Leonardo Cirbián
Una tarde tranquila, mientras el sol caía lentamente sobre el campo, un padre y su hijo caminaban de regreso a casa después de recoger leña. Iban en silencio, pero el niño, con su mirada curiosa, no pudo evitar preguntar:
— Papá, ¿alguna vez me vas a contar cuál es el secreto de la vida?
El padre lo miró con una sonrisa y dijo con calma:
— Te lo diré… cuando cumplas doce años.
El niño lo miró sorprendido.
— ¿Por qué hasta los doce?
— Porque quiero que lo recuerdes, hijo. Y para eso, necesitas estar listo para entenderlo.
El tiempo pasó. Los años fueron llenando al niño de nuevas experiencias, aprendizajes y preguntas. Pero aquella promesa del padre nunca se borró de su memoria.
Finalmente, llegó el tan esperado día: el niño cumplió doce años. Entre risas, juegos y abrazos, sopló las velas de su pastel, y cuando todo se calmó, se acercó a su padre con ilusión.
— Papá, ¿ya me puedes contar el secreto de la vida?
El padre sonrió y le acarició la cabeza.
— Claro que sí, hijo… pero será mañana por la mañana. Quiero que empieces tu día con esa enseñanza.
Al amanecer, apenas la luz entraba por la ventana, el niño se levantó corriendo, fue hasta donde estaba su padre y dijo con emoción:
— ¡Papá, es hoy! ¡Dijiste que hoy me dirías el secreto!
El padre, que ya lo esperaba con una taza de café caliente, lo miró con ternura.
— Está bien, pero antes… prométeme que lo vas a recordar siempre. Y que no se lo vas a contar a cualquiera. Hay que vivirlo para entenderlo.
— Lo prometo, respondió el niño, serio.
—Entonces escucha bien, hijo…, dijo el padre, con tono firme: La vaca no da leche.
El niño parpadeó, confundido.
— ¿Cómo que no? ¿Y entonces de dónde sale?
El padre se agachó, lo miró a los ojos y dijo:
— La vaca no da leche. Hay que ir a buscarla. Tienes que levantarte temprano, caminar hasta el corral, atarla bien, sentarte con el pozal, y hacer el trabajo de ordeñar. Solo entonces tendrás leche.
— ¿Y ese es el secreto?
— Sí, hijo. El secreto de la vida es ese: nada se consigue sin esfuerzo. La felicidad, los logros, los sueños… nada llega solo. La vida no te da las cosas porque las deseas. Tienes que salir a buscarlas. Tienes que trabajar, insistir, fallar y volver a intentar. Tienes que cansarte y, a veces, empezar de cero.
El niño asintió, más pensativo que antes. El padre sonrió y concluyó:
— Así que ya sabes… si un día quieres tener algo valioso, no esperes que te lo den. Porque las vacas… no dan leche. Tienes que ordeñarlas.
Reflexión final: Nada grande se construye con atajos. Las metas no se logran con deseos, sino con decisiones. La disciplina, el trabajo diario y la voluntad de seguir adelante son los verdaderos secretos de quienes alcanzan lo que sueñan. La vida es generosa, pero no regala. Es el esfuerzo lo que convierte lo imposible en realidad. Así que no esperes que las cosas lleguen por sí solas. Levántate, lucha, trabaja con propósito…
Y recuerda siempre: Las vacas no dan leche. Tienes que ordeñarlas.
sábado, 28 de junio de 2025
El secreto de la vida
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