Cansada de verlo así, le reclamaba una y otra vez:
— ¡No puedes seguir así! ¡Yo trabajo todo el día para traer el pan a casa, y tú ni te levantas! ¡Vas a acabar conmigo!
El joven, muy tranquilo, le contestaba:
— No te preocupes, mamá… algún día seremos ricos y ya no tendrás que trabajar.
— ¿Y cómo vamos a ser ricos si ni siquiera te mueves?
— Me contaron que, más allá de las montañas, vive un sabio que tiene las respuestas. Iré a preguntarle.
El hijo partió al día siguiente.
En el camino, se encontró con un león flaco, muy muy flaco.
— ¿A dónde vas? -le preguntó el león.
— Voy a buscar al sabio para que me diga cómo ser rico.
— Ya que vas, ¿puedes preguntarle qué debo hacer para dejar de estar tan flaco? Da igual cuánto coma, no engordo.
— Está bien -respondió el flojo.
Más adelante, junto a un manzano de frutos podridos, el árbol le pidió:
— Por favor, si ves al sabio, pregúntale por qué mis frutos se pudren apenas comienzan a madurar.
—Claro que sí -dijo el flojo- sin detenerse.
Y un poco más allá, un pez que apenas podía hablar ,desde el lago le suplicó:
— ¡Ayúdame! Tengo algo atascado en la garganta. Pregunta al sabio qué puedo hacer.
— De acuerdo -dijo el flojo-. Yo también necesito su consejo y por eso voy.
Después de mucho andar, encontró al sabio meditando a la puesta de sol. El flojo, sin rodeos, preguntó:
— ¿Qué puedo hacer para ser rico? Ah, y traigo algunas otras preguntas.
El sabio, tras escucharlo, le respondió:
— El pez tiene una piedra preciosa en la garganta. Si alguien la saca, volverá a comer. El manzano tiene un gran tesoro enterrado bajo sus raíces. Si alguien lo desentierra, sanará y dará frutos sanos y ricos. Y el león… debe comerse al primer holgazán que encuentre en el camino.
— ¿Y yo? ¿Qué tengo que hacer para ser rico?
— Tú solo debes desandar el camino que hiciste.
El flojo, contento, creyó haber encontrado la mejor receta: no hacer nada. Al regresar, el pez le pidió ayuda:
— ¡Sácame la piedra! ¡La joya es tuya!
— ¿Meterme al agua helada? ¡Ni loco! El sabio dijo que solo debo desandar el camino.
Llegó al manzano:
— ¡Desentierra el tesoro! ¡Serás rico!
— ¿Excavar? ¡Qué flojera! Yo solo tengo que seguir caminando e igual seré rico.
Finalmente, se encontró de nuevo con el león flaco:
— ¿Qué dijo el sabio sobre mí? -preguntó el león.
— Que debías comerte al primer flojo que encontraras.
— Perfecto -dijo el león mientras se relamía.
Y así, la pereza terminó devorando al flojo... literalmente.
MORALEJA: Recuerda, la pereza no solo te roba oportunidades, también puede terminar contigo. El esfuerzo no es un castigo. Es el camino real hacia el crecimiento, la prosperidad y el éxito. Pon esfuerzo a lo que haces en tu trabajo, en tus estudios, en la vida. El éxito real solo depende de ti y de lo que decidas hacer.
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