lunes, 31 de diciembre de 2018

Oración en el final del año

Bendito seas, Padre, creador del universo, Dios de la vida,
origen y destino de todo lo que existe.
Te damos gracias por este año que termina:
Por los campos y las fabricas,
que proporcionan a la gente trabajo y alimento;
por la luz del sol y por la electricidad, por la carne, el pescado,
el agua y el azúcar; por el sol del verano y la nieve del invierno;
por la vista, el oído, la inteligencia, y por la maravilla de cada ser humano.
Te damos gracias, sobre todo, Señor, porque sigues amando todo lo creado,
a cada piedra como a cada ángel.
Gracias a tu amor sigue existiendo todo;
y sabemos que no te arrepientes nunca,
porque amas el mundo en tu Hijo muy amado. Amén.

El felicímetro


                                                Pedro Pablo Sacristán

Dani estaba muy disgustado con los Reyes Magos. Era un niño muy bueno, pero le molestaba tremendamente ver que casi todos los años otros muchos niños, claramente más malos, recibían más juguetes por Navidad. Y fueron tantas sus quejas, que una noche el propio Paje Real apareció con su carroza en su habitación, y le llevó con él a donde los Reyes Magos preparan los juguetes.
- Quiero enseñarte el mayor de los secretos -le dijo el Paje Real-. Si vienes te mostraré cómo decidimos cuántos juguetes recibe cada niño en Navidad.
Cuando llegaron, el Rey Gaspar le mostró algunos raros artilugios, mientras le explicaba:
- Esto fue nuestro primer medidor de juguetes. Era una balanza, y los juguetes se regalaban por peso. Dejamos de usarlo cuando un niño recibió tantos globos que al explotar derrumbaron las paredes de su casa.
- Ese otro con forma de molde se llamaba "igualator". Servía para asegurarnos de que todos los niños recibieran los mismos juguetes, pero como luego no tenía gracia cambiarlos con otros niños, nadie los quería... Puff, casi nos quedamos sin trabajo, hubo un año que recibimos muy pocas cartas y tuvimos que cambiarlo a toda prisa...
Y así fue hablando de los inventos que habían utilizado; algunos realmente ridículos, otros un poco simplones, hasta que finalmente dijo:
- ... Pero todo se arregló con este invento, y desde entonces cada año recibo muchos más millones de cartas que el anterior. Se llama Felicímetro, y sirve para medir la felicidad de los niños. Cuando visitamos un niño, ponemos en el felicímetro todo lo que tiene, y automáticamente nos dice los mejores regalos para él.
- Pues debe estar estropeado, a mí siempre me tocan pocos regalos...-protestó el niño.
- ¡Qué va! funciona perfectamente. Los niños que como tú tienen muchos amigos, unos papás y hermanos que les quieren mucho, son generosos y no buscan la felicidad en las cosas; tienen miles de puntos en el felicímetro, y regalarles muchos juguetes sólo podría bajárselos. Sin embargo, los niños que están más solos, o cuyos papás les hacen menos caso, o que no tienen hermanos ni amigos, tienen tan pocos puntos que da igual cuántos regalos añadamos al felicímetro: nunca pasan de la mitad... ése es el gran secreto del felicímetro: reciben más quienes de verdad menos tienen.
Como no parecía terminar de creerlo, aquella Navidad Dani acompañó el Paje Real en su carroza llevando el felicímetro, comprobando él mismo cómo quienes más regalos recibían eran los menos felices de todos. Y no pudo evitar llorar cuando vieron un niño muy rico pero muy triste, que después de haber abierto cien regalos, pasó la noche solito en su habitación...
Y sintió tanta pena por esos niños, que ya nunca más volvió a envidiar sus regalos y sus cosas, y se esforzó cada día por hacerles llegar a aquellos niños una pequeña parte de su gran felicidad.

domingo, 30 de diciembre de 2018

Oracion por la Familia

                Madre Teresa de Calcuta

Padre Celestial, nos has dado un modelo de vida
en la Sagrada Familia de Nazaret.
Ayúdanos, Padre amado, a hacer de nuestra familia
otro Nazaret, donde reine el amor, la paz y la alegría.
Que sea profundamente contemplativa,
intensamente eucarística y vibrante con alegría.
Ayúdanos a permanecer unidos por la oración en familia
en los momentos de gozo y de dolor.
Enséñanos a ver a Jesucristo en los miembros de nuestra familia
especialmente en los momentos de angustia.
Haz que el corazón de Jesús Eucaristía
haga nuestros corazones mansos y humildes como el suyo,
ayúdanos a sobrellevar las obligaciones familiares
con paz y serenidad, de una manera santa.
Haz que nos amemos más y más unos a otros cada día
como Dios nos ama a cada uno de nosotros
y a perdonarnos mutuamente nuestras faltas
como Tú perdonas nuestros pecados.
Ayúdanos, oh Padre amado, a recibir todo lo que nos das
y a dar todo lo que quieres recibir con una gran sonrisa.
Inmaculado Corazón de María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.
Santo ángel de la Guarda permanece a nuestro lado, guíanos y protégenos. Amén.

El belén parroquial


Hacía mucho frío y un vientecillo del Norte que pelaba. El párroco, con paso firme y muy ligero, acurrucado en su sotana y con la bufanda tapado por encima de la nariz, atravesaba la plaza. Se dirigía a la iglesia para preparar y adornar el altar. En unas horas se celebraría la Misa del Gallo y no sabía cómo se las iba a arreglar para terminar el Belén grande que colocaba delante del altar, pues no tenía figuras de pastores aquella humilde parroquia. Al llegar a la puerta se encontró a una anciana que, rebujada en una raída manta apretaba a tres pequeñines, intentando guarecerlos del intenso frío. No eran del pueblo. El párroco jamás los había visto.
- ¡Hola señora! ¿Qué hace usted aquí y con estas pobres criaturas?
- Verá usted Padre, íbamos por la carretera haciendo autostop, nadie nos subía a su coche y como ya se hacía de noche, decidí que la pasaríamos aquí al abrigo del porche, hasta emprender de nuevo el camino.
El cura les invitó a pasar dentro de la iglesia y les proporcionó calor y alimentos. Para la Misa, les propuso que hicieran de figuras de aquel Belén: a la anciana la vistió de pastora y a los niños de pastorcillos, los colocó en el altar y les rogó que no se movieran. Lo hicieron tan bien que, los feligreses, llegaron a creer que eran figuras de cera construidas a tamaño natural.
El Párroco en la puerta, despedía a todos los asistentes que, muy emocionados, le felicitaban por aquel logro. “Parece como un milagro”, agregaban.
Tras cerrar la puerta, el párroco se dirigió al altar con el fin de aposentar a la anciana y sus pequeñines en la Sacristía, pero cual fue su sorpresa cuando comprobó que allí no había nadie. Buscó por todos los rincones de la Iglesia y, ¡nada!, ¡habían desaparecido! Al final, este buen cura no hacía más que pensar: “¿Habrá sido un milagro?, tendré que pensar como mis feligreses.

sábado, 29 de diciembre de 2018

Bienaventuranzas de la Navidad

                        J. Leoz

Bienaventurada sea la Navidad, porque nos trae la paz que el mundo no nos da.
Bienaventurada sea la Navidad, porque lo grande lo convierte en pequeño.
Bienaventurada sea la Navidad, porque una estrella ilumina el firmamento.
Bienaventurada sea la Navidad, porque Dios toma la forma de humano.
Bienaventurada sea la Navidad, porque las distancias se acortan.
Bienaventurada sea la Navidad, porque el corazón del hombre se ennoblece.
Bienaventurada sea la Navidad, porque los adversarios se dan la mano.
Bienaventurada sea la Navidad, porque el amor desciende a la tierra.
Bienaventurada sea la Navidad, porque los sencillos ven a Dios.
Bienaventurada sea la Navidad, porque el silencio habla del Misterio de Dios.
Bienaventurada sea la Navidad, porque la calma, nos trae un acontecimiento: Jesús.
Bienaventurada sea la Navidad, porque un Niño nos enseña el camino para ser felices: Dios.
Bienaventurada sea la Navidad, porque, al nacer Jesús, es la Noche Buena más importante del año.
Bienaventurada sea la Navidad, porque unos pastores nos enseñan su riqueza: la bondad.
Bienaventurada sea la Navidad, porque unos reyes nos indican su realeza: sólo Dios es rey.

