martes, 3 de enero de 2023

Pierre, el niño de los zuecos

Pierre era un niño muy pobre. No tenía padres, así que vivía con una tía, una mujer muy avariciosa y egoísta. Sin embargo, el pequeño, a pesar de no tener nada y de no recibir cariño de parte de su tía, era bondadoso y muy generoso con los demás.
La tía de Pierre nunca le felicitaba por nada. Ni le daba besos, ni abrazos… ni siquiera le compraba zapatos. Así que el pequeño aprendió a trabajar el arte de la madera para tallar unos zuecos con los que podía caminar sobre la fría nieve en invierno.
El día de Nochebuena, Pierre estaba muy contento y nervioso. Sabía que esa noche llegaría Santa Claus, y pensaba poner sus zuecos junto a la chimenea para que dejara allí los regalos, si es que recibía alguno.
Pero esa noche, al volver a casa después de hacer un recado para su tía, vio en una esquina, tiritando de frío, a un niño muy pobre. Lo cierto es que no le conocía, así que pensó que debía ser extranjero.
El niño estaba acurrucado al lado de una pared, junto a una caja de madera con herramientas. Vestía una túnica blanca, no tenía abrigo… ¡ni zapatos! El pequeño estaba descalzo, y tenía los pies morados por el frío.
A Pierre le dio mucha pena ese niño, y le regaló uno de sus zuecos, a pesar de que quería poner los dos para Santa Claus junto a la chimenea.
La tía de Pierre se dio cuenta de que le faltaba uno de los zuecos y le regañó:
– ¡Ya has perdido uno de tus zuecos! ¿Cómo puedes ser tan desastroso? Ahora querrás quitarme un tronco de madera para tallarte otro. ¡Ni lo sueñes! ¡La madera cuesta mucho dinero! ¡Esta noche vendrá el Tío Latiguillo en lugar de Santa Claus!
Pierre se asustó mucho: el Tío Latiguillo llevaba carbón a los niños que no se portaban bien en Francia. ¿Y si le castigaban por haber dado aquel zueco al niño?
Pero a la mañana siguiente, el pequeño Pierre se llevó una gran alegría: junto al zueco que había dejado al lado de la chimenea, había un montón de regalos: un abrigo, bufandas, ropa de lana, botas y unos zuecos nuevos.
Pierre fue a la ventana para ver si aún podía reconocer a Santa Claus para darle las gracias. El trineo de Santa Claus no lo vio. Sin embargo a lo lejos pudo distinguir al niño al que la noche anterior había regalado su zueco. Y de pronto se dio cuenta: ¡Era el niño Jesús!

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