Esta es la
historia de un joven que vivía en el extremo remoto de un hermoso valle. Todas
las mañanas, al salir el sol, veía al otro lado del valle una casa de hermosas ventanas
doradas. Al verse los rayos reflejados del sol, desde el lado opuesto del
valle, el joven los contemplaba con admiración y embeleso. Pensaba cuán hermoso
sería vivir en un lugar de tanta elegancia y esplendor. Luego miraba las
ventanas empañadas de su humilde habitación, y sentía la abrumadora carga del
desánimo.
Día tras día, al ponerse el sol y pensar en la desventaja de sus
circunstancias, más y más aumentaba su disconformidad.
Por último, llegó a ser tan fuerte su anhelo de vivir al otro lado del valle, que no pudo resistir su empuje. Decidió abandonar la casa donde había nacido y buscar una vida nueva en el extremo contrario del valle en la bella casa de ventanas doradas.
Emprendió el viaje al día siguiente muy temprano, y todo el día se esforzó por seguir adelante. Al acercarse al otro lado del valle, empezó a buscar su bella casa, ¡pero qué chasco tan grande se llevó al no poder hallarla en ninguna parte! Como si hubiese intervenido algún poder mágico, la casa de las ventanas de oro había desaparecido.
El sol estaba a punto de ponerse y pronto oscurecería; se hallaba lejos de casa, estaba cansado y solo, tenía hambre y temor. Decidió sentarse para descansar y decidir que habría de hacer. Al hacerlo, volvió la cara y miró hacia el lado opuesto del valle y el largo camino que había recorrido. Apenas podía creer lo que vieron sus ojos. ¡Allá, bañada por la luz del sol poniente se reflejaba una hermosa luz dorada! Y he aquí, lleno de sorpresa, descubrió que su propia habitación era la casa de las ventanas de oro.
Por último, llegó a ser tan fuerte su anhelo de vivir al otro lado del valle, que no pudo resistir su empuje. Decidió abandonar la casa donde había nacido y buscar una vida nueva en el extremo contrario del valle en la bella casa de ventanas doradas.
Emprendió el viaje al día siguiente muy temprano, y todo el día se esforzó por seguir adelante. Al acercarse al otro lado del valle, empezó a buscar su bella casa, ¡pero qué chasco tan grande se llevó al no poder hallarla en ninguna parte! Como si hubiese intervenido algún poder mágico, la casa de las ventanas de oro había desaparecido.
El sol estaba a punto de ponerse y pronto oscurecería; se hallaba lejos de casa, estaba cansado y solo, tenía hambre y temor. Decidió sentarse para descansar y decidir que habría de hacer. Al hacerlo, volvió la cara y miró hacia el lado opuesto del valle y el largo camino que había recorrido. Apenas podía creer lo que vieron sus ojos. ¡Allá, bañada por la luz del sol poniente se reflejaba una hermosa luz dorada! Y he aquí, lleno de sorpresa, descubrió que su propia habitación era la casa de las ventanas de oro.
Esta
historia nos lleva a pensar en cómo vivimos la realidad de nuestra vida, cuánto
agradecemos a Dios. Si miramos a nuestro alrededor, nos daremos cuenta de cuan
bendecidos somos y cuantas cosas tenemos. Que seamos agradecidos en todo, que
esto es lo que agrada a Dios.
“Quien no se siente agradecido por las cosas buenas que tiene, tampoco se sentirá satisfecho con las cosas que desearía tener. El que no aprende el idioma de la gratitud no podrá dialogar con la felicidad.”
“Quien no se siente agradecido por las cosas buenas que tiene, tampoco se sentirá satisfecho con las cosas que desearía tener. El que no aprende el idioma de la gratitud no podrá dialogar con la felicidad.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario