sábado, 6 de diciembre de 2025
Oración por los niños
acudo hoy a ti para pedir Tu bendición sobre los niños del mundo.
Vela por ellos, mantenlos a salvo, guárdalos del mal y de la tentación.
Ayúdales a abrir los ojos a Tu hermosa presencia en el mundo.
Guíalos mientras crecen, para que,
sea cual sea el camino por el que les lleve la vida,
escuchen Tu voz que les guíe en la vida.
Viendo sus los ojos el entusiasmo por la vida
rezo para que la ilusión permanezca siempre en su vida.
Que posean siempre el amor a la vida y al mundo que Tú has creado.
Rezo porque sean felices y fuertes ante las dificultades.
Dónde les lleve la vida de cualquier modo,
que nunca dejen de conocerte y amarte.
Agradecido por su vida los pongo ante ti,
Señor de la Vida, de la Alegría, el Amor y la Paz.
La historia de San Nicolás
(su fiesta se celebra hoy, 6 de diciembre)
Nicolás nació en el año 250 d.C., en Myra Turkí (Asia Central). Se le conoce
como San Nicolás de Bari porque sus restos mortales descansan en la ciudad de
Bari en Italia.
Heredó una gran fortuna que la destinó a ayudar a los necesitados. Nicolás era
feliz ayudando a los demás, especialmente a los pobres y a los esclavos. Era
bueno, generoso y tenía un gran sentido del humor. Fue sacerdote y más tarde,
fue consagrado obispo.
Se cuenta que en una ocasión supo de tres jovencitas que pretendían casarse,
pero su padre no podía pagar la dote correspondiente. Al saberlo Nicolás
(pretendiendo realizar la caridad sin ser visto), soltó por la chimenea unas
bolsas de monedas de oro que cayeron en unas medias de lana que las jóvenes
habían dejado secando (por eso se cuelgan en la chimenea los calcetines, que
sirven para que nos deje a nosotros los regalos).
Se narra también que tres niños fueron asesinados en una posada, donde el
posadero los descuartizó y metió en un barril de sal, y por la oración de San
Nicolás los infantes volvieron a la vida. Por ello es patrono de los niños y se
le suele representar con tres pequeños a su costado.
El emperador Diocleciano ordena acabar con los cristianos por la fuerza. Es en
esta época cuando San Nicolás es nombrado Obispo de Myra, Turquía (de ahí el
color rojo de su vestimenta).
Fue encarcelado durante casi 30 años, pero Nicolás no perdió su sentido del
humor y su alegría especialmente al hablar con los niños (de ahí el amor a los
niños y el típico Jo, Jo, Jo).
Al convertirse al cristianismo el emperador de Roma, Constantino, hijo de Santa
Elena, el Obispo Nicolás fue liberado, ya anciano con el pelo largo y la barba
blanca. Regresó a su ciudad dispuesto a empezar otra vez la Iglesia de Cristo.
Su sorpresa fue grande cuando llegando al lugar observa la Catedral que había
sido mantenida por los Cristianos entonaban cánticos de Navidad).
Los cristianos de Alemania tomaron la historia de las tres bolsas de oro
echadas por la chimenea el día de Navidad y la imagen de Nicolás al salir de la
cárcel, para entretejer la historia de Santa Claus, viejecito sonriente y larga
barba, vestido de rojo, que entra por la chimenea el día de Navidad para dejar
regalos a los niños buenos.
Su fiesta se celebra el 6 de diciembre. Por haber sido tan amigo de la niñez y
tan generoso, en algunos países europeos repartían dulces y regalos a los niños.
Ese día empezaban las festividades de diciembre, relacionando así al santo con
las fiestas navideñas. Durante los siglos XVII y XVIII coinciden en Estados
Unidos inmigrantes de distintas culturas como ingleses, holandeses y alemanes:
la tradición católica de holandeses y alemanes, que tenía devoción a San
Nicolás se mezcló con la de “Father Christmas” (el padre de la Navidad) que era
la figura típica de las fiestas navideñas en Inglaterra.
