martes, 26 de diciembre de 2023

El gusano de luz

Era invierno y el niño Jesús acababa de nacer. Estaba acostado en las pajas del pesebre y tenía frío.
La Virgen y San José le miraban; la mula y el buey se acercaron para calentar al Niño con su aliento. El Niño Dios abría sus manos para percibir el calor de los animales y les sonreía en medio del frío.
Poco a poco, otros animales que estaban en el establo de Belén también se acercaron para dar al Niño algo de calor.
Las palomas se arrancaron algunas plumas más suaves y con ellas hicieron un colchoncito. La oveja se cortó con sus dientes unos vellones de lana blanca y cubrió con ellos el cuerpo tembloroso del Niño Jesús. Una araña se puso a trabajar muy deprisa y tejió una tela brillante y fina que colocó sobre la cabeza del Niño Jesús.
Un gusanito, escondido en un rincón, también quería llevar algo al Niño recién nacido. Pero, ¿qué le podía ofrecer?...
El no tenía plumas como las palomas; tampoco lana como las ovejas y no sabía hilar como las arañas. ¡Estaba tan triste...!
Salió de su rincón y arrastrándose por la hierba seca vio una florecilla que ya se había secado, pero que todavía daba buen olor. La cogió y con mucho trabajo, fue subiendo hasta llegar a las pajas donde estaba acostado el Niño. Se acercó a Él y con mucho cariño puso en su mano la florecilla.
Cuando le vieron el buey, la mula, las palomas, la oveja y la araña, le miraron un poco burlones.
El pequeño gusanito tuvo vergüenza y quiso esconderse entre las pajas. Pero el Niño Jesús extendió su mano y lo cogió sonriendo. La Virgen y San José también sonrieron. Y aquellas sonrisas fueron para el gusanito el mejor premio y le llenaron de alegría y de felicidad.
Entonces, el Niño Dios pidió a la blanca luz uno de sus rayos. Quitó de él un poco de resplandor y se lo dio al gusanito que brilló en el pesebre. Todos los animales lo contemplaban admirados:
- ¡Qué precioso está el gusanito!
Así se convirtió en un gusanito de luz que brilló en el Portal de Belén.
Desde entonces, el gusano de luz brilla en las praderas con un pequeño resplandor que el Niño Jesús le regaló en la Nochebuena en el establo de Belén.

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