jueves, 26 de septiembre de 2024

L fábula de Bóreas y el Sol

Un día, Bóreas, el Dios del viento del norte, y Helios el Sol, astro rey del cielo, discutían sobre quién de los dos era más poderoso. Ambos se sentían superiores en su dominio, convencidos de que podían doblegar la voluntad de cualquier ser bajo sus influencias. Decidieron entonces poner a prueba sus poderes con un reto: el que lograra despojar a un viajero de sus vestiduras sería declarado el más fuerte.
Allá abajo, en un solitario camino, vieron a un hombre caminar con paso cansado. Estaba bien abrigado, con un grueso manto sobre los hombros y un sombrero que le protegía del clima invernal. "Yo comenzaré", dijo Bóreas, confiado en que su fuerza implacable haría ceder al viajero en poco tiempo.
Bóreas se lanzó con furia. Sus vientos huracanados soplaron violentamente, levantando las hojas secas del camino y retorciendo las ramas de los árboles cercanos. El viento gélido azotó al viajero, quien, tiritando de frío, se abrazó más fuerte a su manto y se cubrió la cabeza con el sombrero. Pero Bóreas no se dio por vencido; redobló su esfuerzo y lanzó ráfagas de viento aún más heladas y poderosas. El viajero, temblando, no solo se envolvió más en sus ropas, sino que añadió otra capa, buscando protegerse del crudo frío. Por más que lo intentó, Bóreas no logró que el hombre se despojara de sus vestiduras. Cansado y derrotado, Bóreas se retiró, admitiendo su fracaso.
El Sol, entonces, se adelantó sonriente. Con calma y sin prisa, comenzó a iluminar el camino con su luz suave y tibia. Los rayos dorados del Sol acariciaron el rostro del viajero, quien sintió un alivio inmediato. Poco a poco, el calor del astro rey se hizo más perceptible. El hombre, agradecido por el cambio de clima, se quitó el sombrero y lo guardó en su bolso.
Con paciencia, el Sol continuó intensificando su calor. Los rayos se hicieron más cálidos y agradables, hasta que el viajero, sudando bajo sus gruesos ropajes, decidió quitarse su primer manto. Pero el Sol no se detuvo allí; lentamente hizo brillar sus rayos con mayor fuerza, inundando todo el paisaje con una luz deslumbrante y cálida. Pronto, el calor se volvió sofocante, y el hombre, abrumado por la temperatura, se quitó la segunda capa de ropa. A medida que el calor se volvía casi insoportable, el viajero decidió buscar alivio en un río cercano. Se despojó completamente de sus vestiduras y, con prisa, se zambulló en las frescas aguas, buscando refugio del abrasador calor.
El Sol, victorioso, observó con una sonrisa cómo el viajero se refrescaba en el río. Bóreas, ya sin argumentos, tuvo que reconocer la victoria del Sol.

¡Moraleja! Es mucho más poderosa una suave persuasión que un acto de violencia.

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