Navidad del recuerdo


                                    Federico Serradilla

De cuando yo era niño, recuerdo especialmente, aquellas Nochebuenas en las que, subido en el que había sido el butacón de mi abuelo, pegaba mi naricilla al cristal de la ventana para observar los copos de nieve que caían pausadamente sobre el suelo. Mientras, los mayores, deambulaban por la casa. Mis tías y mi madre, preparaban la mesa y la cena.
De la cocina, salían aquellos olores que yo, niño glotón, anticipaba durante todo el año en mis mejores sueños. Mi madre, que siempre había sido una gran cocinera, preparaba con cariño, aquellos platos que ella casi nunca llegaba a disfrutar del todo, pues las grandes raciones las repartía entre los demás. Era su forma de disfrutar de la vida y su manera de ser, prefería el disfrute ajeno al suyo propio.
Mi padre y mis tíos, se contaban las historias de siempre, hablaban de fútbol, de política y a veces, en secreto, de lo que ellos llamaban “tías buenas“. “Cosas de la vida también”, imaginaba yo, niño inocente por aquel entonces.
Al finalizar la cena, siempre, el tío Marcelo, cantaba villancicos cuando ya se había tomado ya alguna copita de anís. Los niños, jugábamos incansables y yo entonces, siguiendo indicaciones de mi madre, sacaba a bailar a la abuela, que ya no estaba para muchos trotes. Todo ello, para que se olvidara de que el abuelo ya no se encontraba entre nosotros.
Siempre se escapaban algunas lágrimas durante la cena, recordando a todos los que ya se habían ido, y se convertía la cena, en una mezcla de alegría y de llanto, difícil de explicar.
Hoy, que ya soy adulto y tengo mi propia familia, conservo los recuerdos de aquellas Navidades de mi niñez. Los olores, los sabores, los abrazos de mis padres, los villancicos cantados entre risas y pienso, que no podían haberme ofrecido un regalo mejor, ya que todo eso formará para siempre, parte de mi corazón. ¡¡FELICES NAVIDADES!!

viernes, 28 de diciembre de 2018

Los Santos Inocentes

               Himno del Oficio de lecturas

Tanto al tirano le place hacer de su orgullo ley,
que por deshacer a un Rey un millar de reyes hace.
Por matar a un enemigo siembra de sangre Belén,
y en Belén, casa del trigo, no muere un Rey, nacen cien.
Y así su cólera loca no puede implantar su ley,
pues quiere matar a un Rey y corona a cuantos toca.
La furia del mal así no puede vencer jamás,
pues, cuando me hiere a mí, estás tú, Señor, detrás.
Estás para convertir en corona cada muerte,
para decirnos que el fuerte es el que sabe morir. Amén.

Cuento de Navidad


                 Ramona Yanes,  

La Navidad es una época muy peculiar para Neas. Su madre poco a poco va sacando del desván las figuritas del Belén. Neas, está jubiloso, le encanta ir adornándolo y, así se pasa varios días.
- Mamá, ¿ponemos el puente aquí? Creo que quedará precioso.
Su madre que gusta de hacer feliz a su hijo no tiene por menos que asentir.
- Sí, hijo, este año para variar, pondremos el puente a este otro lado. Mira, estos pastorcillos, que trajo la abuela, quedarán preciosos. A ver, ve poniendo al Niño Jesús, yo colocaré a María y José
- Mami, la mula y el buey detrás.
- Sí, así quedará muy bonito.
- Mamá, ¿vendrá la abuela en Navidad? Cuando vino el otro día dijo que no sabía si podría porque le recordaba al abuelo, creo que quiso decir que al no estar con nosotros se sentiría triste.
- Hijo, el abuelo no está físicamente, pero su bondad y su amor siempre seguirá con nosotros, es decir, que, a pesar de su ausencia, en nuestros corazones por siempre estará. Ya verás como la abuela vendrá.
- Mamá, ¿por qué el Niño Jesús tuvo que nacer en un establo?
- Neas, el Niño Jesús, nació en un establo de Belén porque nadie le abrió la puerta de su casa, se sintieron solos. María y José, sus padres, no tuvieron más remedio que ir a aquel establo, es por eso que la mula y el buey se encontraban allí.
- ¿Quieres decir mami que la gente era mala?
- Neas, no todas las personas son malas, pero las hay que no ayudan a nadie, eso forma parte del ser humano. Hay bondad como hay maldad, ya irás comprendiendo, hijo mío, cuando te vayas haciendo mayor.
- Yo rezo cada noche como me has enseñado, mamá, ¿crees que soy bueno?
- Claro que eres bueno, pero no sólo por rezar, hay quién reza y sólo se queda en eso. Además de las oraciones hay que ayudar al prójimo, darle afecto, comprensión y ayudarle siempre que se pueda.
- Mamá, ya llega papá, seguro que trae a casa la estrella que falta.
- Sí, la pondremos arriba de todo, ella nos iluminará para que nos demos cuenta de que tenemos que ayudar a quién más lo necesite.
Así es como Neas, sus padres y abuela sentían la Navidad. Además de conmemorar tan hermoso día, siempre se dedicaron a hacer el bien y eso les llevó a tener una vida hermosa, llena de armonía y felicidad.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Regalos de Jesús

