. Pero Jesús huyó a tiempo y no dieron con él.
- ¡Pues no le veo la gracia que la gente lo recuerde gastando bromas! -dijo Judith-. ¿Te ha contado la vecina como es que Jesús huyó a tiempo?
- Me ha dicho que Herodes encargó a los Reyes Magos que le dijeran dónde estaba Jesús, pues temía que le quitara el trono al hacerse mayor -dijo-. Pero los Reyes Magos no le informaron del paradero del pequeño, porque Dios les avisó de las intenciones de Herodes de matar a Jesús. Al ver que no le informaban, Herodes se enfadó y decidió acabar con todos los niños pequeños. Pero Jesús ya no estaba en Belén. Sus padres habían recibido un mensaje de Dios y habían huido a Egipto.
Judith se quedó pensativa.
- No le ves la conexión, ¿cierto? -dijo mamá.
- Insisto, matar a niños inocentes no tiene nada de gracia ni es motivo de broma -dijo Judith.
-En realidad, la fiesta de los Santos Inocentes tiene su origen en una fiesta pagana de la Edad Media -dijo su madre-. Se cree que la celebración podría proceder de lo que entonces llamaban la fiesta de los locos, en la que, durante un día, la gente podía hacer lo que quisiera sin que nadie fuera culpado de nada. Parece que la Iglesia tomó la fiesta y la cristianizó, como tantas otras, haciéndola coincidir con el día de los Santos Inocentes.
- Bueno, si es por eso me quedo tranquila -dijo Judith-. Pero esta tarde me quedo en casa. No tengo ganas de bromitas.
- ¿Ah, no?

martes, 26 de diciembre de 2023

Rezando en familia frente al belén

Querido Padre, Dios del cielo y de la tierra: En esta noche santa te queremos dar gracias por tanto amor. Gracias por nuestra familia y por nuestro hogar. Gracias por las personas que trabajan con nosotros.
Bendícenos en este día tan especial en el que celebramos el nacimiento de tu Hijo. Ayúdanos a recibir en nuestros corazones al Niño Jesús con amor, con alegría y esperanza. Estamos aquí reunidos para adorarlo y darle gracias por venir a nuestro mundo a llenar nuestras vidas.
Hoy al contemplar el pesebre recordamos especialmente a las familias que no tienen techo, alimento y comodidad. Te pedimos por ellas para que la Virgen y San José les ayuden a encontrar un cálido hogar.
Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalar a otros el amor que Tu nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia.
Que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote.
Santísima Virgen María, gracias por aceptar ser la Madre de Jesús y Madre nuestra, gracias por tu amor y protección. Sabemos que día a día intercedes por nosotros y por nuestras intenciones, gracias Madre.
Querido San José, gracias por ser padre y protector del Niño Jesús, te pedimos que ruegues a Dios por nosotros para que seamos una familia unida en el amor y podamos ser ejemplo de paz y reconciliación para los demás. Amén

El gusano de luz

Era invierno y el niño Jesús acababa de nacer. Estaba acostado en las pajas del pesebre y tenía frío.
La Virgen y San José le miraban; la mula y el buey se acercaron para calentar al Niño con su aliento. El Niño Dios abría sus manos para percibir el calor de los animales y les sonreía en medio del frío.
Poco a poco, otros animales que estaban en el establo de Belén también se acercaron para dar al Niño algo de calor.
Las palomas se arrancaron algunas plumas más suaves y con ellas hicieron un colchoncito. La oveja se cortó con sus dientes unos vellones de lana blanca y cubrió con ellos el cuerpo tembloroso del Niño Jesús. Una araña se puso a trabajar muy deprisa y tejió una tela brillante y fina que colocó sobre la cabeza del Niño Jesús.
Un gusanito, escondido en un rincón, también quería llevar algo al Niño recién nacido. Pero, ¿qué le podía ofrecer?...
El no tenía plumas como las palomas; tampoco lana como las ovejas y no sabía hilar como las arañas. ¡Estaba tan triste...!
Salió de su rincón y arrastrándose por la hierba seca vio una florecilla que ya se había secado, pero que todavía daba buen olor. La cogió y con mucho trabajo, fue subiendo hasta llegar a las pajas donde estaba acostado el Niño. Se acercó a Él y con mucho cariño puso en su mano la florecilla.
Cuando le vieron el buey, la mula, las palomas, la oveja y la araña, le miraron un poco burlones.
El pequeño gusanito tuvo vergüenza y quiso esconderse entre las pajas. Pero el Niño Jesús extendió su mano y lo cogió sonriendo. La Virgen y San José también sonrieron. Y aquellas sonrisas fueron para el gusanito el mejor premio y le llenaron de alegría y de felicidad.
Entonces, el Niño Dios pidió a la blanca luz uno de sus rayos. Quitó de él un poco de resplandor y se lo dio al gusanito que brilló en el pesebre. Todos los animales lo contemplaban admirados:
- ¡Qué precioso está el gusanito!
Así se convirtió en un gusanito de luz que brilló en el Portal de Belén.
Desde entonces, el gusano de luz brilla en las praderas con un pequeño resplandor que el Niño Jesús le regaló en la Nochebuena en el establo de Belén.

domingo, 24 de diciembre de 2023

Oración en Nochebuena

Hoy, Nochebuena, tenemos, de manera especial y como centro de nuestra familia a Jesucristo, nuestro Señor". Vamos a encender un cirio en medio de la mesa que nos haga pensar en Jesús y vamos a darle gracias a Dios por habernos enviado a su Hijo Jesucristo.

Gracias Padre, que nos amaste tanto que nos diste a tu Hijo.
Señor, te damos gracias.
Gracias Jesús por haberte hecho niño para salvarnos.
Señor, te damos gracias.
Gracias Jesús, por haber traído al mundo el amor de Dios.
Señor, te damos gracias.
Señor Jesús, Tú viniste a decirnos que Dios nos ama y que nosotros debemos amar a los demás,
Señor, te damos gracias.
Señor Jesús, Tú viniste a decirnos que da más alegría el dar que el recibir,
Señor, te damos gracias.
Señor Jesús, Tú viniste a decirnos que lo que hacemos a los demás te lo hacemos a Ti.
Señor, te damos gracias.
Gracias María, por haber aceptado ser la Madre de Jesús.
María, te damos gracias.
Gracias San José, por cuidar de Jesús y María.
San José, te damos gracias.

Bendición de la Mesa:
Gracias Padre por esta Noche de Paz, Noche de Amor, que Tú nos has dado al darnos a tu Hijo, te pedimos que nos bendigas, que bendigas estos alimentos que, recibidos de tu bondad, vamos a tomar, y bendigas las manos que los prepararon.

Carta de Papa Noel al Niño Jesús

"Mi querido y precioso Niño Jesús, yo no quería ocupar tu lugar. Yo sólo quería repartir juguetes y cosas que traigan mucho amor y gracia.
Las personas me dan las listas de deseos y espero que se hagan realidad; pero TÚ escuchas las oraciones del corazón y les das la fortaleza para aceptar tu voluntad.
Los niños tratan de ser buenos y paran de llorar cuando estoy apunto de llegar a la ciudad; pero les dejo sólo una bolsa de juguetes y alegría temporal, pero TÚ dejas un corazón de amor.
Tengo un montón de creyentes y lo que uno podría llamar ‘fama’; pero nunca curé a un ciego o traté de ayudar a un cojo.
Tengo sonrosadas las mejillas y una voz llena de risas; pero no clavos ni cicatrices en mis manos o una promesa de otra vida.
Puedes encontrar varios de mí en la ciudad o en un centro comercial; pero sólo hay un Omnipotente que eres Tú, para responder a un pecador que lo llama.
Y por lo tanto, mi querido y precioso Jesús, me arrodillo aquí para orar; para adorarte y acompañarte en tu santo cumpleaños.
¡¡¡FELIZ NAVIDAD, NIÑO JESÚS!!! ¡¡¡Tú eres quien hace realidad la verdadera Navidad!!!"...

viernes, 22 de diciembre de 2023

Vamos a ver

        (Gloria Fuertes)

Vamos a ver si es cierto que le amamos,
vamos a mirarnos por dentro un poco.
¡Hay cosas colgadas que a él le lastiman
freguemos el suelo y abramos las puertas!
Borremos los nombres de la lista negra,
pongamos a los enemigos encima de la cómoda,
invitémosles a sopa.
Toquemos las flautas de los tontos, de los sencillos.
Que Dios se encuentre a gusto si baja.

