martes, 27 de agosto de 2024

Ser una flor

            Ángel María

Un joven discípulo fue a visitar a su maestro para recurrir a su sabiduría, pues necesitaba saber cómo podía evitar que otras personas le molestaran.
— Maestro, ¿qué puedo hacer para no enfadarme por lo que otros dicen? Algunas personas hablan demasiado, otros son demasiado ignorantes, también hay quien se muestra indiferente a la injusticia, y siento odio por quienes mienten. Todo ello me indigna y me hace sufrir. ¿Qué me recomienda, maestro?
— Te recomiendo que seas una flor -respondió el maestro.
— ¿Que sea una flor? -preguntó el discípulo intrigado-: ¿Cómo voy a ser una flor, maestro?
El maestro señaló unos hermosos lirios que crecían en su jardín y continuó hablando:
— Fíjate en las flores. Ellas nacen en el estiércol, pero desprenden un agradable aroma. El abono es maloliente sí, pero ellas saben extraer de él todo aquello que les es útil y no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos.
El joven discípulo se quedó mirando a las flores pensando en lo que su maestro le había dicho, quien al momento, continuó hablando.
— Puede ser normal angustiarse por las propias culpas, incluso necesario para conseguir un aprendizaje de ellas, pero no es sabio que te incomoden los defectos de los demás. Sus defectos son suyos, pero no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para molestarse. Así que mi recomendación es que ejercites la virtud de rechazar todo el mal que viene de fuera y dedícate a perfumar la vida de los demás haciendo el bien. Eso es ser una flor.

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