miércoles, 1 de julio de 2020

El coche atascado


Un joven campesino, recién casado, no había entrenado aún su flamante carnet de conducir. Un día, le avisaron que sus animales se habían escapado de la finca que tenía a varios kilómetros del pueblo. Un vecino amigo, al no poder acompañarle le ofreció al menos su furgoneta para que llegara cuanto antes y ver qué pasaba.
Nervioso por su falta de práctica y por el problema del ganado, el inexperto conductor quiso abandonar la carretera y conducir por un camino apenas transitado y muy irregular.
Después de unos kilómetros, en una curva, se encontró con un gran bache y allí el coche se atascó y se quedó parado. Todos los intentos fueron inútiles. Miró si había algo roto. Si alguna rama o piedra impedía seguir. Miró el motor. Miró a un lado y a otro. Miró al cielo... ¡nada! Sudaba y sudaba, cada vez más nervioso y descontrolado. Incluso se sentía cada vez más solo. A unos metros pasó un viandante que se ofreció para ayudarle, pero él no quiso admitir que tenía un problema serio. Maldecía al Gobierno y al Ayuntamiento por tener así el camino. A tanta gente por abandonar el campo. A los que seguramente espantaron a sus animales. A quiénes dar el carnet de conducir sin enseñar cómo se solucionan las averías. Incluso a su vecino amigo, porque le dejó la furgoneta sabiendo lo peligroso que era para quien no tiene práctica. A su mujer, que siempre se queda en casa... Ya no le quedaba más que meterse con Dios o rezar: "Ayúdame, Señor, sácame de este apuro". Ni Dios le contestaba. Al final acabó enfadándose también con Dios.
Totalmente cansado, desanimado y destrozado, se sentó al lado del camino. Pasó una pareja de trabajadores y preguntaron si necesitaba ayuda. Por vergüenza, les dijo que no era nada, que siguieran su camino.
Ya después de mucho rato, casi desesperado, al ver pasar a otro campesino en moto, le contó su situación y todas las ideas y sentimientos que había tenido. El campesino, que entendía algo de coches, observó bien, levantó el capó, probó una serie de cosas y al final moviendo la cabeza, diagnosticó:
- "Mira amigo, te has quedado sin gasolina. No se puede andar por la vida corriendo estos riesgos sin saber. No eches la culpa a nadie. Ea, siéntate aquí tranquilo. Yo voy a buscarte gasolina al pueblo. Y otra vez, joven, ayúdate, que Dios te ayudará".

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