Ramona Yanes, diciembre 2010
Jazmín,
era una niña feliz. Tenía unos padres piadosos y cada Navidad, ponían el Belén.
Pero unas Navidades, su padre enfermó, y Jazmín no sabía cómo hacer para que su
madre no sufriera viendo a su querido esposo postrado en la cama. Así que le
dijo a su madre:
- Mamá, si
papá se encuentra malito estas Navidades ¿pondremos el Belén?
Su madre
la miró con cariño y respondió:
– Hija, ¡claro que lo pondremos, papá, se alegrará
de que así lo hagamos! Debes saber, que el Niño Jesús, nos consolará. Y espero
y deseo que papá se ponga bien para este día.
Jazmín,
fue colocando cada figurita en su lugar, lo venía haciendo desde que tenía seis
años, naturalmente con la ayuda de sus padres. Ahora contaba diez. Jazmín dijo:
- ¿Ponemos
la estrella dorada?, la trajo el otro día un señor cuando tú no estabas; y me
dijo que esta estrella nos alumbraría a todos.
Su madre
se quedó algo pensativa:
- Jazmín,
¿qué señor dices que te dio la estrella?
– No sé quién era, mamá, sólo me la puso en las
manos y me dijo que nos alumbraría a los tres. Yo le dije que mi papá se
encontraba enfermo. Me miró con una sonrisa y se fue. Vamos a ponerla encima
del Belén.
Terminaron
de poner la estrella, brillaba más que el oro, más que ninguna luz. Y se fueron
a ver a su papa y marido.
- Papá
-dijo Jazmín-, tienes que levantarte y ver el Belén, ya verás que estrella más
bonita hemos puesto.
Su padre,
dando un profundo suspiro, sonrió y dijo:
- Jazmín,
esposa mía, creo que este año también cenaremos en Nochebuena todos juntos.
Porque así lo quiere el Niño Jesús.
Y así fue
como celebraron la Navidad los tres. Intuyeron que la estrella les había traído
la salud y la alegría de nuevo a su hogar.
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