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¿Por qué vas siempre al cementerio, mamá? -preguntó una niña.
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Para visitar a la abuelita y llevarle flores, mi cielo -explicó cariñosamente
la madre.
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¿Abuelita está en el cementerio? -siguió preguntando la pequeña.
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Sí, mi hijita -respondió tristemente la mamá.
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¿Y por qué no te la traes a casa entonces? -dijo la niña.
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Bueno, porque está muerta y enterrada -dijo la madre.
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¡Ah! ¡Cómo me engañaste! -respondió la chiquilla.
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¿Por qué te engañé? -preguntó la madre.
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Porque cuando la abuelita se fue, me dijiste que estaba con Dios en el cielo
-contestó la niña.
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Bueno, en el cielo está la abuelita viva y en el cementerio está la abuelita
muerta -intentó explicar un tanto acorralada la madre.
¡Era
una abuelita y ahora son dos abuelitas! -pensó extrañada la niña-. Las personas
mayores no se aclaran. Y siguió pidiendo explicaciones…
-
Y tú, ¿a quién quieres más, mamá? ¿A la abuelita muerta del cementerio o a la
abuelita viva del cielo?
Pero
la mamá ya no sabía qué decir. Y salió al paso diciendo:
-
Después hablaremos, mi amor.
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