Te regalo a mi Santísima Madre, para que sea tu Madre.
Te regalo mi alegría para que tengas una fuente inagotable de paz.
Te regalo mis fuerzas para que te sostengas en tu cansancio  cuando sirvas a los demás.
Te regalo la quietud de la noche bendita de mi nacimiento para que llenes tu alma de paz.
Te regalo mis ojos para que con ellos puedas dar una nueva mirada a este universo que puse a tu servicio.
Te regalo mi caridad para que trabajes por los desposeídos y compartas tu pan con los hambrientos.
Te regalo mi amor para que lleno tu corazón de él, puedas prodigarte a los demás.
Te regalo mi paz para que con tu buena voluntad des gloria a Dios.
Te regalo mi humildad para que desde tu condición de hombre, estés dispuesto a crecer y superarte.
Te regalo la mula del establo para que calientes con tu fervor.
Te regalo mi sencillez para que puedas llegar al Reino de los Cielos.
Te regalo la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar y mi valentía para cambiar las que puedo.
Te regalo mis ángeles para que te enseñen a ser mensajero de paz.
Te regalo las caricias de mis manos para que te consuelen y alienten.
Te regalo las lágrimas de mi madre como bálsamo de tus penas.
Te regalo la miel que llevaron los pastores para que endulces la vida de los tuyos con cariño y generosidad.
Te regalo mi humildad para engrandecerte.
Te regalo mi estrella para que te muestre el camino que a mí conduce.
Te regalo la música para que como ella alegra, tu también logres dar gozo a los demás.
Te regalo mis lágrimas para que laves con ellas tus pecados.
Te regalo la luz de mi mirada para que guíe tus pasos.
Te regalo mi misericordia para que con ella juzgues a tus hermanos.
Te regalo mi alegría para que con ella contagies al mundo.
Te regalo mi ternura para que con ella sirvas a los pequeños y a los necesitados.
Te regalo mis manos para que con ellas construyas mi Reino.
Te regalo mi amistad para que en ella te apoyes.
Te regalo mi paz para que la contagies a todos los que crucen en tu camino.
Como la estrella iluminó el camino de los Magos, recibe la luz de mi amor para que la irradies a los demás.
Te regalo mi pesebre para que en él repose tu corazón.
Te regalo el perdón para que como un bálsamo sane el rencor y cada ofensa que guardes en tu corazón
y así, en paz contigo mismo, me ofrezcas lo mejor de ti.
Te regalo mi amor para que sea la prenda de tu felicidad.
Te regalo el sol para que así como él alumbra al mundo, alumbres tú la vida de tu familia y tus amigos.
Te regalo mis pies para que te guíen por el camino de la verdad.
Te regalo mi amor para que sea la prenda de tu felicidad.
Te regalo mi boca para que con ella denuncies la injusticia.
Te regalo mis llagas para que te conforten en tu dolor y crezca en ti la esperanza.

Cuento de Navidad: "UNA ESTRELLA"


                              Ramona Yanes, diciembre 2010 

Jazmín, era una niña feliz. Tenía unos padres piadosos y cada Navidad, ponían el Belén. Pero unas Navidades, su padre enfermó, y Jazmín no sabía cómo hacer para que su madre no sufriera viendo a su querido esposo postrado en la cama. Así que le dijo a su madre:
- Mamá, si papá se encuentra malito estas Navidades ¿pondremos el Belén?
Su madre la miró con cariño y respondió:
Hija, ¡claro que lo pondremos, papá, se alegrará de que así lo hagamos! Debes saber, que el Niño Jesús, nos consolará. Y espero y deseo que papá se ponga bien para este día.
Jazmín, fue colocando cada figurita en su lugar, lo venía haciendo desde que tenía seis años, naturalmente con la ayuda de sus padres. Ahora contaba diez. Jazmín dijo:
- ¿Ponemos la estrella dorada?, la trajo el otro día un señor cuando tú no estabas; y me dijo que esta estrella nos alumbraría a todos.
Su madre se quedó algo pensativa:
- Jazmín, ¿qué señor dices que te dio la estrella?
No sé quién era, mamá, sólo me la puso en las manos y me dijo que nos alumbraría a los tres. Yo le dije que mi papá se encontraba enfermo. Me miró con una sonrisa y se fue. Vamos a ponerla encima del Belén.
Terminaron de poner la estrella, brillaba más que el oro, más que ninguna luz. Y se fueron a ver a su papa y marido.
- Papá -dijo Jazmín-, tienes que levantarte y ver el Belén, ya verás que estrella más bonita hemos puesto.
Su padre, dando un profundo suspiro, sonrió y dijo:
- Jazmín, esposa mía, creo que este año también cenaremos en Nochebuena todos juntos. Porque así lo quiere el Niño Jesús.
Y así fue como celebraron la Navidad los tres. Intuyeron que la estrella les había traído la salud y la alegría de nuevo a su hogar.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Sin avisar

Sin avisar, se presentó el ángel de Dios a María.
Sin avisar, se le pidió una respuesta.
Sin avisar, sin dar demasiadas explicaciones.
Sin avisar, sin aclarar mucho las cosas,
sin avisar, sin tiempo para pensarlo todo muy bien.
¡Hágase!
Y algo se hace. Y algo se comienza.
¡Hágase!
… aunque no lo entiendo muy bien
… aunque no me lo puedo explicar.
… aunque no tenga fuerzas.
… aunque no me sienta preparado...
Hoy te digo Señor: hágase!
Que se haga como Vos quieras.
Que se haga a tu manera.
Hágase, sí, Señor, pero ten en cuenta mi condición.
¡Hágase!
Yo no lo dudo. Yo no sé cómo. ¡Pero confío!

Regalos de Navidad


                                 Pedro Pablo Sacristán

La Conferencia de Regalos de Navidad de aquel año estaba llena hasta la bandera. A ella habían acudido todos los jugueteros del mundo, y muchos otros que no eran jugueteros pero que últimamente solían asistir, y los que no podían faltar nunca, los repartidores: Santa Claus y los Tres Reyes Magos. Como todos los años, las discusiones tratarían sobre qué tipo de juguetes eran más educativos o divertidos, cosa que mantenía durante horas discutiendo a unos jugueteros con otros, y sobre el tamaño de los juguetes. Sí, sí, sobre el tamaño discutían siempre, porque los Reyes Magos y Santa Claus se quejaban de que cada año hacían juguetes más grandes y les daba verdaderos problemas transportar todo aquello...
Pero algo ocurrió que hizo aquella conferencia distinta de las anteriores: se coló un niño. Nunca jamás había habido ningún niño durante aquellas reuniones, y para cuando quisieron darse cuenta, un niño estaba sentado justo al lado de los reyes magos, sin que nadie fuera capaz de decir cuánto tiempo llevaba allí, que seguro que era mucho. Y mientras Santa Claus discutía con un importante juguetero sobre el tamaño de una muñeca muy de moda, y éste le gritaba acaloradamente "¡gordinflón, si estuvieras más delgado te cabrían más cosas en el trineo!", el niño se puso en pie y dijo:
- Está bien, no discutáis. Yo entregaré todo lo que no puedan llevar ni los Reyes ni Santa Claus.
Los asistentes rieron a carcajadas durante un buen rato sin hacerle ningún caso. Mientras reían, el niño se levantó, dejó escapar una lagrimita y se fue de allí cabizbajo...
Aquella Navidad fue como casi todas, pero algo más fría. En la calle todo el mundo continuaba con sus vidas y no se oía hablar de todas las historias y cosas preciosas que ocurren en Navidad. Y cuando los niños recibieron sus regalos, apenas les hizo ilusión, y parecía que ya a nadie le importase aquella fiesta.
En la conferencia de regalos del año siguiente, todos estaban preocupados ante la creciente falta de ilusión con se afrontaba aquella Navidad. Nuevamente comenzaron las discusiones de siempre, hasta que de pronto apareció por la puerta el niño de quien tanto se habían reído el año anterior, triste y cabizbajo. Esta vez iba acompañado de su madre, una hermosa mujer. Al verla, los tres Reyes dieron un brinco: "¡María!", y corriendo fueron a abrazarla. Luego, la mujer se acercó al estrado, tomó la palabra y dijo:
- Todos los años, mi hijo celebraba su cumpleaños con una gran fiesta, la mayor del mundo, y lo llenaba todo con sus mejores regalos para grandes y pequeños. Ahora dice que no quiere celebrarlo, que a ninguno de ustedes en realidad le gusta su fiesta, que sólo quieren otras cosas... ¿se puede saber qué le han hecho?
La mayoría de los presentes empezaron a darse cuenta de la que habían liado. Entonces, un anciano juguetero, uno que nunca hablaba en aquellas reuniones, se acercó al niño, se puso de rodillas y dijo:
- Perdón, mi Dios; yo no quiero ningún otro regalo que no sean los tuyos. Aunque no lo sabía, tú siempre habías estado entregando aquello que no podían llevar ni los Reyes ni Santa Claus, ni nadie más: el amor, la paz, y la alegría. Y el año pasado los eché tanto de menos... perdóname.
Uno tras otro, todos fueron pidiendo perdón al niño, reconociendo que eran suyos los mejores regalos de la Navidad, esos que colman el corazón de las personas de buenos sentimientos, y hacen que cada Navidad el mundo sea un poquito mejor...

