El rey, entonces, dijo a sus ministros:
- “Señores, yo sigo adelante. Ustedes, si quieren, pueden quedarse aquí. Todo lo que recojan, será suyo.”
El rey continuó su viaje pensando que ya nadie le seguiría. Al poco rato, el rey, volviendo su mirada atrás, se dio cuenta de que le seguía uno de sus ministros. El rey entonces le dijo:
- “¿Es que no te importan las perlas y los diamantes de tu rey? Habrías podido ser rico durante toda tu vida.”
Y el ministro le respondió:
- “Me importa más mi rey que todas las perlas de mi rey. Mi rey es mi gran tesoro.”
Quien ha descubierto a Cristo y su Mensaje y lo ha llevado a su vida, se ha dado cuenta de que ha descubierto el mayor de los tesoros que enriquecen su vida.
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