jueves, 9 de febrero de 2023

Leyenda del Emperador y la Bruja

Hace mucho tiempo, había una bruja que era capaz de ver los hilos invisibles que unían a las personas.
El Emperador anhelaba encontrar a esa persona con la que compartiría su vida, su alma gemela. El joven Emperador mandó llamar a la bruja. Quería conocer quién se encontraba al otro extremo del hilo rojo atado a su meñique.
Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo rojo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa.
La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir el hilo rojo.
Esta búsqueda los llevó hasta un mercado donde una campesina pobre con una bebé en los brazos ofrecía sus productos. La bruja se acercó a la mujer, y diciéndole que se levantara, se volvió hacia el Emperador y anunció:
- Aquí termina tu hilo rojo.
El Emperador pensó que aquello era una broma de la bruja. Lleno de ira, dio un empujón al puesto, y con él a la mujer, provocando la caída del bebé, que se hirió en la frente.
Al cabo de los años, cuando el Emperador hubo de tomar esposa, le confió su elección a la Corte. Se decidió entonces, que sería bueno para el Imperio que la elegida fuera la hija de un importante General.
El día de la boda, el Emperador estaba ansioso por conocer a la novia. Según la costumbre del país, la novia apareció con la cara cubierta por un velo.
Al levantarlo, el Emperador descubrió una singular cicatriz en la frente de la que sería su esposa: era la marca que él mismo le había provocado años atrás, al hacerla caer de brazos de su madre.

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