sábado, 3 de diciembre de 2016

“La yegua y el potrillo”

Cuentan que una madre tenía dos hijos. Siendo muy niños aún, murió el padre. La mamá trató de darles una buena educación, sobre todo religiosa. Pero al dejar el Colegio e ingresar a la universidad, algunos profesores influyeron mucho en ellos y los dos muchachos cayeron en sus redes ideológicas y abandonaron la fe.
La pobre madre se sintió defraudada y se preguntó qué había hecho mal. ¿Por qué sus hijos vivían sin Dios? Hasta llegó a cuestionarse ella misma. ¿No sería que la fe que les dio no era la verdadera y ellos tenían razón?
Un día fue a consultar con un Sacerdote que vivía en un pueblo del interior del país. Este escuchó con mucha atención su caso y luego le hizo asomarse a la ventana:
- ¿Qué ve, señora?
- Veo una yegua atada a un árbol y un potrillo suelto que salta muy alegre, va y viene, se aleja y regresa junto a su mamá.
- ¡Exacto!, dijo el Sacerdote. El potrillo anda suelto, pero la yegua está atada. Él se va, pero luego regresa. Si también la yegua estuviera suelta posiblemente el potrillo no tendría el punto de referencia para regresar; estando los dos sueltos la madre y el hijo se alejarían para no volver a encontrarse nunca más... Igual le sucede a Usted: sus hijos se han soltado, hasta se han alejado de Dios. Pero Usted debe seguir firme en su fe. Así, aunque los hijos se vayan, podrán regresar porque siempre tendrán un punto de referencia en su mamá.
Decía muy convencida la mamá: “Si Dios no ocupa el centro de nuestro hogar, nuestra familia se derrumba”.

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