martes, 7 de mayo de 2024

La camisa del hombre feliz

Había una vez un rey muy anciano que enfermó de gravedad. Era un hombre muy poderoso, y se resistía a morir, así que mandó llamar a los mejores médicos del reino. Como ninguno consiguió dar con el remedio a su mal, ordenó traer médicos de todo el mundo, pero la respuesta siempre era la misma:
– Es usted muy anciano, majestad, y no hay remedio contra la edad. Morirá en poco tiempo, pero porque su vida llega a su fin.
El rey, a pesar de todas las explicaciones, mandó traer a un hombre muy sabio que vivía en una montaña lejana. Estaba considerado el hombre más sabio del reino. Después de hablar con el rey, le dijo:
– Solo conseguirá curarse si encuentra al hombre más feliz del reino y se pone su camisa. Tendrá que ser aquel que sea feliz con lo que tiene, que no le pida nada a la vida.
El rey se puso muy contento. ¡Al fin tenía un remedio! Mandó a sus consejeros a buscar a aquel hombre.
Y ellos encontraron muchos que decían ser ricos y felices, pero cuando les preguntaban si echaban de menos algo, siempre respondían. ¡Nunca estaban del todo satisfechos!
Hasta que una noche, en unas tierras lejanas, los consejeros escucharon a un hombre en un bar dar un golpe en la mesa con una cerveza en la mano y decir:
– ¡Yo no le pido más a mi vida!
Era un hombre bastante pobre, porque tenía el abrigo remendado y los pantalones raídos, pero sin duda, podía ser el que buscaban.
– Tienes que nos acompañes. El rey te está buscando. Puedes curarle y hacerte muy rico, le dijeron.
– ¿Rico? Yo ya soy rico y feliz. ¿Para qué viajar tan lejos para salvar a un rey viejo? Estoy bien donde estoy, gracias.
– No lo has entendido… te hablamos de oro, mucho oro.
Pero no había manera. ¡Imposible sobornar a ese hombre! Definitivamente, era el que buscaban. No había nadie tan feliz con lo que tenía. Así que los consejeros decidieron llevárselo a la fuerza. Le dieron un golpe, lo metieron en un saco y se fueron de vuelta al castillo.
Cuando lo vio, el rey dijo:
– ¡Rápido, quitadle la camisa y dádmela para que me cure!
Pero entonces, los consejeros, al quitarle el abrigo al pobre, solo encontraron un viejo chaleco.
– Majestad… es tan pobre que no tiene camisa…
El rey entonces, dando un profundo suspiro, murió.
Los consejeros se dieron cuenta entonces de lo que el sabio quería decir: en no existe en el mundo ninguna persona que tenga todo lo que necesita, pero sí lo que desea. Y por supuesto, también entendieron que ni siquiera los reyes pueden vivir para siempre.

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