Existió un niño al que no le gustaba estudiar, pero
se esforzó pensando que cuando acabara de estudiar podría hacer muchas cosas
que ahora mismo no podía hacer y así poder ser feliz. Acabó de estudiar, pero
no era feliz porque no tenía trabajo. Entonces pensó que sería feliz cuando
encontrara trabajo. Acabó encontrando un trabajo, pero no se sentía feliz en el
trabajo. Tampoco ganaba mucho dinero en aquel trabajo, por lo que seguía siendo
infeliz.
Pagaba esa infelicidad con su entorno, casi siempre
estaba cabreado porque no le gustaba ese tipo de vida que llevaba. Quería ganar
más dinero para hacer más cosas y ser más feliz. Consiguió un mejor trabajo y
comenzó a ganar más dinero. Y todo fue bien, pero solo durante algún tiempo. Se
sentía solo. Pensó que si encontraba a una persona, sería más feliz.
Encontró a esa persona, y todo fue bien. Al menos
durante algún tiempo. Siempre necesitaba
más de lo que tenía y no parecía que nada pudiera complacerle después de algún
tiempo de tenerlo. Para él, la felicidad siempre estaba en las cosas que le
faltaba.
Un día murió de repente. Una vez en el cielo pudo
reunirse con el Creador y le pidió explicaciones sobre por qué a pesar de haber
estado buscando toda su vida la felicidad, nunca llegó a encontrarla. El Creador
le respondió:
- Sí, tuviste felicidad. De hecho, la felicidad se
encontraba en todas esas cosas, en todas esas personas y en todos esos momentos
que te perdiste mientras estabas buscando la felicidad.
Moraleja: la felicidad no es una meta que haya que
perseguir, sino el combustible que te llevará a esa meta. Sé una persona que
siempre tenga metas y sueños por alcanzar. Comienza con un punto de partida:
ser agradecido con aquello que tienes, y comenzar a construir a partir de ahí.
lunes, 9 de agosto de 2021
El secreto de la felicidad.
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