Como derivación del nombre del santo en alemán (San Nikolaus) lo empezaron a
llamar Santa Claus, y fue popularizado en la década de 1820 -a través de un
poema famosísimo en los Estados Unidos del poeta Clement Clark Moore- como un
amable y regordete anciano de barba blanca, al que llama “St. Nick”, que la
noche de Navidad pasaba de casa en casa repartiendo regalos y dulces a los
niños en un trineo volador tirado por renos.
La historia del Santa Claus actual tiene sus raíces en este Santo, que fue muy
querido por los niños y el pueblo de su época. Por eso es bueno recordar hoy,
en la fiesta de san Nicolás, que la Navidad es el cumpleaños de Jesús, por
quien San Nicolás dio su vida con el mejor regalo que le pudo dar, su amor a
Dios en los más necesitados.
viernes, 5 de diciembre de 2025
Tu dicha
Seve Lázaro, SJ (Rezando voy)
¿Cuál es tu dicha, Señor?
Porque quiero hacerla mía,
Probármela, llevarla puesta todo el día.
¡No me escondas tu dicha!
¿Será tu dicha ese amor
que Jesús entregó al ser humano?
Un amor de compasión,
un amor de compañía,
un amor para que viva,
un amor que nunca muere,
un amor que no lo olvida,
y de nunca echar el freno.
¿Será tu dicha esa fe fuerte
que tuvo tu madre, María?
Una fe alegre y esclava,
que vuelve humilde y engrandece,
de esas que operan en lo oculto,
de esas que no tienen grietas,
de esas que nunca se rinden,
de esas que siempre confían.
¿Será tu dicha ese aliento
que tu Espíritu dejó en este mundo?
Ese aliento que traza futuros,
ese aliento que abre caminos.
Un aliento novedoso, un aliento de osadía,
de esos que desatan nudos
de aquellos que quieren vivir juntos.
Abrazos gratis
Ankor Inclán
En la fría ciudad de Oslo, donde los inviernos parecen no terminar nunca, vivía Håkon, un hombre de 65 años que tenía un oficio tan extraño que nadie sabía si tomarlo en serio o en broma: regalar abrazos.
Cada mañana se colocaba en el mismo banco del parque con un pequeño cartel hecho a mano: “Abrazo gratis. Duración: la que necesites.”
No hablaba. No preguntaba nada. No juzgaba. Solo tenía los brazos abiertos.
La mayoría de la gente pasaba de largo. Otros sonreían. Algunos se burlaban. Pero de vez en cuando… alguien se detenía.
Una joven llamada Raniya, recién llegada a la ciudad, se sentó junto a él. Observaba en silencio cómo Håkon ofrecía abrazos sin decir palabra. Aquel día, nadie se detuvo. Cuando el sol comenzó a asomarse, él recogió el cartel.
— ¿Puedo preguntarte por qué lo haces? -dijo Raniya con timidez.
Håkon se acomodó la bufanda.
— Porque un abrazo me salvó la vida -respondió.
Ella abrió los ojos con sorpresa.
— ¿Cómo puede un abrazo salvar a alguien?
Él respiró hondo.
— Hace quince años perdí a mi esposa, Ingrid.
Me quedé solo, sin hijos, sin familia cercana. Una noche, cansado de sufrir, caminé hacia el puente del río. Tenía pensado dejar de luchar. Cuando estaba allí, un desconocido se me acercó. No dijo nada. Solo me abrazó. Un abrazo simple. Tibio. Real. Como si me recordara que yo también pertenecía al mundo. Ese abrazo me hizo bajar del puente.
Nunca supe quién era esa persona. Nunca la volví a ver. Pero aprendí algo: A veces la vida te devuelve con un gesto sencillo lo que te quitó con un golpe enorme.
Hubo un silencio largo. Y entonces Raniya, temblando un poco, preguntó:
— ¿Puedo… tener un abrazo tuyo?
Håkon abrió los brazos lentamente. Ella se acercó. Cuando la abrazó, sintió cómo su cuerpo se derrumbaba en un llanto silencioso. Él no soltó hasta que ella respiró hondo.
— Gracias -dijo ella, intentando sonreír-. No sabía cuánto lo necesitaba.
— Nadie lo sabe hasta que se permite sentir -respondió él.