domingo, 23 de diciembre de 2018

Cerca está el Señor

Ya muy cercano, Emmanuel,
hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora
y redención de ti implora.
Ven ya, del cielo resplandor,
Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía,
nos llegará nueva alegría.
Llegando estás, Dios y Señor,
del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste
y tu poder allí mostraste.
Rey de la gloria, tu poder
al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza,
se manifiesta tu grandeza. Amén

Las cuatro velas de Adviento


A mi madre, que no solo nos trasmitió la Esperanza, también nos llenó de alegría, de fe y de amor. ¡Felicidades, mamá, en tu 90 cumpleaños!

Por fin había llegado el último domingo de Adviento y en la casa lucían las cuatro velas de la Corona de Adviento, colocada sobre la mesa del comedor como cada año.
Ya era tarde, cerca de la media noche y en ese momento reinaba un silencio absoluto en la sala, y tal era el silencio, que se podía oír hablar, aunque muy bajito, a las velas.
La primera vela, la que más tiempo llevaba ardiendo, lanzó un profundo suspiro y con tristeza dijo
- Me llamo PAZ. Mi luz brilla, pero los hombres no viven en paz. Ellos no me quieren-
Y la vela empezó a perder poco a poco intensidad, hasta que terminó apagándose.
La segunda vela dijo entonces
- Yo soy la luz de la FE, pero veo que aquí estoy de más. Los hombres ya no creen más que en cosas materiales, banales y en los divos y diosecillos de moda del momento. Ya no tiene sentido que siga encendida.
Y poco a poco se fue apagando. La tercera vela dijo con voz mustia y apagada
- Yo soy el AMOR, y ya no tengo fuerzas para seguir luciendo. Los hombres me han echado a un lado, solo se fijan y piensan en sí mismos y no en los demás, sin darse mutuamente cariño y amor.
Y al momento también se apagó.
En ese momento entró el pequeño de la casa cantando alegre en la habitación, para ver por última vez en la noche las velas de la corona encendidas y... mirando, primero asombrado y luego entristecido, dijo con voz apesadumbrada
- Pero bueno, ¿qué os pasa velas?, vosotras tenéis que lucir y no iros apagando poco a poco una a una
Al niño se le asomaron las lágrimas en los ojos y, a punto de llorar, se oyó decir a la cuarta vela con voz tranquila, firme y segura:
- ¡No tengas miedo! Mientras yo luzca y esté encendida nada está perdido, pues podremos encender nuevamente a las otras velas, pues mi nombre es... ESPERANZA.
Entonces sonrió el niño y cogiendo una cerilla apagada que había encima de la mesa, la acercó a la vela encendida, la que se decía llamar Esperanza, la prendió y acercándola una a una a las otras tres velas, consiguió que todas volviesen a arder y lucir, quizás con más fuerza y brillo que antes.

sábado, 22 de diciembre de 2018

Ser sencillo

                      Víctor Manuel Fernández

Ven Espíritu Santo, entra en mi pequeño corazón,
para que pueda reconocer la grandeza del Padre Dios,
y no le dé tanta importancia a la imagen.
Regálame una gran sencillez, para que reconozca claramente
que yo no soy, ni puedo ser, el centro del universo.
Porque así, los demás, no tienen obligación
de estar pendientes de mí, girando a mi alrededor.
Prefiero girar alrededor del Padre Dios, para adorarlo,
y alrededor de los demás, para servirlos.
Dame la gracia de ser más sencillo para vivir feliz cada momento
sin estar pendiente de mí mismo y de la mirada ajena.
Toma, Espíritu Santo, todos mis orgullos y vanidades,
y quema todo eso con tu fuego divino.
Dame la sencillez de los santos, la alegría humilde de Francisco de Asís,
la generosidad desinteresada de Teresa de Calcuta.
Ven Espíritu Santo y regálame esa profunda sabiduría de la sencillez interior. ¡Amén!

Ladrón de sueños


Ante un grupo de niños un hombre muy importante contó la siguiente historia:
Marcos era el hijo de un humilde entrenador de caballos. Su padre ganaba muy poco dinero y solo podía cubrir las necesidades básicas para mantener a su familia y mandar al niño al colegio.
Una mañana en la escuela, el profesor les pidió a los alumnos que escribieran cómo querían que fuese su vida cuando fueran adultos.
Esa noche Marcos escribió siete páginas en las que describía su meta. Relató su sueño detallando los pormenores e incluso dibujó un plano de todo el proyecto.
Él deseaba una gran extensión de terreno donde tener una vivienda, establos para los caballos, corrales para diversos tipos de animales y tierras dedicadas a la siembra y a la ganadería.
El proyecto era un sueño perfecto. Después de trabajar en él varias horas, creyó tener el proyecto más ambicioso que un niño podría llegar a tener. Con ánimo de ganador, al día siguiente se lo entregó a su profesor.
Dos días más tarde, recibió de vuelta su trabajo suspendido y con una nota que decía: «Ven a verme después de clase» Marcos, muy enfadado, fue a ver a su profesor y antes de que éste dijera nada, le preguntó:
– ¿Por qué me suspendió usted?
– Tranquilízate y siéntate, creo que lo tuyo es un sueño imposible de concretar. No tienes recursos; tienes una familia muy pobre. Para lograr lo que quieres, necesitarías mucho dinero. Primero tendrías que comprar el terreno, pagar para construir todo lo que pretendes hacer, comprar los animales, semillas para la siembra y además tendrías muchos gastos de mantenimiento. Creo que es un proyecto millonario, que no estás en condiciones de lograr.
Quiero que revises tu trabajo y consideres algunos aspectos más realistas; tómate unos días, vuelve con el nuevo trabajo y reconsideraré nuevamente la nota, le dijo el profesor.
Marcos regresó a su casa, pero para nada estaba convencido. Pensó mucho tiempo en el asunto y finalmente le pidió consejo a su padre, para saber qué opinaba sobre esta idea.
Éste con mucha sabiduría, le respondió:
– Mira, hijo, tienes que decidir por ti mismo, creo que es una decisión muy importante para tu vida. Si crees de verdad que puedes llegar a lograr tu sueño, a pesar de la opinión de tu profesor, hazlo. Mi consejo es que consultes a Dios, si tus deseos están dentro de Su voluntad, nadie en este mundo va a impedir que se haga realidad lo que te has propuesto.
– Gracias por tu consejo, papá, creo que tengo la respuesta para el profesor, respondió Marcos.
Regresó a la escuela, con el mismo proyecto, se lo entregó al profesor y le dijo:
- «Usted puede quedarse con mi mala nota, yo me quedaré con mi sueño»
Los niños, que estaban escuchando la historia muy atentamente, recibieron una lección muy importante. Pero eso no era todo, el hombre les dijo:
Esta historia, es mi historia. Vosotros estáis en la casa que me propuse conseguir cuando era niño, mis sueños, se cumplió hasta el más mínimo detalle. Todavía conservo aquella tarea del colegio como recuerdo y símbolo de una fantasía que se hizo realidad.

