martes, 17 de agosto de 2021

Estoy ahí fuera

La señora María vivía en un pueblo rural. Vivía sola en una enorme casa, con muchos terrenos. Casi la mitad del pueblo era suyo. Tenía muchos obreros que trabajaban sus tierras y unas cuantas mujeres que atendían aquella mansión en la que vivía ella. Los vecinos de aquel pueblo decían que más que obreros eran esclavos porque no les pagaba ni para comer. No, no era querida en el pueblo la señora María. Aunque, eso sí, ella era muy devota, muy religiosa y muy practicante. Todos los días salía de casa muy temprano para ir a la iglesia a rezar.
Un día de crudo invierno, salió, como todos los días, para ir a la iglesia a rezar sus oraciones y oír la Misa. Había nevado mucho durante la noche y soplaba un viento helador. Por eso iba muy abrigada la señora María. Por el camino iba pensando mandaré que hagan una iglesia muy cerca de casa para no tener que soportar este frío. Se cruzó con varias personas, pero no les hizo caso. Hacía mucho frío y tenía prisa por llegar.
Cuando se acercó a la puerta, vio que estaba cerrada. Empujó con fuerza una y otra vez. Todo en vano. La puerta estaba cerrada. Antes de darse por vencida, volvió a empujar, esta vez con más fuerza y hasta un tanto enfadada. Nada, la puerta seguía cerrada.
Al darse la vuelta, se fijó que había un papel puesto en la puerta. El papel decía: “Estoy en la calle. Te has cruzado conmigo y no me has saludado”.
Y la señora María cayó en la cuenta. Desde entonces cambió por completo. Se hizo cristiana de verdad. Empezó a amar a Dios en los pobres obreros de sus tierras, en las mujeres de su mansión que le atendían, en los necesitados, en los niños, en los ancianos… Repartió sus tierras entre sus obreros. Repartió aquella casona e hizo pisos para aquellas mujeres que le atendían. Dedicó su vida a hacer todo lo que podía por el pueblo.
Había días que no sacaba tiempo ni para ir a rezar a la iglesia; pero había hecho que todo el pueblo fuese una iglesia, en la que Dios estaba siempre con la puerta abierta.
Dicen que la señora María murió muy pobre, pero muy feliz.

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