miércoles, 5 de septiembre de 2018

Amar hasta que duela


(Dos anécdotas contadas por la misma Madre Teresa de Calcuta en el discurso ante la ONU  el 26 de octubre de 1985)

Nunca se me olvida aquella pareja de jóvenes que, hace algún tiempo, vinieron a nuestra casa y me entregaron un montón de dinero.
Les pregunté:
- ¿De dónde habéis sacado tanto dinero?
Y me contestaron:
- Nos hemos casado hace dos días. Antes de casarnos, decidimos que no íbamos a comprar trajes de boda que no íbamos a tener un gran banquete y que le íbamos a dar ese dinero.
Y yo sé lo que, en nuestro país, en una familia hindú, significa eso, no tener trajes de boda, no tener celebración. Así que les volví a preguntar:
- Pero, ¿por qué? ¿Por qué habéis hecho esto?
Y me dijeron:
- Nos amamos tanto que queríamos compartir la alegría del amor con la gente a la que usted sirve.
¿Cómo experimentamos eso? Dando hasta que duela.

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Cuando iba a ir a Etiopía, los niños pequeños en Calcuta venían a mí. Habían oído que me iba allí. Y venían para preguntarles a las hermanas cuánto sufren los niños en Etiopía. Y venían y todos daban algo, cantidades muy, muy pequeñas de dinero. Y algunos, cualquier cosa que tuvieran, la daban.
Un niño pequeño se acercó a mí y me dijo:
- No tengo nada, no tengo dinero, no tengo nada. Pero tengo este trozo de chocolate. Dales esto, llévatelo y dáselo a los niños de Etiopía.
Aquel niño pequeño amaba con un amor grande, porque creo que era la primera vez que a sus manos había llegado un trozo de chocolate. Y lo dio. Lo dio con alegría de poder compartir, de poder quitar un poco del sufrimiento de alguien en la lejana Etiopía.
Esta es la alegría del amor: dar hasta que duela. A Jesús le dolió amarnos, porque murió en la Cruz, para enseñarnos a amar. Y este es el modo en que debemos amar también nosotros. Hasta que duela.

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