«Jamás trates de robarle un sueño a nadie, simplemente porque tú no lo creas posible, porque un sueño sumado a la voluntad de Dios, siempre es realizable, por más alocado que éste te parezca»

miércoles, 19 de diciembre de 2018

¡Ven, Señor!

¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!
Ven pronto, ven, que el mundo gira a ciegas ignorando el amor que lo sustenta.
Ven pronto, ven, Señor, que hoy entre hermanos se tienden trampas y se esconden lazos.
Ven, que la libertad está entre rejas del miedo que unos a otros se profesan.
Ven, ven, no dejes ahora de escucharnos cuando tanto camino está cerrado
¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!
¿No has de ser la alegría de los pobres, de los que en ti su confianza ponen?
¿No has de ser para el triste y afligido consuelo en su pesar, luz en su grito?
¿Quién pondrá paz en nuestros corazones si tu ternura y compasión se esconden?
¿Quién colmará este hambre de infinito si a colmarlo no vienes Tu mismo?
¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? Ahora

Las manos más hermosas

Cuenta una leyenda que hace muchos años vivían tres hermosas princesas en un palacio real. Una mañana, mientras paseaban por el maravilloso jardín con sus fuentes y rosales, empezaron a preguntarse cuál de las tres tenía las manos más hermosas. 
Elena, que se había teñido los dedos de rojo cogiendo unas fresas, aseguraba que las suyas eran las más hermosas. 
Antonieta, que había estado entre las rosas y sus manos había quedado impregnadas de perfume, no tenía la menor duda de que las suyas eran las más bellas.
Juana había metido los dedos en el arroyo cristalino y las gotas de agua brillaban como diamantes. También ella estaba convencida de que sus manos eran las más hermosas.
En esos momentos, llegó una muchacha pobre y les pidió una limosna. Las princesas, al ver su aspecto sucio y lamentable, pusieron cara de asco y se fueron de allí. La mendiga llamó a una cabaña que se hallaba cerca donde una mujer curtida por el sol y de manos toscas y manchadas por el trabajo, le dio un pan recién hecho.
Cuenta la leyenda, que la mendiga se transformó en un ángel que se apareció en la puerta del jardín y les dijo a las princesas.
- Las manos más hermosas son aquellas que están dispuestas a bendecir y ayudar a sus semejantes.

martes, 18 de diciembre de 2018

Video: Santa María de la Esperanza

Santa María de la Esperanza

Santa María de la Esperanza (Canto)

SANTA MARÍA DE LA ESPERANZA
MANTÉN EL RITMO DE NUESTRA ESPERA,
MANTÉN EL RITMO DE NUESTRA ESPERA.
Nos diste al esperado de los tiempos,
mil veces prometido a los profetas;
y nosotros de nuevo deseamos
que vuelva a repetirnos sus promesas.
Brillaste como aurora el gran día
plantaba Dios su tienda en nuestro suelo;
y nosotros soñamos con su vuelta,
queremos la llegada de su reino.
Esperaste cuando todos vacilaban
el triunfo de Jesús sobre la muerte;
y nosotros esperamos que su vida
anime nuestro mundo para siempre.
Viviste con la cruz de la esperanza
pensando en el amor de larga espera;
y nosotros buscamos con los hombres,
el nuevo amanecer de nuestra tierra.

Cómo Se Hacen los Colores del Arco Iris


Érase una vez en que los colores del mundo comenzaron a reñir. Todos reclamaban que ellos eran el mejor, el más importante, el más útil, y el favorito.
El Verde dijo, “Claramente yo soy el más importante. Soy el signo de vida y de esperanza. Fui escogido para la hierba, los árboles y las hojas. Sin mí, todos los animales morirían. Mirad el campo y veréis que yo estoy en la mayoría.
El Azul interrumpió, “Vosotros solo pensáis de la tierra, pero considerad los cielos y el mar. Es el agua la que es la base de la vida y es elevada por las nubes del mar profundo. El cielo da espacio y paz y serenidad, sin mi paz todos vosotros seriáis nada.”
El Amarillo se rió, “Vosotros sois todos tan serios. Yo traigo risa, regocijo, y calor al mundo. El sol es amarillo, la luna es amarilla, las estrellas son amarillas. Cada vez que miro un girasol el mundo entero empieza a reír. Sin mí no habría diversión.
El Naranja próximo empezó a tocar su trompeta. “Yo soy el color de la salud y la fortaleza. Puedo ser escaso, pero soy precioso porque sirvo las necesidades de la vida humana. Llevo las más importantes vitaminas. Pensad en las zanahorias, las calabazas, naranjas, mangos, y papayas. Yo no ando rondando por ahí todo el tiempo, sino cuando lleno el cielo a la salida y puesta del sol, mi belleza es tan notable que nadie da otro pensamiento a ninguno de vosotros.
El Rojo no podía aguantar por más tiempo, gritó, “¡Yo soy el regente de todos vosotros! Soy sangre -la sangre de la vida!- Soy el color de la valentía. Estoy dispuesto a pelear por una causa. Traigo fuego en la sangre. Sin mí, la tierra estaría tan vacía como la luna. Soy el color de la pasión y del amor, la rosa roja, la poinsetia y la amapola.”
El Púrpura se levantó a su plena altura. Era muy alto y habló con gran pompa. “Soy el color de la realeza y del poder. Los reyes, jefes, y obispos me han siempre escogido a mí, porque soy el signo de autoridad y sabiduría. La gente no me cuestiona! ellos escuchan y obedecen.
Y así los colores fueron jactándose, cada uno convencido de su propia superioridad. Su riña se puso cada vez más ruidosa. Súbitamente hubo un relámpago de luz brillante, el trueno tronó y retumbó.
La lluvia empezó a caer sin clemencia. Los colores se agacharon de miedo, acercándose los unos a los otros para confortarse. En medio del clamor, la lluvia empezó a hablar:
- “¡Tontos colores, peleándoos entre vosotros, cada uno tratando de dominar al resto! ¿No sabéis que cada uno de vosotros fue hecho con un propósito especial, único y diferente? Agarraos de las manos y venid conmigo.
Haciendo lo que le acababan de decir los colores se unieron y unieron sus manos. La lluvia continuó:
- “Desde ahora en adelante, cuando llueva, cada uno de vosotros se estirará a través del cielo en un gran arco de color como un recordatorio de que todos vosotros podéis vivir en paz. El Arco Iris es un signo de esperanza para el mañana.”
Y así, siempre que una buena lluvia lava al mundo, y un arco iris aparece en el cielo, recordemos apreciarnos los unos a los otros.

