domingo, 9 de diciembre de 2018

Cuando la fruta no llegue


Una vez un grupo de tres hombres se perdieron en la montaña y solamente tenían una fruta para alimentar a los tres, quienes casi desfallecían de hambre. Se les apareció Dios y les dijo que probaría su sabiduría y que, dependiendo de lo que mostraran, les salvaría. Les preguntó Dios qué podían pedirle para arreglar aquel problema y que todos se alimentaran.
El primero dijo: “Más comida”,
Dios contestó que era una respuesta sin sabiduría, pues no se debe pedir a Dios que aparezca mágicamente la solución a los problemas sino trabajar con lo que se tiene.
Dijo el segundo: “Entonces haz que la fruta crezca para que sea suficiente”,
A lo que Dios contestó que no, pues la solución no es pedir siempre la multiplicación de lo que se tiene para arreglar el problema, pues el ser humano nunca queda satisfecho y por ende nunca sería suficiente.
El tercero dijo entonces: “Mi buen Dios, aunque tenemos hambre y somos orgullosos, haznos pequeños a nosotros para que la fruta nos alcance”.
Dios dijo: “Has contestado bien, pues cuando el hombre se hace humilde y se empequeñece delante de mis ojos, verá la prosperidad”.

Se nos enseña que “otros arreglen los problemas” o a “buscar la salida fácil”, pidiendo a Dios que arregle todo sin nosotros cambiar o sacrificar nada. Por eso muchas veces parece que Dios no nos escucha pues pedimos sin dejar nada de lado y queriendo siempre salir ganando. 
Seremos felices el día que aprendamos que la forma de pedir a Dios es reconocernos débiles, y ser humildes dejando de lado nuestro orgullo. Y veremos que, al empequeñecernos y ser mansos de corazón, obtendremos el favor de Dios y Él escuchará nuestra súplica.
Pídele a Dios que te haga pequeño… ¡Haz la prueba!

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