jueves, 29 de marzo de 2018

Gracias, Señor, por amarme

Gracias, Señor, por amarme.
No sé que ves en mí, pero gracias por tenerme en cuenta.
Por verter a raudales tu amor y hacer que mi aljibe rebose.
No entiendo a que se debe tanto derroche de cariño,
está claro que tú eres Dios, y yo sólo soy mujer.
Aún así, sin entender los motivos que te mueven a quererme,
me estremezco al comprobar la ternura que manifiestas para conmigo.
Alcanzo a comprender que tu misericordia es tan grande
que gracias a ella se beneficia la humanidad,
pero sigo sin entender que has visto en mí.
Cierro los ojos y te invoco.
Entono una oración pausada
en la que sin miedo expreso cuanto por ti siento.
Elevo una acompasada melodía de adoración
en la que cada nota aporta el ungüento oleoso
que deseo derramar a tus pies.
Gracias por amarme.
Gracias por aguantar mi terquedad,
la impaciencia de un ser que acostumbra a correr
cuando le pides que esté en quietud,
que alza la voz cuando demandas silencio.

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