miércoles, 26 de abril de 2017

Del grito a la risa

Inclinó al fin su cabeza, rota en grito la Palabra;
hubo llantos y lamentos de la tarde a la mañana.
¡Qué silencio y qué vacío por la Palabra enterrada!
Todo aquel día de sábado fue silencio y esperanza.
Y a la mañana siguiente, primera de la semana,
la Palabra se convierte en risa resucitada.
Es risa de primavera, es risa que se regala,
es risa que no termina, es risa que vive y habla.
Todo se llena de risa, todo se estremece y canta;
aquel grito del Calvario es ya risa prolongada.
Se acabaron las tristezas, las tristes muertes del alma;
hay un rostro que sonríe y va sembrando esperanzas.
No llores ya, Magdalena, buscando lo que más amas:
es hortelano que ríe: una risa que no acaba.
No llores más, Pedro amigo, recordando las tres faltas:
ahora está junto a ti el que es risa soberana,
y tan sólo te pregunta si le quieres, si le amas,
y solamente te pide reír con todas tus ganas.
No estéis tristes peregrinos de Emaús o de cualquier patria:
Alguien sale a vuestro encuentro y su risa es una llama;
siempre se deja invitar cuando la tarde se acaba,
y cuando parte su pan de risa a todos contagia.
Parte tu pan conmigo, Amigo mío del alma,
colorea con tu risa los rincones de mi casa;
y que la risa florezca y que fluya como el agua;

y los grupos resuciten en risas multiplicadas.

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