El Viejo Guarda

Simeón, el anciano guarda, estaba sentado a la ventana. Miraba caer la nieve y pensaba en el tiempo pasado. Tenía veinte años y había pasado más de sesenta cuidando las puertas de Belén. Les abría por la mañana con los primeros rayos del sol. Y por la noche con los últimos rayos las volvía a cerrar. ¡Había visto tanta gente entrar y salir del pueblo! Con el tiempo, había aprendido distinguir las intenciones de cada uno: buenas o malas. Ahora sus fuerzas le abandonaban y le costaba levantar la gran llave. En cuanto a la puerta, era tan pesada que el anciano Simeón no podía abrirla. Un guarda joven había tomado su puesto. Simeón era sólo era responsable de una pequeña puerta al Este del pueblo. Jamás en su vida la había visto abierta. Sin embargo, se la llamaba “la Puerta Alta”. Cuando comenzó su carrera de guardián, su predecesor le confió la llave, y le había recomendado cuidar que no se oxidase. Y le añadió que un día sería necesario abrir la Puerta Alta. Cuando llegue el momento, lo sabrás con certeza”.
Todo el tiempo de su servicio Simeón había cuidado la llave.
¿Cuándo llegará el momento de abrir la Puerta Alta? Sumido en estos pensamientos el anciano se levantó lentamente de su silla. Fue hacia el armario y sacó a la llave. Después volvió a sentarse en la ventana, mirando caer la nieve silenciosa. Simeón frotaba la nieve con la punta del manto de lana. Era una llave de hierro, pero ahora relucía como una llave de plata. Simeón volvió a pensar en las palabras de su predecesor. “Un día, habrá que abrir la Puerta Alta. Cuando llegue el momento, lo sabrás”.
Cada vez que pensaba en esto, el anciano se preguntaba si, por descuido, no habría dejado pasar la gran ocasión y se habría dormido en el momento oportuno.
En ese instante, le pareció que el cielo se aclaraba al Este, como si las nubes de nieve se abriesen en esa dirección. La luz se intensificaba y tomó forma de una puerta alta toda dorada.
Y la puerta se abrió, y un niño pasó por el umbral, miró a su alrededor y luego con su manita hizo un gesto en dirección al viejo guarda. El niño comenzó a descender hacia la Tierra, por un camino que no era visible. Siempre miraba de nuevo a Simeón que observaba la escena estupefacto. De repente el anciano gritó:
-- “¡La Puerta Alta! El niño se dirige hacia la Puerta Alta, mientras que yo me quedo al calor mirando boquiabierto”.
Se levantó con sus viejas piernas lo más rápido posible. Envuelto en su manto de lana, salió por la nieve hacia la muralla del Este del pueblo. En el camino no se cruzó con nadie. Por el mal por el tiempo que hacía, la gente se quedaba en sus casas. El anciano no veía ya la puerta de oro en el cielo, pero hacia el Este veía todo el tiempo un resplandor.
Llegó por fin a la Puerta Alta. Introdujo la llave que había cuidado tanto, y se abrió con facilidad sin ningún ruido. El niño estaba en el umbral. Tendió su mano a Simeón:
-- “Gracias por haber escuchado la llamada y haberme abierto la puerta”, le dijo; “mira, yo he dejado también una puerta abierta, es para ti”.
El viejo guarda levantó sus ojos y vio en el cielo la puerta de oro. Estaba abierta, y era muy grande: un camino luminoso conducía hasta ella. Simeón, radiante de alegría, se dirigió hacia la puerta del cielo. El niño le siguió con la mirada hasta que desapareció.
Pasados unos días, todo el mundo se preguntaba donde estaría el viejo guarda. Salieron en su busca, pero nadie lo encontró.
Unos extranjeros habían llegado al pueblo: un hombre, una mujer joven, y un burro, que el guarda estaba seguro de no haberlos visto pasar. ¿Por dónde habrán entrado?
Asombrado, el joven guarda fue a controlar la Puerta Alta: ¡Estaba completamente abierta y la llave estaba dentro de la cerradura! ¡El viejo Simeón ha debido perder la cabeza! Ha abierto la puerta y se ha ido, murmuró. Cerró la puerta y se llevó la llave.
Jamás se dudó que aquél que debía entrar por la Puerta Alta estaba ya en el pueblo.

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Canto de Adviento “¡Oh…!”

¡Cielos, lloved vuestra justicia! ¡Ábrete, tierra!
¡Haz germinar al Salvador!
Oh Señor, Pastor de la casa de Israel,
que conduces a tu pueblo,
ven a rescatarnos por el poder de tu brazo.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Sabiduría, salida de la boca del Padre,
anunciada por profetas,
ven a enseñarnos el camino de la salvación.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Hijo de David, estandarte de los pueblos y los reyes,
a quien clama el mundo entero,
ven a libertarnos, Señor, no tardes ya.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel,
tú que reinas sobre el mundo,
ven a libertar a los que en tinieblas te esperan.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Sol naciente, esplendor de la luz eterna y sol de justicia,
ven a iluminar a los que yacen en sombras de muerte.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia,
tú que unes a los pueblos,
ven a libertar a los hombres que has creado.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Emmanuel, nuestro rey, salvador de las naciones,
esperanza de los pueblos,
ven a libertarnos, Señor, no tardes ya.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!

CANTO de Lucién Deiss:




La sopa de la Mendiga

En el pueblo ninguno era más pobre que Rebeca, pues sólo poseía los vestidos que llevaba. Y esto era muy poco. La blusa y la falda estaban desgarradas, las medias y las sandalias llenas de agujeros. Todos los habitantes del pueblo la conocían y Rebeca conocía a cada uno de ellos.
Cuando tenía hambre sabía dónde golpear y tenía la costumbre de dormir afuera. Aún en invierno sabía dónde encontrar un refugio. ¡Qué vida tan mísera! Sin embargo, Rebeca llevaba esta vida desde hace muchos años y no sentía envidia, ni la necesidad de cambiar lo que fuese.
A un campesino que un día se había apiadado de su suerte, ella le había respondido:
-- “Tú suerte por un lado es más penosa que la mía, en todo caso yo no la conozco”. Y como el campesino la miraba sorprendido, le explicó: Todos vosotros habéis sido mendigados por mi alguna vez, en cambio yo no he sido mendigada jamás por nadie”.
Le puso bajo su brazo la hogaza de pan que le había dado y se fue con una sonrisa maliciosa.
Poco después de esto, sobrevino una gran escasez en el país. La gente no tenía casi con que alimentarse. Cuando llegaba Rebeca, su presencia era molesta y se le cedía de mala gana los restos de comida. Tenía que golpear en muchas puertas para saciar su hambre. Un día recibió un poco de sopa caliente que llenaba la mitad del cuenco. ¡Qué suerte! Se había sentado al borde del camino para comerla, cuando vio unos viajeros que venían hacia donde ella estaba. Un hombre, una mujer y un pequeño asno. Eran María y José que caminaban hacia Belén. ¡Que sombría era la cara del hombre! ¡Y la de la mujer estaba pálida y hundida! A Rebeca le dio pena y les habló así:
-- “¡Eh buenas gentes! ¿Por qué estáis tan tristes? ¿Qué es lo que os pasa?
José miraba a Rebeca sin decir una palabra con los ojos fijos en el cuenco, parecían medir la sopa. María respondió dulcemente:
-- “Estamos al límite de nuestras fuerzas. La marcha resulta penosa cuando no se ha comido.”
-- “¿Por qué no compran comida?” preguntó la mendiga.
-- “¡Ya no nos queda dinero!” respondió María
-- “¿Y por qué no mendigan?, quiso saber Rebeca. María respondió confusa:
-- “Ya lo hemos intentado, pero nadie no ha dado nada”.
La mendiga asintió con la cabeza:
-- “¡Así es! Estos momentos son duros, la gente no tiene nada ni para ellos”. “Mirad la poca sopa que he recibido”.
Y les mostró su cuenco a medio llenar. De repente a Rebeca la pasó un pensamiento que todavía nunca le había venido:
“Decidme”, les preguntó, “¿Tienen un recipiente?”
Sí, María y José habían traído uno. La mendiga dijo con voz decidida:
-- “Entonces, venid, compartamos mi sopa y las penas”.
José le alargó su cuenco. Rebeca vertió lo necesario para ella. Después en un arrebato de generosidad, vertió un poco más todavía. Ella tenía su cuenco de forma que ni María ni José se dieran cuenta que estaba vacío.
Al mirar a los forasteros comer su sopa, la mendiga sintió una alegría que jamás había sentido hasta ahora. Por un instante, se olvidó de su propia hambre.
En unos momentos, María y José habían terminado su sopa y reemprendían el camino. Rebeca los siguió largo tiempo con la mirada. ¿No le había revelado ese lado de su suerte humana que ella no conocía? Ella, la mendiga Rebeca, había sido mendigada por primera vez en su vida. Finalmente se inclinó para recoger su cuenco y ¡estaba lleno hasta el borde! Lleno de una rica sopa caliente, a su gusto, una sopa que sació su hambre completamente.

lunes, 18 de diciembre de 2023

María, Madre de la esperanza

En la fiesta de la Virgen de la Esperanza

Papa Francisco Ecclesia in Europa, 125

María, Madre de la esperanza, ¡camina con nosotros!
Enséñanos a proclamar al Dios vivo;
ayúdanos a dar testimonio de Jesús, el único Salvador;
haznos serviciales con el prójimo, acogedores de los pobres,
artífices de justicia, constructores apasionados de un mundo más justo;
intercede por nosotros que actuamos en la historia
convencidos de que el designio del Padre se cumplirá.
Aurora de un mundo nuevo,
¡muéstrate, Madre de la esperanza y vela por nosotros!
Vela por la Iglesia en Europa:
que sea trasparencia del Evangelio;
que sea auténtico lugar de comunión;
que viva su misión de anunciar, celebrar y servir
el Evangelio de la esperanza para la paz y la alegría de todos.
Reina de la Paz, ¡protege la humanidad del tercer milenio!
Vela por todos los cristianos:
que prosigan confiados por la vía de la unidad, como fermento
para la concordia del Continente.
Vela por los jóvenes, esperanza del mañana:
que respondan generosamente a la llamada de Jesús;
Vela por los responsables de las naciones:
que se empeñen en construir una casa común,
en la que se respeten la dignidad y los derechos de todos.
María, ¡danos a Jesús! ¡Haz que lo sigamos y amemos!
Él es la esperanza de la Iglesia, de Europa y de la humanidad.
Él vive con nosotros, entre nosotros, en su Iglesia.
Contigo decimos «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20):
Que la esperanza de la gloria infundida por Él en nuestros corazones
dé frutos de justicia y de paz!

