miércoles, 12 de diciembre de 2018

El gran árbol

En el centro de un gran bosque, había un gran árbol que era la admiración de todos los que lo veían. A su sombra se sentaban a descansar los caminantes y en sus ramas los pájaros construían sus nidos.
Pero un día las ramas dijeron:
- ¿Veis lo importantes que somos? Causamos la admiración de todos los que nos ven y los pájaros están muy contentos de vivir con nosotras. Además, ¡qué colorido tan maravilloso tienen nuestras hojas! ¿Qué tenemos nosotras que ver con eses sucio y horrible tronco y mucho menos con esas apestosas raíces que están todo el día bajo tierra?
Y decidieron que desde aquel día vivirían solas sin necesitar a nadie. El tronco por su lado dijo:
- ¿Qué sería del árbol sin mí? Soy quien sustenta a las ramas y doy vigor a todo el árbol Si yo no estuviese aquí, las ramas no tendrían fundamento ni savia que les diese colorido y vida. Soy ciertamente, el más fuerte e importante.
Las raíces cuchichearon entre sí diciendo:
- Nosotras sí que somos bien importantes. El árbol no podría subsistir sin nosotras que absorbemos de la tierra la sustancia con la que producimos el alimento que sustenta al tronco y a las hojas. Por eso, no tenemos nada que ver con ese tronco tan antipático y gordo, y menos con esas ramas tan creídas. Desde hoy nos alimentaremos nosotras solas y no daremos nuestra savia a nadie.
Y así hicieron. El gran árbol comenzó a secarse. Las hojas se cayeron y el tronco se quedó sin una gota de savia. Las hojas estaban más tristes que nunca. Los pájaros abandonaron los nidos construidos en las ramas y la gente, que pasaba por el bosque, ya no se sentaba a su sombra. Todo el bosque estaba triste porque el gran árbol se estaba muriendo.
Pero poco a poco las raíces, las ramas y el tronco se dieron cuenta de que no podían vivir separados, que estaban hechos los unos para los otros y que la importancia no era de cada uno, sino del árbol que todos formaban.
Así que las raíces dejaron de guardarse la savia sólo para ellas y se la dieron al tronco. Este al principio se negaba a participar, pero al fin también colaboró. Las ramas se alegraron al recibir la primera gota de savia pidieron perdón al tronco y a las raíces por haberlos despreciado.
Todo volvió a ser como antes. Los pájaros siguieron andando en las ramas y la gente tomando la sombra bajo su copa.
El gran árbol ya está de nuevo feliz y el todo el bosque se alegra con él.

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