domingo, 9 de febrero de 2020

La iglesia de la montaña


Érase una iglesia construida en lo alto de una montaña de Suiza. La iglesia era muy hermosa y había sido edificada con mucho cuidado. Pero la iglesia no disponía de iluminación.
Los domingos, al atardecer, la gente de los alrededores contemplaba el mismo milagro. Las campanas sonaban y los feligreses subían lentamente la colina para la celebración dominical.
Entraban todos a la iglesia y ésta, de repente, se llenaba de luz y de un gran resplandor. Y es que los feligreses subían sus antorchas, las encendían y las colocaban en las paredes para que su luz llenara toda la iglesia. Si los fieles eran pocos la luz era muy tenue, pero si eran muchos la luz era mucho más intensa.
Terminada la celebración, los fieles regresaban a casa con sus antorchas encendidas y los que los veían bajar la colina contemplaban un gran río de luz que salía de la iglesia e iluminaba la montaña.
La iglesia de la montaña se convertía en verdadera iglesia cuando se llenaba de gente, en esos momentos era cuando todos los creyentes eran luz para los no creyentes y se hacía verdad la palabra de Jesús: “vosotros sois la luz del mundo”.

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