Pesebre de amor

- Hace tiempo que un viajero en uno de sus viajes por el mundo, llegó a una tierra en la que le llamó la atención la belleza de sus arroyos que cruzaban los campos y los sembrados. Habiendo caminado ya un rato, se encontró con las casas del pueblo, sencillas, coloridas y con las puertas abiertas de par en par. No podía creerlo... él venía de un lugar muy distinto. Se fue acercando, pero su sorpresa fue mayor cuando tres niños, hermanitos, salieron a recibirlo y lo invitaron a pasar, los padres de los niños invitaron al viajero a quedarse con ellos unos días.
- El viajero aprendió muchas cosas, por ejemplo, a hornear el pan, trabajar la tierra, ordeñar las vacas, pero había una de las cosas que hacían de la cual no podía descubrir el significado, cada día y algunos días en varias ocasiones el papá, la mamá y los hermanos se acercaban a una mesita donde habían colocado las figuras de María y José, un burrito y una vaca. Despacito dejaban una ramita entre María y José.
- Con el correr de los días el colchoncito de pajitas iba aumentando y se hacía más mullido. Cuando le llegó al viajero el momento de partir, la familia le entregó un pan calentito y frutas para el camino, lo abrazaron y lo despidieron. Ya se iba cuando dándose vuelta les dijo:
- Una cosa quisiera llevarme de este hermoso momento.
- Por supuesto, le contestaron. ¿Qué más podemos darte para el camino?
- ¿Por qué iban dejando esas ramitas a los pies de María y José?, preguntó el viajero.
Ellos sonrieron y el niño más pequeño respondió:
- Cada vez que hacemos algo con amor, buscamos una ramita y la llevamos al pesebre. Y así vamos preparando la cuna para que cuando llegue el niño Jesús, María tenga un lugar para recostarlo. Si amamos poco, el colchón va a ser un colchón delgado y por lo mismo frío. Pero si amamos mucho, Jesús va a estar más cómodo y calentito.
El viajero parecía comprenderlo todo. Sintió ganas de quedarse con esa familia hasta Nochebuena, pero una voz dentro de él lo invitó a llevar por otros pueblos lo que había conocido, tanto de nuevas labores, como de los corazones sencillos y tan llenos de amor, como los de esa familia.

domingo, 17 de diciembre de 2023

Himno de Adviento



Ya muy cercano, Emmanuel, hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora y redención de ti implora.
Ven ya, del cielo resplandor, Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía, nos llegará nueva alegría.
Llegando estás, Dios y Señor, del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste y tu poder allí mostraste.
Ven, Vara santa de Jesé, contigo el pueblo a lo que fue
volver espera, pues aún gime bajo el cruel yugo que lo oprime.
Ven, Llave de David, que al fin el cielo abriste al hombre ruin
que hoy puede andar libre su vía, con la esperanza del gran día.
Aurora tú eres que, al nacer, nos trae nuevo amanecer,
y, con tu luz, viva esperanza el corazón del hombre alcanza.
Rey de la gloria, tu poder al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza, se manifiesta tu grandeza. Amén.

La esperanza

El rabino Hugo Grynn fue llevado a Auschwitz con su familia cuando era un niño. Una noche fría de invierno el padre de Hugo reunió a la familia en un barracón. Era la primera noche de la fiesta de Hanukkah, fiesta judía de las luces. Hugo contemplaba con horror cómo su padre cogió la última libra de manteca y la convertía con una tira de sus harapos en una vela.
-- Papá, no, gritaba el niño. Esa manteca es el último alimento que nos queda. ¿Cómo vamos a vivir?
El padre cogió una cerilla y encendió la vela y le dijo a su hijo:
-- Hijo mío, podemos vivir muchos días sin comida. No podemos vivir un minuto sin esperanza. Esta luz representa la esperanza. Nunca dejes que se apague ni aquí ni en ninguna parte.

sábado, 16 de diciembre de 2023

Confía en Dios

Padre Celestial, concédenos humildad
para aceptar Tu obra según Tu divino plan,
sin anteponer nuestros razonamientos humanos.
Que nuestra fe no se vea empañada
cuando las circunstancias difieran de nuestras comprensiones.
No permitas que olvidemos que Tu sabiduría
es infinitamente mayor que la nuestra.
Haz que podamos confiar en que cumples Tus promesas.
Espíritu Santo, danos el discernimiento que necesitamos
para comprender las verdades espirituales
que trascienden nuestras interpretaciones limitadas,
y que nuestra devoción sea guiada por Ti
en lugar de nuestras propios entenderes y deseos.

El falso maestro

Era un renombrado maestro; uno de esos maestros que corren tras la fama y les gusta tener más y más discípulos. En una gran carpa, reunió a varios cientos de discípulos y seguidores. Se irguió sobre sí mismo, impostó la voz y dijo:
-- Amados míos, escuchad la voz del que sabe.
Se hizo un gran silencio. Hubiera podido escucharse el vuelo de un mosquito.
-- Nunca debéis relacionaros con la mujer de otro; nunca. Tampoco debéis beber alcohol, ni alimentaros con carne.
Uno de los asistentes se atrevió a preguntar:
-- El otro día, ¿no eras tú el que estabas abrazado a la esposa de Jai?
-- Sí, yo era -repuso el maestro.
Entonces, otro oyente preguntó:
-- ¿No te vi a ti el otro anochecer bebiendo en la taberna?
-- Ése era yo -contestó el maestro.
Un tercer hombre interrogó al maestro:
-- ¿No eras tú el que el otro día comías carne en el mercado?
-- Efectivamente -afirmó el maestro. En ese momento todos los asistentes se sintieron indignados y comenzaron a protestar.
-- Entonces, ¿por qué nos pides a nosotros que no hagamos lo que tú haces?
Y el falso maestro repuso:
-- Porque yo enseño, pero no practico lo que digo.

jueves, 14 de diciembre de 2023

Tú eres manantial y fuente

Tú me llevas de la mano.
Tú eres mi auxilio y fortaleza,
contigo se me quitan los miedos
y me vuelves atrevido y osado.
Tú sabes que a veces me siento un gusano,
me veo incapaz de muchas cosas,
pero Tú me potencias y me ilusionas,
y me recuerdas que nunca me abandonas.
En ti, Señor, mi valor aumenta,
y me envías a llevar a los hermanos
agua de la que tiene sed
e ilusión de la tienen hambre.
Tú eres río, manantial y fuente
que apaga toda mi sed, que vuelve fresco.
Tú adornas nuestra vida
con agua, árboles y plantas,
con belleza natural y artesana,
para que, felices, sintamos tu presencia.

El Iluminado y el buscador

Un buscador espiritual viajó a la India en su afán por encontrar y entrevistar a un verdadero iluminado.
Viajó durante meses por el país. Se trasladó de los Himalayas al cabo de la Virgen, pasó por las Regiones de la India. Recorrió montañas, dunas, desiertos, ciudades y pueblos.
Recabó mucha información y, por fin, halló, según todos los testimonios, un verdadero hombre Iluminado. Por fin, podría llevar a cabo su ansiado encuentro.
El graznido de los cuervos quebraba el silencio de una tarde apacible y dorada. El hombre r Iluminado se hallaba bajo un frondoso rododendro, en actitud meditativa. El visitante lo saludó cortésmente, se sentó a su lado y preguntó:
-- Antes de que usted hallase la Iluminación, ¿se deprimía?
-- Sí, claro, a veces -repuso tranquilamente el Iluminado.
El buscador hizo una segunda pregunta:
-- Dígame, y ahora, después de su iluminación, ¿se deprime a veces?
Una leve y hermosa sonrisa se dibujó en los labios del Iluminado. Penetró con sus límpidos ojos los de su interlocutor y contestó:
-- Sí, claro, a veces, pero ya ni me importa ni me incumbe.

domingo, 10 de diciembre de 2023

Conviérteme, Señor

Conviérteme, Señor, porque me cuesta escucharte
en el dolor, en la marginación, en la violencia,
en la migración forzada que sufren tantos hermanos nuestros.
Conviérteme, Señor,
porque estoy contagiado de indiferencia,
porque soy inmune al escándalo del favoritismo,
porque siento adormecida la lucha por la dignidad,
porque me percibo inactivo y resignado.
Conviérteme, Señor,
porque pongo mil excusas para evitar seguir tu ejemplo,
especialmente cuando se trata de amar
y acoger a los más desfavorecidos.
Conviérteme, Señor,
porque conozco tu vida y tus enseñanzas,
pero me falta coraje en el corazón
para corresponder con caridad misericordiosa
en favor de los hermanos necesitados.
Conviérteme, Señor.
dame un corazón nuevo para amarte;
da a nuestra Iglesia valentía
para organizarse a favor de la justicia social.
Abre nuestras manos para que sean prolongación de las tuyas
y tu bendición descienda sobre toda la humanidad.

El anciano, el niño y el asno

Eran un anciano y un niño que viajaban con un burro de pueblo en pueblo.
Llegaron a una aldea caminando junto al asno y, al pasar por ella, un grupo de mozalbetes se rió de ellos, gritando:
-- ¡Mirad que par de tontos! Tienen un burro y, en lugar de montarlo, van los dos andando a su lado. Por lo menos, el viejo podría subirse al burro.
Entonces el anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha. Llegaron a otro pueblo y, al pasar por el mismo, algunas personas se llenaron de indignación cuando vieron al viejo sobre el burro y al niño caminando al lado. Dijeron:
-- ¡Parece mentira! ¡Qué desfachatez! El viejo sentado en el burro y pobre niño caminando.
Al salir del pueblo, el anciano y el niño intercambiaron sus puestos. Siguieron haciendo camino hasta llegar a otra aldea. Cuando las gentes los vieron, exclamaron escandalizados:
-- ¡Esto es verdaderamente intolerable! ¿Habéis visto algo semejante? El muchacho montado en el burro y el pobre anciano caminando a su lado. ¡Qué vergüenza!
Puestas así las cosas, el viejo y el niño compartieron el burro. El fiel jumento llevaba ahora el cuerpo de ambos sobre sus lomos. Cruzaron junto a un grupo de campesinos y éstos comenzaron a vociferar:
-- ¡Sinvergüenzas! ¿Es que no tenéis corazón? ¡Vais a reventar al pobre animal!
El anciano y el niño optaron por cargar al burro sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente se apiñó alrededor de ellos. Entre las carcajadas, los pueblerinos se mofaban gritando:
-- Nunca hemos visto gente tan boba. Tienen un burro y, en lugar de montarse sobre él, lo llevan a cuestas. ¡Esto sí que es bueno! ¡Qué par de tontos!
De repente, el burro se revolvió, se precipitó en un barranco y murió.

