domingo, 5 de febrero de 2017

Que sea sal y luz, Señor

 J. Leoz

De tu mar, Señor, sea yo la sal que lleve:
alegría donde existan las caras largas,
ilusión donde no sepan lo que es el optimismo,
eternidad, allá donde vean sólo el presente,
caridad, en aquellos rincones
donde aparezca el “yo” y no el “nosotros”.
SEA SAL Y LUZ, SEÑOR
Del Sol que es tu Palabra
y, entonces, anuncie lo que Tú nos traes.
Es posible un mundo, pero como Dios manda.
Grande, un corazón, por el Amor que regalas.
Inmensa, la vida, por el futuro que nos conquistas.
Que no me conforme, oh Señor, con la sal de mi frágil salero.
Que no me quede, oh Señor, con la luz de mis débiles ideas.
Que no presuma, oh Señor, de mis gracias y de mis dones
y, caiga en la cuenta, de que es tu Sal
la que da sabor eterno a los guisos de mis manos.
Que no lleve en cuenta, oh Señor, de mis pequeños aciertos,
cuanto de la Luz que Tú desprendes desde el cielo.
De mis ocurrencias y creatividad,
cuanto de la presencia creadora de Dios.
De mis aportaciones por tu Reino,
cuanto de tu Espíritu que las hace únicas, genuinas y eternas.
QUE SEA, SEÑOR, SAL Y LUZ
Pero sal recogida del mar del cielo,
empaquetada con fuerza del Espíritu Santo.
Y sin más precio que, el saber, que estoy de tu lado y contigo
para hacer de este mundo un pequeño trozo de tu Reino.

Con tu luz, siempre con tu luz, Señor.

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