jueves, 3 de mayo de 2018

Somos seres humanos

Cuenta una historia que un judío trabajaba en una planta envasadora de carne en Noruega. Un día terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del refrigerador. Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo escuchaba. La mayoría de los trabajadores se habían ido a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía esa puerta.
Llevaba cinco horas en el refrigerador al borde de la muerte. De repente se abrió la puerta, el guarda de seguridad entró y lo rescató.
Después de esto, le preguntaron al guarda porqué se le había ocurrido abrir ésa puerta sino era parte de la rutina de su trabajo y él explicó:
- Llevo trabajando en ésta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda por la mañana y se despide de mí por las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible. Hoy me dijo “hola” a la entrada, pero nunca escuché “hasta mañana”. Yo espero cada día por ese “hola, buenos días” y ése “chao o hasta mañana”. Sabiendo que todavía no se había despedido de mí, pensé que debía estar en algún lugar del edificio, por lo que lo busqué y lo encontré.

En nuestro día a día, a veces olvidamos lo más importante: que somos seres humanos. Nos enfrascamos en nuestros problemas y responsabilidades sin darnos cuenta de las personas que están a nuestro alrededor y con las que compartimos nuestra existencia. Damos la vida por los grandes logros y olvidamos que un pequeño detalle vale toda una vida.

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