Si escucháis las opiniones de los demás, acabaréis muertos como este burro. Que aquello que los demás censuran te sea indiferente. Escucha únicamente la voz de tu corazón y no te pierdas en opiniones ajenas.

sábado, 9 de diciembre de 2023

Despiertos...

Despiertos para sembrar esperanza.
Despiertos para sembrar esperanza en nuestros hijos.
Despiertos para sembrar esperanza en nuestros padres.
Despiertos para sembrar esperanza en vecinos.
Despiertos para sembrar esperanza en los colegios.
Despiertos para sembrar esperanza en nuestra parroquia.
Despiertos para sembrar esperanza en la vida de los ancianos.
Despiertos para sembrar esperanza
en las mujeres que no encuentran salida a sus problemas por sí mismas.
Despiertos para sembrar esperanza en quien busca un futuro mejor,
de aquí o de otros países.
Despiertos para sembrar esperanza en las familias sin recursos.
Despiertos para sembrar esperanza en los niños 
a los que se les ha robado la inocencia.
Despiertos para sembrar esperanza en los que trabajan por los demás.
Despiertos para sembrar esperanza en los desalentados,
en los que han perdido el sentido a sus vidas,
en los que se refugian en la impotencia o en el cinismo.
Despiertos para sembrar esperanza en nuestros corazones y nuestras vidas.

En todo mira al fin

Seguramente, habéis oído hablar del filósofo griego Diógenes, el Cínico. Un día fue al mercado. Colocó un puesto y encima de él puso un letrero que decía: "se vende sabiduría ".
Un griego que pasaba por allí cerca, oyó comentar el texto del letrero y se echó a reír. Llamó a su criado y dándole tres monedas de plata le dijo entre carcajadas.
-- "Anda y dile a Diógenes que te venda tres duros de Sabiduría".
Así lo hizo. Diógenes tomó las tres monedas de plata mientras le decía al criado:
-- "Dile a tu amo que en todo lo que haga mire al fin, que no vaya por la vida a tontas y a locas. Que dé sentido a su vida”.
Al amo le gustó tanto la sentencia que la hizo esculpir en oro en el dintel de la puerta de su casa: "En todas las cosas, mira al fin".

jueves, 7 de diciembre de 2023

María, Madre de la Misericordia

Santa María, Madre de la Misericordia,
eres feliz porque creíste que para Dios nada es imposible:
que nuestra fe se parezca cada vez más, a la tuya.
Tu María, Madre de la Misericordia,
dijiste un SÍ que llenó toda tu vida, confiaste en la Palabra del Señor,
y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros:
enséñanos a aceptar lo que Él nos pida.
Tu María, Madre de la Misericordia, viviste unida a Jesús,
pobre y humilde, sufriste con Él: ayúdanos en las dificultades.
Tu María, Madre de la Misericordia, amaste a Jesús como nadie le amó:
que vuestro amor llene nuestras vidas,
y nos enseñe el camino de la compasión y de la misericordia.
Tu María, Madre de la Misericordia, seguiste a Jesús hasta la Cruz,
y allí El te señaló como nuestra Madre:
concédenos que, cada día, vivamos más unidos a Jesús, misericordiosos
como nuestro Padre, el Buen Dios, es misericordioso.
Madre del Adviento, Virgen de la Esperanza,
Madre de la Misericordia, ruega por nosotros. Amén.

El Milagro de la Fuente

En aquella época en que María y José y también el pequeño burro caminaban en dirección a Belén, no existía el agua corriente.
Las mujeres iban con su cántaro a sacar agua de la fuente. Allí se encontraban para charlar. La fuente era un lugar de encuentro, el sitio en el que intercambiaban las últimas novedades.
Esa tarde, Ruth tomó su cántaro para ir a la fuente. Al salir de su casa la luz intensa de una estrella la deslumbró, tenía tal resplandor que las otras estrellas, y hasta la luna, parecían completamente pálidas. Ruth maravillada, se quedó quieta en el lugar. No podía quitar sus ojos de esta estrella resplandeciente. Se olvidó de la hora y de lo que tenía que hacer. ¿Qué mensaje anunciaba este astro luminoso?
El viento la sacó de su sueño. Tomó su cántaro y se dirigió rápidamente hacia la fuente. Allí no había nadie. Todos habían vuelto a sus casas. Ruth colgó su cántaro en la cadena, y se detuvo: la estrella se reflejaba en el fondo del pozo. El agua brillaba como el oro. La joven maravillada susurró:
-- “¡Que luminoso resplandor, si por lo menos la abuela lo pudiese ver!”
Pero la abuela estaba sentada en casa, en su sillón. Sus piernas debilitadas por la edad, casi no la podían sostener. Ruth bajó lentamente su cántaro en el pozo para no enturbiar el agua.
Cuando lo volvió a subir, la joven se maravilló otra vez. Pues el agua del cántaro brillaba tanto como el oro. Entonces mojó la punta de su dedo y la probó: el agua tenía el mismo gusto que de costumbre. Ruth levantó su cántaro y volvió rápidamente a casa. En cuanto abrió la puerta gritó:
-- “¡Abuela, mira lo que te traigo!” Y le hizo contemplar el agua que relucía como oro puro. “¡Mira! Ha guardado el destello de la estrella para que tu la pudieses ver”.
La anciana miró el agua pensativamente y dijo: “¿Cuál será esta luz que comienza a brillar sobre el mundo y que al agua pura le gusta conservar su destello?” Después volviéndose hacia Ruth añadió: “yo veo el reflejo de tus ojos. Guárdalo como lo más precioso”.
La noticia del agua de oro se extendió rápidamente y todos venían al pozo. Sacaban muchas cantidades, pero el agua de oro no se agotaba. Guardó su resplandor hasta… ¿hasta cuándo justamente? Hasta el día en que el niño Jesús nació en belén. Desde entonces él empezó a iluminar el mundo con su luz.

miércoles, 6 de diciembre de 2023

Programa para Adviento

         Florentino Ulibarri

Salir con los ojos bien abiertos, ligero de peso y erguido, libre y dispuesto.
Andar por las calles sin miedo,
otear el horizonte serenamente, saludar y tocar a la gente.
Escuchar el rumor de la vida, dejarse empapar por ella
y regalar cántaros de esperanza todos los días.
No dormirse en los laureles,
vigilar todo lo que acontece y esperar día y noche al que viene.
Volver con los pies polvorientos,
el corazón enternecido y preñadas las entrañas.
Entrar alegre en su casa, dejarse lavar y curar las llagas
y sentarse a comer en compañía.
Contar lo que me ha sucedido, escuchar a todos como amigo
y cantar con voz humana sus alabanzas.
Permanecer largo tiempo en silencio contemplando el misterio
y cuidando la vida que está floreciendo.
Eso es Adviento. Esto es Adviento.

Las tres pipas

Una vez un miembro de la tribu se presentó furioso ante su jefe para informarle que estaba decidido a tomar venganza de un enemigo que lo había ofendido gravemente. Quería ir inmediatamente y matarlo sin piedad. El jefe lo escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que tenía pensado, pero antes de hacerlo llenara su pipa de tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado del pueblo. El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol. Tardó media hora en terminar la pipa.
Luego sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el jefe para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero sí le daría una paliza grande para que nunca se olvidara de la ofensa.
Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó que, ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar. También esta vez el hombre cumplió su encargo y estuvo media hora meditando.
Después regresó a donde estaba el jefe y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos. Como siempre, fue escuchado con bondad, pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces anteriores. El hombre un tanto molesto, pero mucho más sereno se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo su tabaco y su bronca.
Cuando terminó, volvió al jefe y le dijo:
-- "Pensándolo mejor veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho".
El jefe le regaló dos cargas de tabaco para que fueran a fumar juntos al pie del árbol, diciéndole:
-- "Eso es precisamente lo que tenía que pedirte, pero no podía decírtelo yo; era necesario darte tiempo para que lo descubrieras tu mismo".

