domingo, 19 de noviembre de 2023

La pobreza de la soledad

        Madre Teresa de Calcuta

Hay una hermosa historia de una enfermera con exceso de trabajo que acompañaba a un cansado joven hasta la cama de su paciente.
Inclinándose y hablándole en voz alta al anciano paciente, le dijo: “Su hijo está aquí”.
Con gran esfuerzo, abrió sus desenfocados ojos, luego lentamente los volvió a cerrar.
El joven apretó la arrugada mano del anciano con la suya y se sentó junto a la cama. Durante toda la noche estuvo sentado allí, cogiendo la mano del anciano y susurrando palabras de ánimo.
Cuando amaneció, el paciente había muerto. El personal del hospital llegó a la habitación para apagar equipos y dejar la cama libre.
La enfermera se puso al lado del joven para ofrecerle sus condolencias, pero él la interrumpió.
-- ¿Quién era ese hombre? preguntó.
La asombrada enfermera contestó: “Pensé que era su padre!
-- No, él no era mi padre, contestó él. Nunca lo había visto en mi vida.
-- Entonces, ¿por qué no dijo nada cuando le traje a verle?
-- Me di cuenta de que necesitaba a su hijo y que su hijo no estaba aquí, explicó el joven. Y estaba demasiado enfermo para reconocer que yo no era su hijo, pero supe que me necesitaba.

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