lunes, 18 de diciembre de 2023

Pesebre de amor

- Hace tiempo que un viajero en uno de sus viajes por el mundo, llegó a una tierra en la que le llamó la atención la belleza de sus arroyos que cruzaban los campos y los sembrados. Habiendo caminado ya un rato, se encontró con las casas del pueblo, sencillas, coloridas y con las puertas abiertas de par en par. No podía creerlo... él venía de un lugar muy distinto. Se fue acercando, pero su sorpresa fue mayor cuando tres niños, hermanitos, salieron a recibirlo y lo invitaron a pasar, los padres de los niños invitaron al viajero a quedarse con ellos unos días.
- El viajero aprendió muchas cosas, por ejemplo, a hornear el pan, trabajar la tierra, ordeñar las vacas, pero había una de las cosas que hacían de la cual no podía descubrir el significado, cada día y algunos días en varias ocasiones el papá, la mamá y los hermanos se acercaban a una mesita donde habían colocado las figuras de María y José, un burrito y una vaca. Despacito dejaban una ramita entre María y José.
- Con el correr de los días el colchoncito de pajitas iba aumentando y se hacía más mullido. Cuando le llegó al viajero el momento de partir, la familia le entregó un pan calentito y frutas para el camino, lo abrazaron y lo despidieron. Ya se iba cuando dándose vuelta les dijo:
- Una cosa quisiera llevarme de este hermoso momento.
- Por supuesto, le contestaron. ¿Qué más podemos darte para el camino?
- ¿Por qué iban dejando esas ramitas a los pies de María y José?, preguntó el viajero.
Ellos sonrieron y el niño más pequeño respondió:
- Cada vez que hacemos algo con amor, buscamos una ramita y la llevamos al pesebre. Y así vamos preparando la cuna para que cuando llegue el niño Jesús, María tenga un lugar para recostarlo. Si amamos poco, el colchón va a ser un colchón delgado y por lo mismo frío. Pero si amamos mucho, Jesús va a estar más cómodo y calentito.
El viajero parecía comprenderlo todo. Sintió ganas de quedarse con esa familia hasta Nochebuena, pero una voz dentro de él lo invitó a llevar por otros pueblos lo que había conocido, tanto de nuevas labores, como de los corazones sencillos y tan llenos de amor, como los de esa familia.

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