domingo, 3 de diciembre de 2023

Vigilad, Esperad, Orad, Amad

VIGILAD, porque no sabéis cuándo es el momento.
VIGILAD, porque siempre es el momento.
VIGILAD, para que no hagáis esperar al Señor que llega a vuestra casa.
VIGILAD, para descubrir las huellas que el Señor va dejando a su paso.
VIGILAD, para no caer en la tentación y saber desenmascarar las mentiras y engaños.
VIGILAD, porque Dios está siempre despierto.
VIGILAD, porque hay un hermano llorando.
VIGILAD, porque todas las cosas tienen su misterio.
VIGILAD, porque Dios está en cada encuentro y en cada acontecimiento.
VIGILAD, porque Cristo está siempre naciendo.
VIGILAD, porque Cristo está siempre muriendo.
VIGILAD, porque Cristo está siempre resucitando.
VIGILAD, porque hoy se nos ofrece una nueva oportunidad.
ESPERAD, porque Dios es sorpresa y promesa.
ESPERAD, porque la generosidad del Padre no tiene límites.
ESPERAD, porque Dios viene cada día.
ESPERAD, porque Dios es Enmanuel: Dios-con-nosotros.
ESPERAD, porque cada día puede ser Navidad.
ESPERAD, porque Cristo es inagotable.
ESPERAD, porque Dios nos sonríe en el Niño, en los niños.
ESPERAD, pero como la mujer en estado de "buena esperanza".
ORAD, pidiendo el pan de cada día: ¡Hoy!
ORAD, partiendo el pan de cada día: ¡Sí!
ORAD, pidiendo el don de cada día: ¡Ya!
ORAD, pidiendo el ángel del consuelo: ¡Paz!
ORAD, pidiendo la venida del Reino: ¡Venga!
ORAD, pidiendo el triunfo de la Pascua: ¡Aleluya!
ORAD, pidiendo: ¡Marana-tha! ¡Ven, Señor Jesús!
ORAD, preparando el camino al Señor.
ORAD, haciendo rectas las sendas al Señor.
AMAD, para que Cristo se haga presente.
AMAD, y sed así luz del mundo y sal de la tierra.
AMAD, haciendo así carne el Evangelio.
AMAD, para que las esperanzas y anhelos se cumplan.
AMAD, atentos a quienes más os necesiten.
AMAD, para abrir espacios de nueva humanidad.
AMAD, abriendo caminos a la fraternidad.
AMAD, y así, en vosotros, podrán tocar la eternidad de Dios.
AMAD, pero que sea de corazón, desde el fondo del alma.
AMAD, con el amor de Cristo, del Padre, don del Espíritu.

El Secreto de la gran piedra

Un día, yendo María y José hacia Belén, se encontraron con una piedra enorme. Estaba en medio del camino y lo ocupaba todo. Así es que todos los que por ahí pasaban tenían que buscarse un sendero entre los arbustos de ambos lados, o trepar por la enorme piedra.
Esta piedra tiene una historia muy especial.
Cuando se estaba construyendo el camino, siete hombres fuertes tuvieron que tratar de quitar con mucho esfuerzo la gran piedra hasta que la echaron a un lado.
Pero al día siguiente, cuando volvieron al trabajo, la piedra se encontraba otra vez en el mismo lugar de antes, como si siempre hubiera estado allí. Entonces los hombres protestaron furiosos, se remangaron y repitieron el duro trabajo. Pero al día siguiente la encontraron donde había estado antes. Estaban rojos de cólera, y con todas sus fuerzas la hicieron rodar nuevamente fuera del camino. Al día siguiente volvió a estar donde siempre había estado.
Esta vez no se enojaron, sino que se miraron desconcertados por este misterio. Decidieron entonces ir donde un ermitaño que vivía en el bosque y le contaron lo que había sucedido. El les escuchó atentamente, asintiendo con la cabeza y con aire comprensivo les dijo:
-- “Aquel que debe apartar del camino esta enorme piedra no ha llegado aún. Por lo tanto, dejad la piedra donde está y permitid que Aquel que tiene la misión de hacerlo, la haga rodar fuera del camino”.
Los hombres volvieron a su trabajo y siguieron su consejo. Así la piedra quedó allí, en medio, fastidiando a muchos viajeros.
También María y José se detuvieron delante de la piedra, pues José no podía hacerla rodar, ni siquiera con la ayuda del burrito.
Cuando estaban ahí, pensativos delante de esta enorme piedra, José tocó sin darse cuenta la piedra con su bastón. Fue un golpe muy suave, pero apenas la hubo tocado, ésta se rompió en dos partes, cayendo cada una de las dos mitades a ambos lados del camino. Y se pudo observar que la enorme piedra estaba llena de cristales que brillaban refulgentes a la luz del sol.
Poco tiempo después, el ermitaño pasó por este camino. Cuando vio la piedra rota y los cristales que brillaban en su interior, sus ojos se iluminaron y se dijo:
-- “Aquel a quien estaba destinado abrir el camino ha aparecido”, y su corazón se llenó de alegría y esperanza.

sábado, 2 de diciembre de 2023

María mujer de esperanza.

María mujer de esperanza. ¡Quédate con nosotros!
Enséñanos a esperar porque escasea el pan de la fraternidad,
porque nos hiere y golpean los males de este mundo.
Nos falta el vino de la alegría, la alegría de los niños y jóvenes,
el bullicio de calles y plazas.
Nos han robado el abrazo y el encuentro familiar.
María ven con nosotras, ven a nuestras casas,
a las casas de los más pobres, necesitados, enfermos.
Contigo recreamos la esperanza,
soñamos el nuevo amanecer, de un mundo más humano.
Contigo seguimos alumbrando el proyecto nuevo de Jesús.
Contigo seguimos tejiendo una humanidad fraterna y solidaria
y más comprometida con el evangelio de tu Hijo Jesús.
Contigo esperamos un nuevo amanecer.
¡Madre, no nos abandones!
Míranos con compasión, no nos dejes ¡Madre mía!

Un yogui junto al camino

Era un yogui errante que había obtenido un gran progreso interior. Se sentó a la orilla de un camino y, de manera natural, entró en éxtasis. Estaba en tan elevado estado que se encontraba ausente de todo lo que le rodeaba.
Poco después pasó por el lugar un ladrón y, al verlo, se dijo: "Este hombre, no me cabe duda, debe ser un ladrón que, tras haber pasado toda la noche robando, ahora se ha quedado dormido. Voy a irme a toda velocidad no vaya a ser que venga un policía a detenerle a él y también me coja a mí". Y huyó corriendo.
No mucho después, fue un borracho el que pasó por el lugar. Iba dando tumbos y apenas podía tenerse en pie. Miró al hombre sentado al borde del camino y pensó: "Éste está realmente como una cuba. Ha bebido tanto que no puede ni moverse". Y, tambaleándose, se alejó.
Por último, pasó un probado buscador espiritual y, al contemplar al yogui, se sentó a su lado, se inclinó y besó sus pies.

Moraleja: Así como cada uno proyecta lo que lleva dentro, así el sabio reconoce al sabio.

viernes, 1 de diciembre de 2023

Perseverancia

         J. M@ Rodriguez Olaizola SJ

Cuando falten las fuerzas, tú serás el sustento.
Cuando olvide el por qué, tú serás la memoria.
Cuando pierda las ganas, tú serás el aliento.
Cuando vacile la fe, tú serás la respuesta.
Cuando añore la alegría, tú serás el horizonte.
Cuando necesite valor tú serás el escudo.
Cuando tema el rechazo tú serás el abrazo.
Cuando confunda el camino, tú serás la guía.
Cuando quiera rendirme, tú serás el freno.
Cuando me aturda el ruido tú serás el silencio.
Cuando ignore el amor tú serás la pasión.
Cuando derroche los motivos tú serás la última reserva.
Y, siendo tú mi todo,
nada más hará falta para seguir adelante.

El examen

Tres estudiantes no se presentaron a un examen porque no estudiaron. Hicieron un plan: se untaron con grasa, aceite y gasolina y fueron al profesor:
-- Señora maestra, lo sentimos mucho, pero no pudimos ir al examen porque estábamos en una boda y en el camino de vuelta el coche se averió, así que estamos tan sucios como usted puede ver.
La maestra fue comprensiva y lo entendió. Así que les dio tres días para prepararse. Pasados los tres días, fueron al examen muy bien preparados porque habían estudiado.
La profesora los puso en salas separadas y les puso el examen que tenía solo 4 preguntas:
1. ¿Quién se casó con quién?
2. A qué hora se averió el coche
3. ¿Dónde exactamente se averió el coche?
4. Cuál es la marca del coche
A continuación añadió una nota: Si las respuestas coinciden, seréis aprobados. ¡Buena suerte!

Ser honesto significa elegir no mentir, no robar, no engañar de ninguna manera. 
La honestidad no es para pocos sino para todos. Porque cuando somos honestos, desarrollamos fuerza de carácter. 

Navidad 2023




Hoy, día en que celebramos el misterio de la Navidad, podríamos acercarnos al pesebre para escuchar el llanto de un niño y, al mismo tiempo, escuchar el llanto de Dios que nos sigue interpelando desde la humildad del pesebre.


