Había una vez
un árbol muy antiguo y con muchos años de experiencia. El árbol había permanecido
aburrido y sin hojas a lo largo de todo el frío invierno. Pero un día brillaron
de pronto unos cálidos rayos de sol que anunciaban la llegada de la primavera y
el árbol, despertando de su letargo, sintió que brotaba una hojita verde en sus
ramas.
La hojita pronto
fue creciendo, pues el corpulento y generoso árbol la alimentaba con su savia y
le hacía brillar verde y hermosa. Llegó el mes de marzo acompañado por el
viento y con él comenzó a agitarse por primera vez en su vida.
El viento, acariciándola
le murmuró:
- ¿Qué haces ahí
tan aburrida y solitaria, atrapada en esa rama? Si te vienes conmigo, te enseñaré
a bailar y serás libre. El viento seguía insistiendo: Fíjate cómo vuelan esas
hojas por el parque: viven libres y divertidas.
- Ten cuidado,
es una tentación muy peligrosa. No le hagas caso, contestó el árbol.
La hoja no siguió
el consejo del árbol que tantos cuidados tenía con ella y, desprendiéndose de
su rama, se dejó llevar por el viento para unirse a la danza de sus nuevas
amigas.
De pronto, vio
aterrorizada que rodaban juntas por el suelo y se acercaban peligrosamente
hacia un charco muy grande, donde reposaban atrapadas un montón de hojas secas
y podridas.
Entonces volvió
a escuchar la voz del tronco, que gritaba a lo lejos con voz poderosa:
- ¡Cuidado,
vuelve, no te dejes atrapar!
La hojita, justó
pudo escuchar su voz y...
¿Qué ha pasado?...
Y de pronto despertó de su pesadilla. Todo había sido un sueño. Desde aquel
día, la hojita decidió vivir más unida que nunca al tronco y al montón de hojas
que iban brotando junto a ella. Todas juntas, cuando soplaba el viento, aprendieron
a danzar y a cantar abrazadas a la rama del viejo tronco. Y aprendieron que
habían nacido para alegrar el parque, dando sombra y cobijo a todos los que
venían a descansar junto al viejo y robusto tronco”.
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