Entonces la mujer dijo con sencillez y naturalidad:
- «Yo no… No puedo creer que sea arroz. Llevo mucho tiempo sin comer».
No se quejó contra nadie. Contra nadie pronunció palabras amargas. Simplemente, no podía creer que fuera arroz.
- «Yo no… No puedo creer que sea arroz. Llevo mucho tiempo sin comer».
No se quejó contra nadie. Contra nadie pronunció palabras amargas. Simplemente, no podía creer que fuera arroz.
La misma madre Teresa nos cuenta: Otra noche salimos por Calcuta y recogimos cuatro o cinco personas por las calles. Por su estado las llevamos a nuestra casa del Moribundo. Entre ellas había una anciana que se encontraba muy grave. Dije a las hermanas: «Yo me ocuparé de ella».
Cuando la puse en la cama, me cogió la mano mientras en su rostro aparecía una sonrisa maravillosa. Pronunció una sola palabra: «Gracias», al tiempo que se moría.
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