UNA NOCHE DIFERENTE 23 diciembre 2010 · J. A. PAGOLA (Extractos de “Homilías”)
https://admaioremdeigloriam.wordpress.com/
La Navidad encierra un secreto profundo que, desgraciadamente, se les escapa a muchos de los que hoy celebrarán «algo», sin saber exactamente qué. Muchos no pueden ni siquiera sospechar que la Navidad nos ofrece la clave para descifrar el misterio último de nuestra existencia.
Generación tras generación, los hombres han gritado angustiados sus preguntas más hondas. ¿Por qué tenemos que sufrir, si desde lo más íntimo de nuestro ser todo nos llama a la felicidad? ¿Por qué tanta humillación? ¿Por qué la muerte si hemos nacido para la vida? Los hombres preguntaban. Y preguntaban a Dios porque, de alguna manera, cuando estamos buscando el sentido último de nuestro ser, estamos apuntando hacia él. Pero Dios parecía guardar un silencio impenetrable.
Ahora, en la Navidad, Dios ha hablado. Tenemos ya su respuesta. Pero Dios no nos ha hablado para decirnos palabras hermosas acerca del sufrimiento, ni para ofrecernos disquisiciones profundas sobre nuestra
existencia. Dios no nos ofrece palabras. No. «La Palabra de Dios se ha hecho carne». Es decir, Dios más que darnos explicaciones, ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestros interrogantes, sufrimientos e impotencia.
Dios no da explicaciones sobre el sufrimiento, sino que sufre con nosotros. No responde al porqué de tanto dolor y humillación, sino que él mismo se humilla. Dios no responde con palabras al misterio de nuestra existencia, sino que nace para vivir él mismo nuestra aventura humana.
Ya no estamos perdidos en nuestra inmensa soledad. Ya no estamos sumergidos en pura tiniebla. Él está con nosotros. Hay una luz. «Ya no estamos solitarios, sino solidarios». Dios comparte nuestra existencia.
Ahora todo cambia. Dios mismo ha entrado en nuestra vida. La creación está salvada. Es posible vivir con esperanza. Merece la pena ser hombre. Dios mismo comparte nuestra vida y con él podemos caminar hacia la plenitud. Por eso, la Navidad es siempre para los creyentes una llamada a renacer. Una invitación a reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre.
Recordemos esta mañana de Navidad las palabras del poeta Angelus Silesus: «Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón, estarás perdido para el más allá: habrás nacido en vano.»
Celebrar la Navidad es, ante todo, creer, agradecer y disfrutar de la cercanía de Dios. Estas fiestas sólo puede gustarla en su verdad más honda quien se atreve a creer que Dios es más cercano, más comprensivo y más amigo de lo que nosotros podemos imaginar.
Ese Niño nacido en Belén es el punto de la creación donde la verdad, la bondad y la cercanía cariñosa de Dios hacia sus criaturas aparece de manera más tierna y bella.
Sé muy bien cómo les cuesta hoy a muchas personas encontrarse con Dios. Quisieran creer de verdad en El, pero no saben cómo. Desearían poder rezarle, pero ya no les sale nada de su interior. La Navidad puede ser precisamente la fiesta de los que se sienten lejos de Dios.
En el corazón de estas fiestas en que celebramos al Dios hecho hombre, hay una llamada que todos, absolutamente todos, podemos escuchar:
«Cuando no tengas ya a nadie que te pueda ayudar, cuando no veas ninguna salida, cuando creas que todo está perdido, confía en Dios. El está siempre junto a ti. El te entiende y te apoya. El es tu salvación».
Siempre hay salida. Lo más importante de nuestro ser, lo más decisivo de nuestra existencia, está siempre en manos de un Dios que nos ama sin fin. Y esta confianza en Dios Salvador ha de abrirse paso en nuestro corazón, incluso cuando nuestra conciencia nos acuse haciéndonos perder la paz.
La fidelidad y la bondad de Dios están por encima de todo, incluso de toda fatalidad y todo pecado. Todo puede ser nuevo si nos abrimos confiadamente a su perdón. En ese Niño nacido en Belén, Dios nos regala un comienzo nuevo. Para Dios nadie está definitivamente perdido.
Sé que las fiestas de Navidad no son unas fiestas fáciles. El que está solo, siente estos días con más crudeza su soledad. Los padres que sufren el alejamiento del hijo querido, lo añoran estas fechas más que nunca. La pareja en que se va apagando el amor, siente aún más su impotencia para reavivar aquel cariño que un día iluminó sus vidas.
Sé también que estos días es fácil sentir dentro del alma la nostalgia de un mundo más humano y feliz que los hombres no somos capaces de construir. En el fondo, todos sabemos que, al margen de otras muchas cosas, no somos más felices porque no somos más buenos.
Pues bien, la Navidad nos recuerda que, a pesar de nuestra aterradora superficialidad y, sobre todo, de nuestro inconfesable egoísmo, siempre hay en nosotros un rincón secreto en el que todavía se puede escuchar una llamada a ser mejores y más felices porque contamos con la comprensión de Dios.
Si los hombres huimos de Dios, en el fondo es para huir de nosotros mismos y de nuestra superficialidad. No es de la bondad de Dios de la que queremos escapar, sino de nuestro vacío y nuestra mediocridad.
Felices los que, en medio del bullicio y aturdimiento de estas fiestas sepan rezar a un Dios cercano y acogerlo con corazón creyente y agradecido. Para ellos habrá sido Navidad.



El duencedillo del bosque de Navidad
Había una vez un pequeño duendecillo llamado Fundi. Aunque era pequeño, Fundi tenía un trabajo muy importante, el de cuidar de los gigantescos árboles que habitaban en el vasto bosque. Tenía una apariencia encantadora, con orejas tan largas que casi se confundían con hojas de la hierba, y poseía unos ojos tan misteriosamente encantadores que incluso la luna a veces se sentía tímida para brillar a su lado.
Fundi siempre llevaba un sombrero verde, tan verde como las copas de los árboles que cuidaba y siempre cargaba consigo una mágica lámpara que iluminaba todos los senderos oscuros del bosque que nunca había terminado de explorar en su totalidad.
Vivía alegremente en una casita escondida dentro de un viejo árbol que parecía tan antiguo como el propio bosque. Y cada mañana, al despertarse con los primeros rayos del sol, Fundi se ponía su sombrero verde, tomaba sus herramientas y comenzaba su día, revisando cada árbol del bosque, hablando con ellos, escuchando sus necesidades y asegurándose que estuvieran sanos y fuertes.
Fundi amaba su trabajo y lo hacía con gran felicidad en su corazón. Pero había algo más que él amaba aún más: ¡La Navidad! Le encantaban las primeras nevadas, cuando los copos de nieve cubrían las ramas de los árboles y lo convertían todo en un mágico paisaje blanco.
Navidad era una época especial para el pequeño duendecillo. Cuando llegaba, Fundi pasaba horas recolectando las más bonitas bellotas, hojas doradas y pequeñas bayas rojas. Con la ayuda de los pájaros, los colgaba en las ramas del mayor y más hermoso árbol del bosque, su árbol de Navidad.
Esa noche, Fundi invitaba a todas las criaturas del bosque para que ayudaran a encender su árbol. Todos venían, desde el más diminuto ratón hasta el más majestuoso ciervo. Luego, todos juntos, encendían las luces, y el bosque entero se iluminaba con un destello de luz brillante y cálida.
Pero no todo era diversión y juegos para Fundi durante la Navidad. También sabía que el invierno sería duro para sus amigos del bosque y trabajaba doble para asegurarse de que todos estuvieran a salvo y cómodos.
Fundi adoraba las Navidades, pero después de la celebración, siempre estaba listo para volver a su trabajo. Cuidar del bosque era su mayor alegría y tenía la determinación y el coraje de un gigante dentro de su pequeño cuerpo de duende.
Y así, año tras año, Fundi dedicaba sus días a cuidar de su amado hogar en el bosque y a todos sus amigos que vivían en él, esperando siempre con alegría y emoción la llegada de la próxima Navidad.
Si algún día te encuentras en un bosque la noche de Navidad, busca el árbol más alto y hermoso; tal vez puedas ver una figura pequeña con un sombrero verde y una lámpara brillante, y entonces sabrás que Fundi está allí, trabajando como siempre, feliz y satisfecho en su mundo mágico.



El sueño de María
José, dice María a su esposo, anoche tuve un sueño muy extraño, como una pesadilla. La verdad es que no lo entiendo. Se trataba de una fiesta de cumpleaños de nuestro Hijo.
La familia se había estado preparando por semanas decorando su casa. Se apresuraban de tienda en tienda comprando toda clase de regalos. Parece que toda la ciudad estaba en en lo mismo porque todas las tiendas estaban abarrotadas. Pero algo me extrañó mucho: ninguno de los regalos era para nuestro Hijo.
Envolvieron los regalos en papeles lindísimos y les pusieron cintas y lazos muy bellos. Entonces los pusieron bajo un árbol.
Sí, un árbol, José, ahí mismo dentro de su casa. También decoraron el árbol; las ramas estaban llenas de bolas de colores y ornamentos brillantes. Había una figura en el tope del árbol. Parecía un angelito. Estaba precioso.
Por fin, el día del cumpleaños de nuestro Hijo llegó. Todos reían y parecían estar muy felices con los regalos que daban y recibían. Pero fíjate José, no le dieron nada a nuestro Hijo. Yo creo que ni siquiera lo conocían. En ningún momento mencionaron su nombre.
¿No te parece raro, José, que la gente pase tanto trabajo para celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen? Me parecía que Jesús se habría sentido como un intruso si hubiera asistido a su propia fiesta de cumpleaños.
Todo estaba precioso, José y todo el mundo estaba tan feliz, pero todo se quedó en las apariencias, en el gusto de los regalos.
Me daban ganas de llorar porque esa familia no conocía a Jesús.
¡Qué tristeza tan grande para Jesús – no ser invitado a Su propia fiesta!
Estoy tan contenta de que todo era un sueño, José. ¡Qué terrible si ese sueño fuera realidad!
REFLEXIÓN: Todos los años, cuando se acerca la Navidad, pensamos en los regalos que vamos a hacer a nuestros seres queridos, en qué ricas comidas vamos a preparar y con quiénes compartiremos la mesa de NocheBuena, y todo termina transformándose sólo en eso: un intercambio de regalos y comidas y bebidas en abundancia.



