martes, 25 de abril de 2017

El confeti del cura

Contaba a sus alumnos, el director espiritual de un seminario católico, que en cierta ocasión fue un hombre al confesionario, buscando la absolución. Su pecado consistía en haber dicho en el bar de su pueblo comentarios maledicentes sobre la honestidad de una mujer casada.
El confesor, tras escuchar atentamente al aparentemente contrito pecador, le dio una bolsa con confeti, añadiendo que debía subir a lo más alto del campanario y lanzar su contenido al vacío, advirtiéndole que tuviese cuidado ya que el viento soplaba muy fuerte ese día.
Al terminar su "penitencia", el difamador bajó a la iglesia para que el párroco le diera la absolución, pero cuál fue su sorpresa cuando el clérigo le dijo que antes de darle la absolución debía devolverle la bolsa, con todo el confeti que le había entregado.
El sujeto, contrariado, señaló que lo que le pedía era imposible, ya que el viento había desperdigado los minúsculos y livianos papeles, en mil direcciones. El sacerdote, mirándole a los ojos, le hablo de esta manera:
- "Más fácil es que hagas lo que te he mandado, que puedas reparar el daño que tan frívolamente has hecho a esa buena familia. Ve y averigua hasta dónde el boca a boca ha llevado tu perversa murmuración y desmiente tus palabras. Pero que sepas que - aun así y todo- habrá quien no quiera creerte y esa mujer permanecerá marcada de por vida por el estigma de la deshonra. Posiblemente, a estas alturas, el rumor ya habrá llegado hasta el colegio en donde estudian los hijos de esa mujer, y tan solo es cuestión de tiempo que sus compañeros de clase comiencen a señalarlos con el dedo".

No hay comentarios:

Publicar un comentario