-
Ya es hora de cerrar –dijo el bibliotecario-. Y a continuación apagó las luces
de la Biblioteca, echó la llave a la puerta y se marchó.
Los
libros estaban en silencio hasta que uno de ellos alzó la voz y dijo:
-
Llevamos demasiado tiempo aquí unos con otros, pegaditos, portada con portada…
y ni siquiera nos conocemos. ¿Por qué no nos presentamos?
-
Siiiii -respondieron los libros a una sola voz.
Uno
de los libros tomó la palabra y se presentó:
-
Soy un libro de matemáticas, en mi vida solo hay números, problemas,
estadísticas, sumas y restas…
-
Soy un libro de filosofía, en mi interior están las respuestas a las grandes
preguntas de la humanidad: de dónde venimos, a dónde vamos y quiénes somos…
-
Está bien -dijo una novela-. Mi objetivo es entretener a la gente y contarles
historias. Capítulo a capítulo voy desarrollando una aventura que libera la
imaginación del lector”.
A
continuación, un libro que estaba en un rincón de la Biblioteca tomó la palabra
y expresó:
-
Yo soy un libro de fe, y mis páginas están en blanco.
Todos
los demás libros quedaron sorprendidos:
-
¿Cómo puede ser que un libro que hable de algo tan importante no tenga nada
escrito?”
-
De nuevo este libro habló: “mis hojas no tienen palabras porque Jesús dice en
Lc 21,15 que será Él quien nos dará palabras llenas de sabiduría”.
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