Ojalá que nos acordemos del Sueño de María y en esta Navidad tengamos presente lo más importante: invitar a Jesús a nuestra mesa y compartir con El este momento.
Letanías de la espera por Sor Josephine Garret, CSFN
Mientras aguardamos y fomentamos la esperanza, puedes rezar las «letanías de la espera»

Señor, ten piedad. Cristo, ten piedad. Señor, ten piedad.
Del miedo a esperar, líbrame, Jesús.
Del miedo a la incertidumbre…
Del miedo al fracaso…
Del miedo al cambio…
Del miedo a que tus promesas no se cumplan…
Del miedo a que mi sufrimiento no tenga sentido…
Del miedo a que mi sufrimiento no dé fruto…
Del miedo a mis debilidades…
Del miedo a que tu gracia no sea suficiente…
Del miedo a que tu voluntad no sea para mi bien…
Del temor de que tus planes no cumplan los deseos de mi corazón, líbrame, Jesús.
De la creencia de que espero solo, líbrame, Jesús.
De la creencia de que espero porque he hecho algo malo…
De la creencia de que esperaré para siempre sin resolución…
De la creencia de que espero porque nunca responderás…
De la creencia de que me has abandonado en mi espera…
De la burla de la tentación y el desánimo que me susurran cuando estoy esperando, líbrame, Jesús.
Cuando sea difícil esperar con alegría, Jesús, esperaré contigo.
Cuando mis oraciones parezcan sin respuesta…
Cuando mis luchas sean abrumadoras…
En mis alegrías…
En mis penas…
En los acontecimientos ordinarios de la vida diaria…
En los momentos de celebración…
Cuando me siento estancado…
En el discernimiento de las grandes decisiones…
Cuando estoy cansado…
Cuando estoy enfermo…
Cuando estoy inseguro…
Cuando nadie espera conmigo…
A lo largo de la peregrinación de mi vida, Jesús, esperaré contigo.
Hijo de Dios, Emmanuel, Tú eres mi esperanza. En toda circunstancia, ayúdame a esperar contigo, en ti y por ti. Amén.




Han desalojado a Jesús      Chiara Lubich

Se acerca la Navidad y las calles de la ciudad se cubren de luces.
Una fila interminable de comercios, una riqueza refinada, pero exorbitante. A la izquierda de nuestro coche una fila de escaparates llama nuestra atención. Al otro lado del cristal nieva suavemente: ilusión óptica. Después, niños y niñas montados en trineos tirados por remos y animalitos "waltdisneyanos". Y más trineos y Papá Nöel y cervatillos, cerditos, liebres,
ranas, títeres y enanos rojos. Todo se mueve con garbo.
¡Ah! Ahí están los angelitos... ¡qué desilusión! Son pequeñas hadas inventadas
recientemente como adornos del paisaje blanco.
Un niño con sus padres se pone de puntillas y observa absorto.
Pero, en mi corazón brota la incredulidad y, después, casi la rebelión. ¡Este
mundo rico se ha adueñado de la Navidad y de todo su entorno y han desalojado a Jesús!
De la Navidad ama la poesía, el ambiente, la amistad que suscita, 
los regalos que sugiere, las luces, las estrellas, los cantos. 
Piensa en Navidad para sacar la mejor ganancia del año. 
Pero no piensa en Jesús.
"¡Vino entre los suyos y no le recibieron...!
"No había sitio para El en la posada"... ni siquiera en Navidad.
Esta noche no he podido dormir. Este pensamiento me ha tenido en vela. 
Si volviese a nacer haría muchas cosas. Si no hubiese fundado la Obra de María, fundaría 
una que sirviese a las Navidades de los hombres en la tierra. Imprimiría las postales
más bonitas del mundo. Crearía estatuas y figurillas con el arte más preciado.
Grabaría poesías, canciones antiguas y actuales, ilustraría libros para niños y adultos
sobre este "misterio de amor", escribiría guiones para representaciones o películas.
No sé lo que haría...
Hoy estoy agradecida a la Iglesia por haber salvado las imágenes.
Cuando estuve, hace veinticinco años en un país dominado por el ateísmo, un sacerdote esculpía estatuas de ángeles para recordarle el cielo a la gente.
Hoy lo comprendo mejor. Es una exigencia que se siente ante el ateísmo práctico que invade el mundo por todas partes. Realmente este quedarse con la Navidad y excluir al Recién Nacido es algo que apena.
Que por lo menos, en todas nuestras casas se grite Quién ha nacido, haciéndose una fiesta como nunca.

Han desalojado a Jesús: 



La leyenda de Navidad ‘La flor de Pascua’
Cuenta una hermosa leyenda mexicana que hace mucho, pero que mucho tiempo, los habitantes de un pequeño pueblo de México, se reunían en una iglesia cada año para dejar un regalo al niño Jesús.
Al pequeño Pablo le gustaba mucho esa tradición, porque durante ese día, veía muchísima gente llegar desde bien lejos con regalos muy vistosos y coloridos. Algunos traían el mejor pan, frutas, incluso lana o preciosos objetos tallados en madera. Todas estas personas, subían la colina que llevaba hasta la iglesia y depositaban allí sus presentes.
Pasaban los años y la tradición se mantenía. Pero Pablo cada vez estaba más triste. A él le gustaría poder llevar un regalo, como todas esas personas, pero su familia era tan pobre que no tenían ni zapatos para su hijo.
Un año, Pablo acompañó a todas las personas hasta la iglesia y, una vez allí, se escondió en un rincón para admirar todos los regalos. Eran hermosos, muy hermosos. Se puso tan triste al entender que él nunca podría llevar un regalo al niño Jesús, que comenzó a llorar.
Fue entonces cuando sucedió algo maravilloso: de las lágrimas que caían al suelo, comenzó a crecer una planta. Era una hermosa flor con enormes pétalos rojos.
Pablo entonces comprendió que esa flor era un regalo de Dios para que se la llevara al niño Jesús. ¡No podía haber encontrado un regalo mejor! Y Pablo llevó, descalzo, su preciosa flor roja hasta el lugar en donde se depositaban los regalos al niño Dios.
Las demás personas se sorprendieron mucho. Al ver esa flor, que jamás antes habían visto, pensaron que era un milagro, y una señal. Decidieron llamar a esa planta Flor de Pascua o Flor de Nochebuena. La cuidaron y consiguieron muchas más idénticas.
A partir de entonces, todos ponían en sus casas, en un lugar visible, una preciosa Flor de Pascua, para indicar que comenzaba la Navidad y recordar el regalo que Pablo hizo al niño Jesús.


La tienda del cielo (Una historia que nos enseña cuanto nos ama Dios)
Con motivo de la Navidad fui de compras buscando cuales serían los regalos que necesitaba adquirir para mis seres queridos. Buscaba algo diferente este año.
Un regalo que al recibirlo les causara alegría, satisfacción y que pudieran utilizar por toda su vida. Finalmente, después de varios días de estar buscando vi un letrero que decía "La tienda del cielo", me fui acercando y la puerta se fue abriendo. Cuando me di cuenta ya estaba adentro.
Me recibió un Angel dándome una canasta y me dijo "compra con cuidado", todo lo que un cristiano necesita, estaba en aquella tienda.
Y agregó el Angel: "lo que no puedas llevar ahora, lo podrás llevar después". Primero compré paciencia, también el amor, estaba en la última estantería, más abajo estaba el gozo, para estar siempre alegre.
Compre dos cajas de paz para mantenerme tranquilo y dos bolsas repletas de fe para los retos de próximo año. Recordé que necesitaba mostrar benignidad, bondad y mansedumbre con mis semejantes; así mismo, no podía olvidarme la templanza necesaria para controlar mi temperamento en todo momento de modo que compre una de cada una.
Llegué por fin a la salida y le pregunté al Angel: "¿Cuánto le debo?". Él me sonrió y me respondió: "Hijo Mío, ¡JESÚS pagó tu deuda hace mucho tiempo!"
Hijo, tu eres la tienda y puedes abrirla todos los días, el Angel soy Yo, el Espíritu Divino que mora dentro de ti, y los regalos son el fruto del Espíritu. Antes que despiertes de tu sueño quiero compartirte el verdadero sentido de la Navidad.
Escucha con cuidado. Estos regalos son especiales para esta ocasión, pero si los abres durante todo el año, te producirán gran gozo a tí y a los que se los compartas.
Más importante aún. Te has dado cuenta que tu hijo (a) hace más caso de lo que le enseñas con el ejemplo de que lo que le dices que haga. Bueno, si tu empiezas abrir estos regalos durante todo el año, él (ella) te va empezar a imitar y así sus hijos y los hijos de sus hijos. Cuando despiertes, ¡comparte este sueño con todas las personas que puedas!

miércoles, 29 de noviembre de 2023

Diario de buenas noticias

        Seve Lázaro, SJ.

Ser en la vida buena noticia,
ser gesto, palabra, imagen, silencio, canción.
Salir a la calle a diario, llegar hasta el último rincón.
Llevar sin tardar, para todos, bocados de aliento… de Dios.
Vivir de tal manera, que a algunos despierte curiosidad
nuestro vivir con menos, con otros, con riesgo, con gratuidad.
Dejar que los otros, los pobres, coman de nuestro tiempo,
hasta encontrar en ellos, nosotros, la extraviada identidad.
Y siempre, siempre, siempre, buscar el sitio entre la gente.
Pues toda ella es, sin dudarlo, la buena noticia de Dios.
Posar sus miedos, alzar sus sueños, andar sus pasos intermitentes,
hasta lograr que todos destapen el gran tesoro que son.

