Para el colegio de los animales superdotados habían
elegido a los profesores más capaces de todos. Querían hacer un plan de
educación integral, revolucionario y modélico.
Una liebre, un erizo, un gorrión, un pez, una
serpiente, una ardilla, un pato y otros animales se pusieron a hacer el
proyecto.
Lograron un acuerdo sobre los objetivos y elementos organizativos
y estructurales. Pero, al llegar a los contenidos de las asignaturas, cada uno
proponía temas que creía imprescindibles. La liebre decía que la carrera era
asignatura obligada. El gorrión decía lo mismo del vuelo; el pez, de la
natación y la ardilla, de la trepa de árboles; el erizo, de la autodefensa; la
serpiente, del arte de arrastrarse... Los demás animales querían que su
especialidad constara en el programa. Acordaron el número de asignaturas y la
obligación de que todos siguieran las clases.
Cuando comenzó el curso, los animales alumnos no se
atrevían a hacer algunas pruebas. Los animales educadores no daban el brazo a
torcer y exigían esas pruebas.
Una comisión de alumnos pidió que los profesores
hicieran una demostración para probar que era posible.
Los educadores recordaron entonces que parte de su
revolución pedagógica consistía también en que nada se haría si antes no había
sido experimentado por los educadores mismos. Así que, la liebre se lanzó a
correr. Lo hizo de maravilla. Pero cuando intentó volar se rompió los huesos y
la cabeza. Los alumnos no sabían si reír o llorar.
El gorrión fue sobresaliente en la prueba del vuelo,
pero por poco se ahoga cuando lo obligaron a nadar.
El erizo, en la autodefensa estuvo fenómeno: se cerró
bien como una pelota y con las púas hacia fuera nadie le podía atacar. Pero al
querer trepar y saltar de rama en rama, se caía con estrépito haciendo un
ridículo soberano.
Así siguieron desfilando los otros animales
profesores. Los propietarios del colegio seguían pensando que era una
experiencia muy positiva. Era cuestión de tiempo. Continuarían aprendiendo
todas las asignaturas.
Constataron, eso sí, que la liebre, el gorrión, el
erizo etc., tras las heridas, ya no eran capaces ni de hacer bien su propia
especialidad, además de estar muertos de miedo.
Todos los alumnos se dieron de baja. Algunos
profesores se pusieron de acuerdo para fundar una escuela donde no se hicieran
los programas a partir de lo que los profesores saben y quieren si no a partir de
lo que los alumnos necesitan y pueden. Comenzaron por dialogar y programar con los
alumnos. La escuela se llenó de alumnos por el clima tan positivo que se formó.
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