Pasaron los días. Raniya empezó a visitarlo cada mañana antes del trabajo. A veces hablaban, otras no. Pero siempre había un abrazo esperando.
Raniya tuvo que irse varios meses a su país. Corrió al parque para despedirse, pero Håkon no estaba. En su lugar, encontró su cartel de madera apoyado en el banco. Y una nota escrita a mano: “El mundo a veces se rompe. Pero siempre se repara en los brazos adecuados. No dejes de abrazar incluso en los días fríos. H.” Raniya guardó la nota contra su pecho.
Cuando volvió meses después, buscó el banco, pero no encontró a Håkon. Solo un grupo de personas reunidas alrededor de un nuevo cartel: “Håkon no está. Pero su abrazo sigue aquí. Si necesitas uno, solo abre los brazos. Firmado: “los que Hakon salvó.”
Raniya se quedó paralizada. Miró a su alrededor. La gente se abrazaba: jóvenes, ancianos, trabajadores, estudiantes, desconocidos que compartían una humanidad que él había sembrado.
Ella cerró los ojos, levantó los brazos… y alguien la abrazó desde atrás. Un abrazo cálido. Vivo. Humano.
El legado de Håkon seguía allí. En cada abrazo dado. En cada persona que tuvo el valor de pedirlo. Porque algunos héroes no salvan vidas con ruido… sino con silencio. Y con los brazos abiertos.
jueves, 4 de diciembre de 2025
Si puedo
Grevnille Kleiser
Si puedo hacer, hoy, alguna cosa,
si puedo realizar algún servicio,
si puedo decir algo bien dicho,
dime cómo hacerlo, Señor.
Si puedo arreglar un fallo humano,
si puedo dar fuerzas a mi prójimo,
si puedo alegrarlo con mi canto,
dime cómo hacerlo, Señor.
Si puedo ayudar a un desgraciado,
si puedo aliviar alguna carga,
si puedo irradiar más alegría,
dime cómo hacerlo, Señor
Cuento de Adviento: el zapatero al que Dios visitó tres veces
Martín era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de trabajo.
Martín, cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo del evangelio junto al fuego del hogar. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído una voz que le decía. ‘Martín, mañana Dios vendrá a verte’. Se levantó, pero no había nadie en la casa, ni fuera, claro está, a esas horas de la fría noche...
Se levantó muy temprano, barrió y adecentó su taller de zapatería. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Y se puso a trabajar delante de la ventana, para ver quién pasaba por la calle. Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo vestido de harapos y descalzo. Compadecido, se levantó inmediatamente, lo hizo entrar en su casa para que se calentara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta, para el camino y le regaló unos zapatos.
Llevaba otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó el puchero de la sopa que había preparado por si Dios se quería quedar a comer. Además, fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de unos de sus hijos y se los dio para que no pasaran más frío.
Pasó la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. La puerta se abrió con fuerza, entró dando tumbos el borracho del pueblo.
– ¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios...– se dijo el zapatero.
– Tengo sed –exclamó el borracho.
Y Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con la sopa del mediodía.
Cuando el borracho marchó ya era muy de noche. Martín estaba muy triste. Dios no había venido. Se sentó ante el fuego del hogar. Tomó el evangelio, como era su costumbre, y los abrió al azar. Y leyó:
– ‘Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste...Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis...’
Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo...
Esperemos que este pequeño relato te ayude a comprender la riqueza y la honra de recibir al niño Dios durante el tiempo Adviento o en cualquier otro tiempo de su vida, y le fortalezca el deseo de darle una bienvenida a Cristo con todo su corazón
Recuerda: El Adviento, es la esperanza de la venida de Dios que de muchas formas nos visita.
martes, 2 de diciembre de 2025
Padre nuestro, Padre de todos
Cipri Díaz Marcos, sj
Haznos saber, Padre compasivo,que nuestra vida es don recibido:
gratuidad, misterio y bendición;
que somos alianza de amor.
Enséñanos a ser agradecidos como Jesús,
que salía del camino y elevaba los ojos a ti.
Haznos conscientes, Padre amoroso,
de lo mucho recibido en nuestra existencia cotidiana:
de las manos que nos cuidaron,
de los hombros que soportaron nuestro peso
y nos rescataron de nuestros abismos.