Los brazaletes de oro

Había una mujer que, a fuerza de una actitud recta y perseverante, había obtenido grandes logros espirituales. Aunque desposada, siempre hallaba tiempo para conectar con la Divinidad. Desde niña, había lucido en las muñecas brazaletes de cristal.
La vida se le iba consumiendo, como el rocío se derrite cuando brotan los primeros rayos del sol. Ya no era joven, y las arrugas dejaban sus huellas indelebles en su rostro.
Un día, su amado esposo fue tocado por la dama de la muerte y su cuerpo quedó tan frío como los cantos rodados del riachuelo en el que se refrescaba en la estación del calor. Cuando el cadáver fue incinerado, la mujer se despojó de los brazaletes de cristal y se colocó unos de oro.
La gente del pueblo no pudo por menos que sorprenderse. ¿A qué venía ahora ese cambio? ¿Por qué en tan dolorosos momentos abandonaba los brazaletes de cristal y se ponía los de oro?
Algunas personas fueron hasta su casa y le preguntaron la razón de ese proceder.
La mujer hizo pasar a los visitantes. Parsimoniosamente, con la paz propia de aquel que comprende y acepta el devenir de los acontecimientos, preparó un sabroso té especiado.
Mientras los invitados saboreaban el líquido humeante, la mujer dijo:
-- ¿Por qué os sorprendéis? Antes, mi marido era tan frágil como los brazaletes de cristal, pero ahora él es fuerte y permanente como estos brazaletes de oro.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Padre nuestro del Reino

Señor, al final del tiempo ordinario,
nos enfrentas a las grandes preguntas de la vida.
Padre nuestro que estás y reinas en el cielo,
que estás también y quieres reinar en la tierra;
ayúdanos a ser y vivir como hermanos.
Que tu nombre sea bendito,
santificado, respetado; que todos te conozcan,
y que nosotros te demos a conocer en nuestra vida.
Que venga tu reino:
que construyamos la justicia, la solidaridad, la paz;
que nadie muera de hambre, ni de sed, ni de odio;
que a nadie excluyamos, ni marginemos, ni discriminemos.
Que te queramos a ti, Padre,
y descubramos a Jesús en el hermano
que pasa a nuestro lado y nos necesita.
Que venga tu reino, tu Espíritu,
y se adueñe de nuestros corazones
y empiece en ellos a reinar con fuerza,
para que nos empeñemos ya en hacer tu voluntad
en la tierra, como se hace en el cielo;
para que anticipemos ya en la Tierra
el reino de solidaridad que hay en el cielo. Amén.

Al final nos examinarán del amor

Se encontraba una familia pasando el día en la playa. Los niños estaban haciendo castillos de arena junto al agua cuando, a lo lejos, apareció una anciana, iba despeinada y sus vestidos estaban sucios y harapientos, que recogía cosas del suelo y las introducía en una bolsa, mientras se hablaba sola.
Los padres llamaron junto a sí a los niños y les dijeron que no se acercaran a la anciana. Cuando ésta pasó junto a ellos, inclinándose una y otra vez recogiendo cosas del suelo, dirigió una sonrisa a la familia. Pero no le devolvieron el saludo.
Unas semanas más tarde leyeron la noticia: aquella la anciana llevaba toda su vida limpiando la playa de cristales y objetos peligrosos para que los niños no se hirieran los pies.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Talentos

José María R. Olaizola SJ

Si el pintor entierra sus pinceles
y la bailarina sus zapatillas.
Si el cantor se calla y el sabio olvida.
Si se apaga el fuego.
Si muere el viento.
Si se seca el pozo.
Si el novelista deja de imaginar
y el fotógrafo cierra los ojos
¿Quién dibujará las olas?
¿Quién trazará, con su cuerpo, siluetas imposibles?
Nadie cantará.
Se disipará la memoria,
maestra de niños y roca de ancianos.
Huirá el calor de la piel, y del alma.
Se detendrá el molino.
Se extenderá la sed por el mundo.
Los pobladores de relatos eternos no llegarán a nacer.
Nadie apresará la magia fugaz de un instante.
¡No bajes los brazos!
¡No entierres el talento en la tierra amarga
de la inseguridad y el desaliento!
¿Cuándo descubrirás la grandeza que hay en tus manos,
el poder que hay en tus sueños?

Una caña de bambú para el más tonto del reino

Existía un próspero reino en el norte de la India. Su monarca tenía ya una edad avanzada. Un día hizo llamar a un yogui que vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo:
-- Hombre piadoso, tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Te diré lo que debes hacer. Viajarás de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta, le entregaras esta caña.
-- Aunque no reconozca otro rey que, a la Divinidad, señor, haré lo que me dices por complacerte. Me pondré en camino enseguida. El yogui cogió la caña que le había dado el monarca y partió raudo. Viajó sin descanso, recorriendo todos los caminos de la India. Pasó por muchos lugares y conoció muchas personas, pero no halló ningún ser humano al que considerase el más tonto. Transcurrieron algunos meses y volvió hasta el palacio del rey. Tuvo noticias de que el monarca había enfermado de gravedad y corrió hasta sus aposentos. Los médicos le explicaron al yogui que el rey estaba en la antesala de la muerte y se esperaba un fatal desenlace en minutos. El yogui se aproximó al lecho del moribundo.
Con voz quebrada pero audible, el monarca se lamentaba:
-- ¡Qué desafortunado soy, qué desafortunado! Toda mi vida acumulando enormes riquezas y, ¿qué haré ahora para llevarlas conmigo? ¡No quiero dejarlas, no quiero dejarlas!
En aquel momento, al oír al rey, el yogui entregó la caña de bambú al rey.

Puedes ser un monarca, pero de nada sirve si tu actitud es la de un mendigo. Sólo aquello que acumulas dentro de ti mismo te pertenece. No hay otro tesoro que el amor.

jueves, 23 de noviembre de 2023

Canción de Zaqueo

       José Mª Rodríguez Olaizola

Quisiste entrar en mi casa cuando tantos la evitaban.
No te importó mi pasado ni pusiste condiciones.
No tomaste precauciones al conocer mi pecado.
Aunque tantos criticaban tu transgresión aparente
o tu conducta blasfema,
prescindiste de esa gente que siempre aduce problemas
y viste mi sufrimiento.
Transformaste el horizonte.
Tu palabra fue alimento para mi hambre de esperanza.
Como aquel día, en el monte,
fue tu bienaventuranza la promesa de otra vida,
yo te ofrecí mis derrotas, tú sanaste mis heridas.

El pez y la tortuga

Amanecía. Los primeros rayos del sol se reflejaban en las aguas azules del mar de Arabia. Una tortuga salía de su sueño profundo y se desperezaba en la playa. Abrió los ojillos y, de repente, vio un pez que sacaba la cabeza del agua. Cuando el pez se percató de la presencia de la tortuga, le preguntó:
-- Amiga tortuga, presiento que hay sabiduría en tu corazón y quiero hacerte una pregunta: ¿qué es el agua?
La tortuga no dijo nada. No podía creer lo que le preguntaba aquel pez que estaba cerca de ella. Cuando se dio cuenta de que no seguía durmiendo y el suceso no era parte de un sueño, repuso:
-- Amigo pez, has nacido en el agua, en el agua estás viviendo y en el agua hallarás la muerte. Alrededor de tu cuerpo hay agua y agua hay dentro de tu cuerpo. Te alimentas de lo que en el agua encuentras y en el agua te reproduces. ¡Y tú, pez necio, me preguntas qué es el agua!

miércoles, 22 de noviembre de 2023

Canta y alaba al Señor con los Salmos

En la fiesta de santa Cecilia Patrona de los músicos

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. (Salmo 146)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca (Salmo 149)
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. (Salmo 40)
Y yo te daré gracias, Dios mío, con el arpa, por tu lealtad;
tocaré para ti la cítara, Santo de Israel;
te aclamarán mis labios, Señor; mi alma, que tú redimiste;
y mi lengua todo el día recitará tu justicia, |(Salmo 71)
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. (salmo 95)
Cantad al Señor un cántico nuevo, | porque ha hecho maravillas.
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.
Tañed la cítara para el Señor con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. (Salmo 98)
Voy a cantar la bondad y la justicia,
para ti es mi música, Señor; (Salmo 101)

Música para las nubes

       Pedro Pablo Sacristán

Había una vez un pequeño país castigado por una larga sequía. Llevaba tanto tiempo sin llover que la gente comenzaba a pasar hambre por culpa de las malas cosechas.
Coincidió que en esos mismos días un grupo de músicos cruzaba el lugar tratando de conseguir unas monedas como pago por sus conciertos. Pero con tantos problemas, nadie tenía ganas de música.
-- Pero si la música puede ayudar a superar cualquier problema -protestaron los músicos sin conseguir ni un poquito de atención.
Así que los artistas trataron de descubrir la causa de que no lloviera. Era algo muy extraño, pues el cielo se veía cubierto de nubes, pero nadie supo responderles.
-- Lleva así muchos meses, pero ni una sola gota han dejado caer las nubes, les dijeron.
-- No os preocupéis, nosotros traeremos la lluvia a esta tierra -respondieron- e inmediatamente comenzaron a preparar su concierto en la cumbre de la montaña más alta.
Todos los que lo oyeron subieron a la montaña, presa de la curiosidad. Y en cuanto el director de aquella extraña orquesta dio la orden, los músicos empezaron a tocar.
De sus instrumentos salían pequeñas y juguetonas notas musicales, que subían y subían hacia las nubes. Era una música tan saltarina, alegre y divertida, que las simpáticas notas comenzaron a juguetear con las suaves y esponjosas barrigotas de las nubes, y tanto las recorrieron por arriba y por abajo, por aquí y por allá, que se formó un gran remolino de cosquillas, y al poco las gigantescas nubes estaban riendo por medio de grandes truenos.
Los músicos siguieron tocando animadamente y unos minutos más tarde las nubes, llorando de pura risa, dejaron caer su preciosa lluvia sobre el pequeño país, con gran alegría para todos.
Y en recuerdo de aquella lluvia musical, cada habitante aprendió a tocar un instrumento y, por turnos, suben todos los días a la montaña para alegrar a las nubes con sus bellas canciones

martes, 21 de noviembre de 2023

A la Presentación de la Virgen María

Santa Madre María, tú que desde temprana edad 
te consagraste al Altísimo,
aceptando desde tu libertad servirle como templo inmaculado,
tú que confiando en tus santos padres, San Joaquín y Santa Ana,
respondiste con obediencia amorosa a la llamada de Dios Padre,
tú que ya desde ese momento 
en el que tus padres te presentaron en el Templo
percibiste en tu interior el profundo designio de Dios Amor;
enséñanos Madre Buena a ser valientes seguidores de tu Hijo,
anunciándolo en cada momento de nuestra vida
desde una generosa y firme respuesta al Plan de Dios. Amén.