viernes, 5 de julio de 2024

Suema, la esclava negra

Noticias Cristianas: «Historias para amar al prójimo.

Suema pertenecía a una tribu situada al este del Niassa, uno de los lagos del interior del África. En su niñez vivía feliz con sus padres y hermanos, cuando, un día, vio cómo un león devoraba a su padre. La madre de Suema quedó viuda, y huyó de allí con sus hijos y con la miseria, que desde entonces no dejó de perseguirla. Los hermanos de Suema murieron, y ella quedó como único consuelo de su madre, viviendo juntas en una choza miserable.
Un día llegaron unos negreros y, hallándolas sin defensa, se las llevaron como esclavas. La madre de Suema pronto fue incapaz de llevar un pesado colmillo de elefante con que la habían cargado. Siendo ya inútil para la caravana, la privaron de su ración de alimento. Suema quiso partir la suya con su madre; pero, al ser descubierta por los guardianes, fue azotada como castigo de semejante delito. La pobre niña vio a su pobre madre consumirse de inanición. Agotada, cayó sobre la arena, y la caravana continuó su camino, Suema emprendió la fuga en medio del silencio de la noche, volviéndose en busca de su madre.
La encontró en el mismo sitio en donde la habían dejado. La presencia de la hija reanimó a la madre moribunda, abrió los brazos, y, estrechando a Suema contra su corazón, la arrulló con dulzura, murmurando a su oído amorosas expresiones. Agotadas, acabaron por dormirse. Mas de pronto unos hombres crueles la arrancaron de su madre, le dieron una paliza y la llevaron de nuevo con el resto de los esclavos.
Rota de cuerpo y de espíritu, Suema apenas vivía cuando llegó al mercado de esclavos. Suema quedó tendida en un rincón del mercado, no valía para nada, y envolviéndola en una estera que ataron la arrojaron a un foso, cubriéndola con una leve capa de arena. Ella hizo un esfuerzo por soltarse. En ese momento, por divina Providencia, un joven cazador acertó a pasar por allí hizo huir a los chacales y, movido por compasión, trasladó a Suema al hospital de la ciudad.
Allí, la solicitud y cuidados de las hermanas la devolvieron a la vida. Allí se quedó en el orfanato e instruida en las verdades de la religión, pronto manifestó deseos de recibir el Bautismo y hacer su Primera Comunión.
Cierto día, una de las hermanas la llamó para que le ayudase a cuidar un moribundo que habían traído al hospital. Nuestra joven se acercó al lecho y reconoció a su perseguidor, al verdugo que había hecho perecer a su madre y que a ella misma le había hecho sufrir horribles torturas. Su corazón dio un vuelco en el pecho. ¿Habría que perdonarle? En aquel momento supremo Suema hizo un esfuerzo; alzó los ojos y vio una hermosa imagen de Nuestra Señora de los Dolores que, llena de luz y de bondad, presidía la gran sala del dolor; cayó de rodillas delante de ella. Perdonó a su cruel enemigo.
Este acto heroico, la hizo digna de la vocación religiosa.

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