jueves, 13 de diciembre de 2018

Carta de Dios al hombre y la mujer en Adviento

Querido hombre y mujer:
He escuchado tu grito de Adviento. Está delante de mí.
Tu grito, golpea continuamente a mi puerta.
Hoy quisiera hablar contigo para que repienses tu llamada.
Hoy te quiero decir: ¿Por qué Dios preguntas? ¿A qué Dios esperas?
¿Qué has salido a buscar y a ver en el desierto?
Escucha a tu Dios, mujer y hombre de Adviento:
"No llames a la puerta de un dios que no existe, de un dios que tú te imaginas...
Si esperas... ábrete a la sorpresa del Dios que viene y no del dios que tú te haces...
Tú, hombre y mujer, todos, tenéis siempre la misma tentación: hacer un dios a vuestra imagen.
Yo os digo, yo Dios de vivos, soy un Dios más allá de vuestras invenciones.
Vosotros salís a ver dónde está Dios... 
Os dicen:"aquí está”, pero no lo veis, y os sentís desanimados
porque Dios no está donde os han dicho...
Y Dios está vivo. Pero vosotros no tenéis mentalidad de Reino:
no descubrís a Dios en lo sencillo.
Os parece que lo sencillo es demasiado poco para que allí esté Dios.
Sabedlo: Yo, el Señor Dios, estoy en lo sencillo y pequeño...
Hombre y mujer de hoy y de siempre:
deja espacio a tu Dios dentro de tu corazón.
Sólo puedo nacer y crecer donde mi palabra es acogida.
Qué tranquilo te quedas, haciendo -lo que hay que hacer- -
porque haciendo las cosas de siempre- 
evitas la novedad del Evangelio.
Pero yo te digo que tu corazón queda cerrado,
y tus ojos incapaces de ver el camino por donde yo llego.
No te defiendas como haces siempre.
No te escondas bajo ritos vacíos.
Hombre y mujer, si me esperas, deja de hacerme tú el camino
y ponte en el camino que yo te señalo por boca de los profetas.
Abre el corazón a mi Palabra.
Yo, tu Dios, te hablo al corazón.

El hipopótamo cantor

          Pedro Pablo Sacristán

Érase una vez un hipopótamo que vivía en un río, junto a un gran árbol solitario. Un día, anidó un pájaro en el árbol, y los cantos y el volar del pájaro despertaron en el hipopótamo tanta envidia que no podía pensar en otra cosa, lamentándose diariamente por ser un hipopótamo, a pesar de las palabras del pájaro, que le contaba la suerte que tenía de ser tan grande y nadar tan bien.
Finalmente se animó a salir del río dispuesto a subir al árbol, encaramarse en una rama, y ponerse a cantar. Pero al intentar subir al árbol, comprobó que no tenía alas, ni garras para trepar, ni podía saltar, y al ver que no conseguía su objetivo, se lanzó rabioso a dar golpes al árbol, hasta que lo derribó. 
Entonces, triunfante, se puso sobre las hojas del suelo, y comenzó a cantar. Pero los hipopótamos tampoco pueden cantar, así que de su boca salieron horrorosos sonidos, y todos los animales acudieron a burlarse del hipopótamo envidioso que cantaba posado en la rama de un árbol que estaba en el suelo. Y pasó tanta vergüenza, que decidió no volver a lamentar ser hipopótamo, y arrepentido por haber derribado el árbol, dedicó toda su fuerza a volver a levantarlo, replantarlo y cuidarlo hasta que se recuperó totalmente.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

María, Madre de Jesús y Madre nuestra


María, Madre de Jesús y Madre nuestra, da firmeza a nuestro corazón
para que podamos comprender la esperanza de gloria a la que fuimos llamados.
María, Madre de Jesús y madre nuestra, pacifica nuestros corazones
para que podamos abandonarnos al poder del Altísimo.
María, Madre de Jesús y madre nuestra,
enséñanos el camino de la caridad sincera
que se nutre del amor del Padre
y florece en la vida de los hombres, nuestros hermanos.
María, Madre de Jesús y madre nuestra,
ahonda la contemplación de la belleza de tu vida
para que no nos resistamos a transformar
desde la pureza del amor verdadero
la vida del mundo que nos confiaste. Amén.

El gran árbol

En el centro de un gran bosque, había un gran árbol que era la admiración de todos los que lo veían. A su sombra se sentaban a descansar los caminantes y en sus ramas los pájaros construían sus nidos.
Pero un día las ramas dijeron:
- ¿Veis lo importantes que somos? Causamos la admiración de todos los que nos ven y los pájaros están muy contentos de vivir con nosotras. Además, ¡qué colorido tan maravilloso tienen nuestras hojas! ¿Qué tenemos nosotras que ver con eses sucio y horrible tronco y mucho menos con esas apestosas raíces que están todo el día bajo tierra?
Y decidieron que desde aquel día vivirían solas sin necesitar a nadie. El tronco por su lado dijo:
- ¿Qué sería del árbol sin mí? Soy quien sustenta a las ramas y doy vigor a todo el árbol Si yo no estuviese aquí, las ramas no tendrían fundamento ni savia que les diese colorido y vida. Soy ciertamente, el más fuerte e importante.
Las raíces cuchichearon entre sí diciendo:
- Nosotras sí que somos bien importantes. El árbol no podría subsistir sin nosotras que absorbemos de la tierra la sustancia con la que producimos el alimento que sustenta al tronco y a las hojas. Por eso, no tenemos nada que ver con ese tronco tan antipático y gordo, y menos con esas ramas tan creídas. Desde hoy nos alimentaremos nosotras solas y no daremos nuestra savia a nadie.
Y así hicieron. El gran árbol comenzó a secarse. Las hojas se cayeron y el tronco se quedó sin una gota de savia. Las hojas estaban más tristes que nunca. Los pájaros abandonaron los nidos construidos en las ramas y la gente, que pasaba por el bosque, ya no se sentaba a su sombra. Todo el bosque estaba triste porque el gran árbol se estaba muriendo.
Pero poco a poco las raíces, las ramas y el tronco se dieron cuenta de que no podían vivir separados, que estaban hechos los unos para los otros y que la importancia no era de cada uno, sino del árbol que todos formaban.
Así que las raíces dejaron de guardarse la savia sólo para ellas y se la dieron al tronco. Este al principio se negaba a participar, pero al fin también colaboró. Las ramas se alegraron al recibir la primera gota de savia pidieron perdón al tronco y a las raíces por haberlos despreciado.
Todo volvió a ser como antes. Los pájaros siguieron andando en las ramas y la gente tomando la sombra bajo su copa.
El gran árbol ya está de nuevo feliz y el todo el bosque se alegra con él.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Presencia de Dios

                    P. Teilhard de Chardin S.J.

"¡Te necesito Señor!, porque sin ti mi vida se seca.
Quiero encontrarte en la oración, en tu presencia inconfundible,
durante esos momentos en los que el silencio se sitúa de frente a mí, ante Ti.
¡Quiero buscarte!
Quiero encontrarte dando vida a la naturaleza que Tú has creado;
en la transparencia del horizonte lejano desde un cerro,
y en la profundidad de un bosque que protege con sus hojas
los latidos escondidos de todos sus inquilinos. ¡Necesito sentirte alrededor!
Quiero encontrarte en tus sacramentos,
en el reencuentro con tu perdón, en la escucha de tu palabra,
en el misterio de tu cotidiana entrega radical.
¡Necesito sentirte dentro!
Quiero encontrarte en el rostro de los hombres y mujeres,
en la convivencia con mis hermanos; en la necesidad del pobre
y en el amor de mis amigos; en la sonrisa de un niño
y en el ruido de la muchedumbre.
¡Tengo que verte! Quiero encontrarte en la pobreza de mi ser,
en las capacidades que me has dado,
en los deseos y sentimientos que fluyen en mí, en mi trabajo y mi descanso
y, un día, en la debilidad de mi vida,
cuando me acerque a las puertas del encuentro cara a cara contigo".

