sábado, 16 de julio de 2022

‘La prueba de las semillas’

En un lugar del norte de Europa, vivía un humilde agricultor que trabajaba día y noche en el campo. Vivía de las verduras y las frutas que vendía en el mercado cada semana. Y aún así, pasaba calamidades para llegar a fin de mes.
Un día, Melvin, que así se llamaba el joven, entró en un bazar para comprar unos tornillos. Pero, mientras esperaba al tendero, vio un viejo farol en la entrada que le gustó.
– Ese farol me vendría fenomenal para la granja- pensó Melvin.
Y sin pensárselo dos veces, escondió el farol bajo la ropa y salió corriendo. Según se alejaba, Melvin ya sentía remordimientos.
– ¿Cómo es posible que haya hecho esto? – pensaba…
Poco después, Melvin fue detenido y encerrado en un calabozo. El pobre, se lamentaba de acabar así por un simple error… ¡El primero que cometía en toda su vida!
La idea de Melvin: la prueba de las semillas
Entonces, Melvin comenzó a pensar qué podía hacer para salir de allí lo antes posible. Y pensando y pensando, se le ocurrió una idea.
– ¡Ya lo tengo!
Melvin pidió audiencia con el gobernador y este, extrañado por la petición, accedió.
– ¿Qué es lo que quieres decirme? – preguntó el gobernador.
– Me gustaría entregarte unas semillas-dijo Melvin, sacando una bolsita llena de semillas-Son semillas especiales. Son de peral, pero las peras que da son de oro.
– ¿De oro, dices? Y entonces, ¿por qué no las plantas tú?
– Porque las semillas solo funcionan con personas que no hayan cometido nunca una falta.
El gobernador se quedó pensativo, y al final decidió aceptar las semillas. Pero luego ya en su casa pensó que tal vez no era la persona apropiada.
– A veces cobro más impuestos de los que debo… Casi mejor que le de las semillas a mi consejero.
Pero su consejero, ya con las semillas en la mano, pensó que tampoco era la persona indicada:
– Lo cierto es que muchas veces miento al gobernador…
Y terminó dando las semillas al juez, que a su vez se las dio al carcelero que a su vez se las dio al orfebre… Y al final ninguno plantó las semillas.
Al cabo de unos días, Melvin volvió a pedir audiencia con el gobernador y le dijo:
– No habéis conseguido a nadie capaz de sembrar las semillas que os di porque no hay nadie que esté libre de alguna culpa. Y ninguna de esas personas están en prisión. Sin embargo yo estoy encerrado solo por haber robado un viejo farol… El gobernador se dio cuenta del error y decidió liberar a Melvin.

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