martes, 20 de noviembre de 2018

Cambiar el mundo


 Llegó una vez un profeta a una ciudad y comenzó a gritar en la plaza mayor que era necesario un cambio en la marcha del país.
El profeta gritaba y gritaba, y una multitud considerable acudió a escuchar sus palabras, aunque más por curiosidad que por interés. Y el profeta ponía toda su alma en la voz, exigiendo el cambio de las costumbres.
Pero, según iban pasando los días, eran cada vez menos los curiosos que rodeaban al profeta, y ni una sola persona parecía dispuesta a cambiar de vida. Pero el profeta no se desalentaba y seguía gritando.
Hasta que un día ya nadie se detuvo a escucharle. Mas el profeta seguía gritando en la soledad de la gran plaza.
Y pasaban los días; y el profeta seguía gritando; y nadie le escuchaba.
Al fin, alguien se acercó y le preguntó:
- ¿Por qué sigues gritando? ¿No ves que nadie está dispuesto a cambiar?
- Sigo gritando –dijo el profeta– porque si me callara, ellos me habrían cambiado a mí.

Muchos sueñan con hacer del mundo un lugar mejor. ¿Por dónde puedo comenzar yo en esta tarea y cómo puedo contagiar a uno más?

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