viernes, 25 de mayo de 2018

El árbol del lazo blanco

   Un joven se fue de casa en rebeldía con sus padres. Pasados los años vino la ruina y vino la desgracia para él, entonces se sentó y se puso a escribir una carta a su padre:
Padre, me reconozco que he obrado mal con vosotros, que he ofendido al cielo y a ti, yo sé que no soy digno de ser llamado hijo tuyo, pero te escribo esta carta para pedirte que me perdones y que me recibas en casa. Yo voy a pasar el próximo domingo frente a tu casa, en el tren, y padre… ¿recuerdas el manzano que hay en el jardín? Si tú me recibes ata un pañuelo blanco a una de sus ramas y cuando yo pase con el tren y esté a punto de llegar a la estación si veo ese pañuelo entiendo que seré bienvenido a tu casa. Pero si tú no quieres recibirme te entiendo; entonces no pongas ningún pañuelo y seguiré hasta otra estación.
El joven iba en el tren, y como el viaje era largo, contó a su compañero su historia, su triste historia.
Cuando estaba llegando a la estación, el tren comienza a disminuir la velocidad, y este joven dice:
- Estamos a punto de llegar… estamos a punto de llegar, tengo miedo.
Y el compañero de viaje le dijo:
- No temas, tranquilízate, espera lo mejor, cree lo mejor.
El joven le dice:
- No sé, no podría soportar que mi padre no me recibiera, y ¿si no hay un pañuelo en ese manzano? ¡¡Yo necesito que El me perdone!!
Cuando el tren iba llegando a la estación, le dice:
- No, no puedo mirar a esa casa, no puedo soportar que no haya un pañuelo, ¿me harías un favor? Mira tú, mira por la ventana, es una casa amarilla, la única casa amarilla de esa fila de casas que hay junto a la vía. En esa casa amarilla hay un manzano, por favor mira si hay un pañuelo, quiero saber si soy bienvenido a casa de mi Padre.
El tren se va acercando, el muchacho no aguanta más, cierra sus ojos y le dice:
- Mira bien, ¿ves la casa?
Y el compañero le dice:
- ¡Sí, sí, ya la veo, ahí se está acercando!
- ¿La estás viendo? Mira bien, ¿hay un manzano en el jardín? ¿Lo ves?
El hombre se quedó en silencio.
Y el joven dijo:
- ¡Por favor, mira si hay un pañuelo, busca entre las ramas, quizá esta en la rama más baja, o quizá mi padre lo puso en la última rama, mira bien!
El hombre seguía callado.
- ¿Por qué te callas?
- No, no hay un pañuelo en ese manzano, amigo mío, hay cientos de pañuelos blancos, ¡tú eres bienvenido a la casa de tu Padre!

Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Único para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve el mundo gracias a él. Jn 3,16-17

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