Muéstranos también, Padre de huérfanos y solos,
el don que hemos sido para tantos y tantas
que acudieron a nosotros en busca de refugio.
Y pon en nuestros labios, Padre bueno,
aquel hermoso rezo que nos enseñó tu Hijo:
Padre nuestro...
Los elefantes atados
Intrigado, me acerqué al cuidador y le pregunté:
— Oiga, ¿cómo es posible que estos animales tan fuertes se queden quietos, amarrados solo con una cuerdita tan frágil? El hombre sonrió y me dijo:
— Cuando eran bebés, los amarrábamos con esa misma cuerda. En aquel entonces no tenían la fuerza suficiente para soltarse. Lo intentaron muchas veces: tiraron, empujaron, lucharon… y siempre fracasaban. Con el tiempo, se convencieron de que no podían liberarse. Y ahora, aunque son enormes y podrían romperla en segundos, ya ni lo intentan. Siguen creyendo en aquella derrota, no en su fuerza.
Me quedé helado. Estos animales tienen todo el poder para ser libres, pero su mente los mantiene prisioneros. Y entonces pensé: ¿cuántos de nosotros vivimos igual? ¿Cuántas personas dejaron de intentar solo porque una vez fallaron? ¿Cuántos siguen atados no por una cuerda, sino por una vieja creencia de “no puedo”?
A veces, las cuerdas más fuertes no están en los pies, sino en la mente.
domingo, 30 de noviembre de 2025
Estoy por abrir. ¡Espérame!
¡Golpea mi puerta, Señor! Sigue llamando a mi puerta.
No es fácil para mí escuchar tu llegada.
Por favor, no te vayas si no abro de inmediato.
No lo hago a propósito:
Es porque mis oídos son débiles
Sienten la frustración del mundo.
¡No te alejes de mi puerta Jesús!
Estoy deseando abrir para darte la bienvenida
Te dejaré entrar en los colores de mi alma.
Están todos allí. Incluso los que no me gustan.
Incluso aquellos que ahora se desvanecen por el tiempo.
Tráeme tu luz y haz que todo brille.
Sólo tú eres el que salva al mundo,
empezando desde nuestro propio mundo.
Aquí estoy Jesús, Palabra de Vida Eterna.
Estoy detrás de la puerta y siento tu aliento.
Estoy a un paso de tu mirada.
Mi mano está en el mango.
La mesa está puesta
Parece que todo el mundo está gritando.
Necesitamos tu paz.
¡No te alejes de la salida!
“Mira que estoy a la puerta y llamo. “Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, vendré a él y cenaré con él, y él conmigo” (Hechos 3:20).
Las cuatro velas
Cuatro velas se quemaban lentamente. En el ambiente había tal silencio que se podía escuchar el diálogo que sostenían. La primera dijo:
— ¡Yo soy la paz! Pero las personas no consiguen mantenerme encendida. Creo que me voy a apagar.
Y, disminuyendo su fuego rápidamente, se apagó por completo. Dijo la segunda:
— ¡Yo soy la fe! Lamentablemente a los hombres no les intereso. Las personas no quieren saber de mí. No tiene sentido permanecer encendida.
Cuando terminó de hablar, una brisa pasó suavemente sobre ella y se apagó. Rápida y triste la tercera vela se manifestó:
— ¡Yo soy el amor! No tengo fuerzas para seguir encendida. Las personas me dejan a un lado y no comprenden mi importancia. Se olvidan hasta de aquellos que están muy cerca y les aman.
Y, sin esperar más, se apagó.
De repente, entró un niño y vio las tres velas apagadas.
— Pero, ¿qué es esto? Deberían estar encendidas hasta el final.
Al decir esto, comenzó a llorar. Entonces, la cuarta vela habló:
— No tengas miedo: mientras yo tenga fuego podremos encender las demás velas: ¡Yo soy la esperanza!
Con los ojos brillantes, el niño agarró la vela que todavía ardía... Y encendió las demás.
¡Que la esperanza nunca se apague dentro de nosotros! ¡Y que cada uno de nosotros sepamos ser la herramienta que los niños necesitan para mantener con ellos la fe, la paz y el amor!