miércoles, 29 de noviembre de 2023

Los brazaletes de oro

Había una mujer que, a fuerza de una actitud recta y perseverante, había obtenido grandes logros espirituales. Aunque desposada, siempre hallaba tiempo para conectar con la Divinidad. Desde niña, había lucido en las muñecas brazaletes de cristal.
La vida se le iba consumiendo, como el rocío se derrite cuando brotan los primeros rayos del sol. Ya no era joven, y las arrugas dejaban sus huellas indelebles en su rostro.
Un día, su amado esposo fue tocado por la dama de la muerte y su cuerpo quedó tan frío como los cantos rodados del riachuelo en el que se refrescaba en la estación del calor. Cuando el cadáver fue incinerado, la mujer se despojó de los brazaletes de cristal y se colocó unos de oro.
La gente del pueblo no pudo por menos que sorprenderse. ¿A qué venía ahora ese cambio? ¿Por qué en tan dolorosos momentos abandonaba los brazaletes de cristal y se ponía los de oro?
Algunas personas fueron hasta su casa y le preguntaron la razón de ese proceder.
La mujer hizo pasar a los visitantes. Parsimoniosamente, con la paz propia de aquel que comprende y acepta el devenir de los acontecimientos, preparó un sabroso té especiado.
Mientras los invitados saboreaban el líquido humeante, la mujer dijo:
-- ¿Por qué os sorprendéis? Antes, mi marido era tan frágil como los brazaletes de cristal, pero ahora él es fuerte y permanente como estos brazaletes de oro.

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