Cuando la fruta no llegue


Una vez un grupo de tres hombres se perdieron en la montaña y solamente tenían una fruta para alimentar a los tres, quienes casi desfallecían de hambre. Se les apareció Dios y les dijo que probaría su sabiduría y que, dependiendo de lo que mostraran, les salvaría. Les preguntó Dios qué podían pedirle para arreglar aquel problema y que todos se alimentaran.
El primero dijo: “Más comida”,
Dios contestó que era una respuesta sin sabiduría, pues no se debe pedir a Dios que aparezca mágicamente la solución a los problemas sino trabajar con lo que se tiene.
Dijo el segundo: “Entonces haz que la fruta crezca para que sea suficiente”,
A lo que Dios contestó que no, pues la solución no es pedir siempre la multiplicación de lo que se tiene para arreglar el problema, pues el ser humano nunca queda satisfecho y por ende nunca sería suficiente.
El tercero dijo entonces: “Mi buen Dios, aunque tenemos hambre y somos orgullosos, haznos pequeños a nosotros para que la fruta nos alcance”.
Dios dijo: “Has contestado bien, pues cuando el hombre se hace humilde y se empequeñece delante de mis ojos, verá la prosperidad”.

Se nos enseña que “otros arreglen los problemas” o a “buscar la salida fácil”, pidiendo a Dios que arregle todo sin nosotros cambiar o sacrificar nada. Por eso muchas veces parece que Dios no nos escucha pues pedimos sin dejar nada de lado y queriendo siempre salir ganando. 
Seremos felices el día que aprendamos que la forma de pedir a Dios es reconocernos débiles, y ser humildes dejando de lado nuestro orgullo. Y veremos que, al empequeñecernos y ser mansos de corazón, obtendremos el favor de Dios y Él escuchará nuestra súplica.
Pídele a Dios que te haga pequeño… ¡Haz la prueba!

viernes, 7 de diciembre de 2018

           San Agustín (De Trinitate, 15,28,51)

«Señor, Dios mío, mi única esperanza,
haz que, cansado, nunca deje de buscarte,
sino que busque tu rostro siempre con ardor.
Dame la fuerza de buscar, tú que te has dejado encontrar,
y me has dado la esperanza de encontrarte siempre nuevo.
Ante Ti están mi fuerza y mi debilidad: conserva aquélla, ésta sánala.
Ante Ti están mi ciencia y mi ignorancia;
allí donde me has abierto, acógeme al cruzar el umbral;
allí donde me has cerrado, ábreme cuando llamo.
Haz que me acuerde de Ti, que te entienda, que te ame. Amén».

Un Toque del Cielo

               Tim Reynolds

Había sido un día desalentador. Los médicos nos habían dado la peor de las noticias. A nuestra hija, que acababa de pasar su primera intervención quirúrgica para extirpar un tumor en el cerebro y estaba siendo sometida a radioterapia, ahora se le daba oficialmente un dos por ciento de probabilidad de sobrevivir ya que este tipo de cáncer no tenía cura.
Mi esposa y yo decidimos llevar a nuestra hija a comer antes de seguir con nuestras conversaciones por la tarde. Fuimos a un restaurante local donde nos sentamos en silencio esperando a la camarera. Nuestra hija Molly no podía entender tal tristeza o silencio así que jugaba alegremente con papel y rotuladores mientras permanecíamos sentados mirando al suelo.
Observé a una pareja muy anciana sentada a poca distancia; ellos también estaban en silencio sin hablar una palabra. No pude menos que preguntarme qué problemas tendrían en sus vidas y si jamás habrían tenido que afrontar una noticia tan terrible sobre uno de sus hijos.
Pedimos nuestra comida y, todavía sentados en silencio, comimos lo que pudimos. En algún momento quedé intrigado por la anciana pareja y les observé más detenidamente. Pensé que no se habían hablado el uno al otro todavía y me pregunté si sería la paz que disfrutaban o la comida, o tal vez ambas. Sin embargo, perdí interés y me puse nuevamente a comer.
Molly todavía hablaba consigo misma y disfrutaba su comida y su madre y yo escuchábamos e intentábamos disfrutar de su presencia, pero no lo conseguíamos. De repente vi esta mano aparecer de la nada. Era enorme y podía verse que padecía artritis. Los nudillos estaban hinchados y los dedos torcidos y descolocados. No pude quitar mis ojos de esa mano. La mano se desplazó y aterrizó sobre la manita de mi hija de seis años y, al hacerlo, miré hacia arriba; era la anciana que había estado sentada con el anciano comiendo su menú en silencio.
La miré a sus ojos y ella habló, pero no a mí. Miró a mi hija y simplemente susurró:
- “Si pudiera hacer más por ti lo haría”. 
Y entonces sonrió y se alejó para encontrarse con su esposo que se dirigía hacia la puerta.
- “Hey, mirad, un dólar”. 
Molly habló emocionada al descubrir que la anciana había colocado un arrugado billete de un dólar en su mano. Miré y vi el billete de un dólar y rápidamente me di cuenta de que lo había dejado la anciana. Levanté la mirada para agradecérselo pero ya se había ido. Quedé anonadado, sin estar seguro de qué había pasado y entonces miré a mi esposa. Casi al unísono, nos sonreímos. La tristeza del día había desaparecido por la mano artítrica y toque generoso de una anciana.
El dólar, aunque emocionante para Molly, no fue lo que nos hizo sonreír o comenzar a sentirnos mejor; fue la dádiva de una anciana que sintió nuestro dolor y sufrimiento. La mano artítrica simbolizó un toque de amor y nos hizo darnos cuenta de que no teníamos que pelear esta batalla solos; que a otros les importaba y querían ayudar. Nos sentimos animados y pronto nuestro día se llenó de más pensamientos felices al dedicar el resto de nuestra comida a planear el día siguiente en casa con actividades divertidas para todos.
Nunca olvidaré esa artítrica mano que nos enseñó tal importante lección. Uno no tiene que ir por la vida afrontando dificultades solo; el mundo está lleno de gente compasiva y comprensiva. Aun aquellos que sufren sus propias aflicciones tienen mucho que dar.
La mano que tocó la de Molly aquel día todavía la cubre. Y aunque Molly ya no está con nosotros, puedo verla ahora de la mano con aquella anciana, ambas manos perfectas y ambos rostros llenos de sonrisas… Y aunque el Cielo tiene a estos dos perfectos ángeles ahora, las lecciones que ambas nos enseñaron permanecerán para siempre en mi corazón.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Instrumentos de Dios

                    Cipri Díaz Marcos, sj

Haznos saber, Padre compasivo, que nuestra vida es don recibido:
gratuidad, misterio y bendición; que somos alianza de amor.
Enséñanos a ser agradecidos como Jesús,
que salía del camino y elevaba los ojos a ti.
Haznos conscientes, Padre amoroso,
de lo mucho recibido en nuestra existencia cotidiana:
de las manos que nos cuidaron,
de los hombros que soportaron nuestro peso
y nos rescataron de nuestros abismos.
Muéstranos también, Padre de huérfanos y abandonados,
el don que hemos sido para los que acuden a nosotros en busca de refugio.
Y pon en nuestros labios, Padre bueno,
palabras de consuelo y esperanza para todos los que acudan a nosotros.

