martes, 4 de mayo de 2021

Aniversario de boda: el peine y la pipa

Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello negro, largo, como hebras brillantes salidas de su rueca. A pesar de no tener peine alguno, peinaba una y mil veces sus largas trenzas, su máximo tesoro y su orgullo. Así pasaba el día esperando al marido.
El iba cada día al mercado a vender algunas frutas. A la sombra de un árbol se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes una pipa vacía. No llegaba el dinero para comprar un pellizco de tabaco.
Se acercaba el día del aniversario de la boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalar a su marido. Y además, ¿con qué dinero?
Una idea cruzó su mente. Sintió un escalofrío al pensarlo, pero al decidirse todo su cuerpo se estremeció de gozo: vendería su pelo para comprarle tabaco.
Ya imaginaba a su hombre en la plaza, sentado ante sus frutas, dando largas bocanadas a su pipa: aromas de incienso y de jazmín darían al dueño del puestecillo la solemnidad y prestigio de un verdadero comerciante.
Sólo obtuvo por su pelo unas cuantas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio de su pelo.
Llegó el día del aniversario de bodas, y él salió como cada mañana temprano, pensando qué le regalaría a ella si nada tenía.
Al llegar la tarde él llegó con un pequeño paquete que le dio con un suave beso en la frente: "Feliz aniversario".
Ella, con una gran sonrisa, también le entregó un diminuto envoltorio.
Al abrir cada uno su regalo, se miraron y sollozaron en silencio disfrutando del gran amor que Dios les estaba demostrando. Ella había vendido sus trenzas y le había comprado un atadillo de tabaco para la pipa. En cambio, él había vendido su pipa y le había comprado un hermoso peine para sus trenzas.

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