lunes, 8 de diciembre de 2025

No termines el día enfadado

Había una vez un lobo llamado Sam. Era fuerte, valiente… pero su corazón llevaba heridas profundas. Siempre se mostraba irritable. Siempre a la defensiva. Su compañera, una loba tierna y noble llamada Lina, lo amaba con sinceridad. Lo amaba a pesar de sus gritos, de sus silencios, de su ira constante. Una noche, una discusión más estalló.
— ¡Nunca entiendes nada! -rugió Sam, dominado por su enojo.
— ¿Y tú cuándo dejarás de discutir por todo? -respondió Lina, con tristeza en la mirada.
Esa noche no se hablaron. No hubo abrazos. No hubo reconciliación. Solo silencio… y orgullo.
Al amanecer… El corazón de Lina había dejado de latir. Se fue sin hacer ruido. Frágil. Como si el bosque se la hubiese llevado sin avisar.
Sam cayó de rodillas. Aulló de dolor. El mundo se le vino abajo. Y en ese instante… comprendió lo que realmente importaba.
Pasaron los días, pero el vacío seguía ahí. Hasta que un viejo búho, sabio y apacible, descendió de lo alto de un árbol y se posó junto a él.
— ¿Por qué lloras, joven lobo?
Sam, con los ojos llenos de lágrimas, apenas pudo hablar:
— Discutía con ella… por cosas que ya ni siquiera recuerdo. Y ahora se ha ido. No le dije “perdóname”. No le dije “te amo”. Pensé que tendría más tiempo… Pero no despertó.
El búho lo miró con ternura y le preguntó:
— Dime, Sam… ¿Realmente valía la pena tener la razón esa noche? ¿Valía la pena callar por orgullo?
Sam cerró los ojos, roto por dentro, y susurró:
— No… Hoy cambiaría mil razones por solo un instante más con ella… Para abrazarla. Para decirle que lo siento.
El búho, antes de alzar el vuelo, le dejó estas palabras:
— Ama con paciencia. Perdona de verdad. Porque no sabemos que “buenas noches” será la última.

El amor que viene de Dios es paciente, es bondadoso y no se deja llevar por el orgullo (1 Cor 13:4-5).
No permitas que el enfado destruya lo que el Señor ha puesto en tu vida. Perdona pronto, ama profundamente, y no te vayas a dormir sin haber reconciliado tu corazón. Cristo nos enseñó a amar como Él nos amó: con gracia, con compasión… y sin condiciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario