miércoles, 2 de mayo de 2018

Los dos halcones


Un rey recibió como obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el instructor comunicó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente educado, pero que al otro no sabía qué le sucedía, no se había movido de la rama desde el día de su llegada a palacio, hasta tal punto que había que alimentarlo en la misma rama.

El rey mandó llamar curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar el ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió.
Por la ventana de sus habitaciones, el monarca podía ver que el pájaro continuaba inmóvil. Publicó por fin un bando entre sus súbditos y, a la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente en los jardines.
Traedme al autor de ese milagro, dijo. Enseguida le presentaron a un campesino.
- ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago, acaso? 
Entre feliz y asustado, el hombrecito solo explicó:
- No fue difícil, su Alteza: sólo corté la rama. El pájaro se dio cuenta que tenia alas y se largó a volar. 

¿Sabes que tienes alas? ¿Sabes que puedes volar? ¿A qué estás agarrado? ¿De qué no te puedes soltar? ¿Qué está esperando tu rama para romperse? ¿Quién o qué la puede cortar?
Vivimos dentro de la zona de comodidad donde nos movemos. Dentro de esa zona viven nuestros valores, nuestros miedos y nuestras limitaciones. En esa zona reina todo lo conocido, cotidiano y fácil. Es nuestra zona de confort y por lo general creemos que es nuestro único lugar y modo de vivir.
Tenemos sueños, buscamos oportunidades, pero no siempre estamos dispuestos a correr riesgos, no siempre estamos dispuestos a transitar caminos difíciles o incómodos. Nos conformamos con lo que tenemos y aprendemos a vivir desde la resignación.

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