La verdadera historia de San Nicolás

Desde niño, Nicolás, fue muy generoso con todos. Al morir sus padres, atendiendo a los enfermos en una epidemia, él quedó heredero de una inmensa fortuna. Entonces repartió sus riquezas entre los pobres y se fue a un monasterio donde fue ordenado sacerdote. Después de visitar Tierra Santa llegó a la ciudad de Mira (Turquía) siendo elegido obispo. Sus reliquias se veneran en Bari (Italia) a donde fueron trasladadas después de que Turquía fuera conquistada por los musulmanes. Su devoción se propagó mucho en Alemania y en alemán se llama “San Nikolaus”.
Se cuenta que en la Diócesis de Mira había un vecino en extrema pobreza, hasta el punto que no podía darlas en matrimonio porque no tenía qué dar como dote. Por eso decidió dedicar a sus tres hijas vírgenes a la prostitución para que todos ellos puedan subsistir. San Nicolás, buscando evitar que esto sucediera y en la oscuridad de la noche, arrojó por la chimenea de la casa una bolsa con monedas de oro. Con el dinero el hombre pudo pagar “la dote” y casó la hija mayor. Quiso el Santo hacer lo mismo en bien de las otras dos, pero en la segunda ocasión, después de tirar la bolsa sobre la pared del patio de la casa, San Nicolás se enredó con la ropa que estaba tendida para secar. El padre descubrió a su bienhechor y le agradeció su caridad.
Se narra también que tres niños fueron asesinados en una posada, donde el posadero los descuartizó y metió en un barril de sal, y por la oración de San Nicolás los infantes volvieron a la vida. Por ello es patrono de los niños y se le suele representar con tres pequeños a su costado.
Es muy conocida la leyenda de que él salvó a unos marineros que, en medio de una tempestad, imploraron ayuda a Dios por intercesión del Obispo Nicolás. En ese momento se apareció el Obispo sobre el barco, quien bendijo el mar, que se calmó, y luego desapareció. Por este motivo San Nicolás es considerado, también, patrono de los marineros. Fueron estos los que extendieron su devoción por toda Europa.
Su fiesta se celebra el 6 de diciembre. Por haber sido tan amigo de la niñez y tan generoso, en algunos países europeos se repartían en este día dulces y regalos a los niños, y prácticamente con esta fecha  empezaban las festividades de diciembre, relacionando así al santo con las fiestas navideñas. Durante los siglos XVII y XVIII coinciden en Estados Unidos inmigrantes de distintas culturas como ingleses, holandeses y alemanes: la tradición católica de holandeses y alemanes, que tenía devoción a San Nicolás se mezcló con la de “Father Christmas” (el padre de la Navidad) que era la figura típica de las fiestas navideñas en Inglaterra.
Como derivación del nombre del santo en alemán (San Nikolaus) lo empezaron a llamar Santa Claus, y fue popularizado en la década de 1820 -a través de un poema famosísimo en los Estados Unidos del poeta Clement Clark Moore- como un amable y regordete anciano de barba blanca, al que llama “St. Nick”, que la noche de Navidad pasaba de casa en casa repartiendo regalos y dulces a los niños en un trineo volador tirado por renos.
La historia del Santa Claus actual tiene sus raíces en este Santo, que fue muy querido por los niños y el pueblo de su época. Por eso es bueno recordar hoy, en la fiesta de san Nicolás, que la Navidad es el cumpleaños de Jesús, por quien San Nicolás dio su vida con el mejor regalo que le pudo dar, su amor a Dios en los más necesitados.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Adviento, Tiempo de espera cierta

Esperar bien despiertos, pero no desvelados.
Esperar caminando, pero no adelantándonos.
Esperar expuestos, pero no a cualquier viento.
Esperar sedientos, pero no yermos.
Esperar entre niebla, pero no perdidos en esta tierra.
Esperar con velas encendidas, pero no consumidos.
Esperar ofreciéndonos, pero no vendiéndonos.
Esperar preparando tu camino, pero no encorvándonos.
Esperar en silencio, pero cantando al Verbo encarnado.
Esperar acogiendo, no reteniendo.
Esperar dándonos, no reclamando.
Esperar en silencio, no alborotando.
Esperar compartiendo y disfrutando.
Esperar aunque sea de noche y no veamos signos en el horizonte.
Esperar a cualquier hora del día aunque nos quedemos solos y se rían.
Esperar en soledad... ¡y en compañía!
Esperar con mucha paz, pero pellizcados por los hermanos.
Esperar mirando a lo alto, pero con los pies asentados.
Esperar refrescándonos en tus manantiales vivos y claros.
Esperar encarnados y ya naciendo a tu Reino.
Esperar en este tiempo de crisis y recortes.
Esperar con el Evangelio en la mano.
Esperar con los que vienen y con los que se van.
Esperar disfrutando lo que se nos ha dado.
Esperar viviendo y amándonos.
Esperar como Isaías, viviendo y profetizando.
O como Jeremías, sufriendo, pero enamorados.
O como Juan Bautista, pregonando lo que nos has dado.
Esperar, para que no pases de largo.
Esperar, aunque no entendamos a tu Espíritu Santo.

La leyenda del verdadero amigo

Dice una hermosa leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron, llegando a las manos. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:
- Hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en la cara.
Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde decidieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra:
- Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida.
Intrigado, el amigo preguntó:
- ¿Por qué después que te pegué, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?
Sonriendo, el otro amigo respondió:
- Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.

domingo, 2 de diciembre de 2018

Pregón de Adviento

                Fl. Ulibarri

Os anuncio que comienza el Adviento.
Alzad la vista, restregaos los ojos, otead el horizonte.
Daos cuenta del momento. Aguzad el oído.
Captad los gritos y susurros, el viento, la vida...
Empezamos el Adviento,
y una vez más renace la esperanza en el horizonte.
Al fondo, clareando ya, la Navidad.
Una Navidad sosegada, íntima, pacífica,
fraternal, solidaria, encarnada,
también superficial, desgarrada, violenta...;
mas siempre esposada con la esperanza.
Es Adviento, esa niña esperanza
que todos llevamos, sin saber cómo, en las entrañas;
una llama temblorosa, imposible de apagar,
que atraviesa el espesor de los tiempos;
un camino de solidaridad bien recorrido;
la alegría contenida en cada trayecto;
unas huellas que no engañan; una gestación llena de vida;
anuncio contenido de buena nueva; una ternura que se desborda...
Estad alerta y escuchad.
Lleno de esperanza grita Isaías: «Caminemos a la luz del Señor».
Con esperanza pregona Juan Bautista: «Convertíos, porque ya llega el Reino de Dios».
Con la esperanza de todos los pobres de Israel, de todos los pobres del mundo,
susurra María su palabra de acogida: «Hágase en mí según tu palabra».
Alegraos, saltad de júbilo. Poneos vuestro mejor traje.
Perfumaos con perfumes caros. ¡Que se note!
Viene Dios. Avivad alegría, paz y esperanza.
Preparad el camino. Ya llega nuestro Salvador.
Viene Dios... y está a la puerta. ¡Despertad a la vida!