En un bosque cerca de la ciudad vivían dos
vagabundos. Uno era ciego y otro cojo; durante el día entero en la ciudad
competían el uno con el otro.
Pero una noche sus chozas se incendiaron porque
todo el bosque ardió. El ciego podía escapar, pero no podía ver hacia donde
correr, no podía ver hacia donde no se había extendido el fuego. El cojo podía
ver que aún había posibilidad de escapar, pero no podía salir corriendo –el
fuego era demasiado rápido, salvaje- , así pues, lo único que podía ver con
seguridad era que se acercaba el momento de la muerte.
Los dos se dieron cuenta que se necesitaban el uno
al otro. El cojo tuvo una repentina claridad: «el otro hombre, el ciego, puede
correr, y yo puedo ver». Olvidaron que eran rivales.
En estos momentos en los que se enfrentaban a la
muerte, se olvidaron de toda estúpida enemistad, se pusieron de acuerdo en que
el hombre ciego cargaría al cojo sobre sus hombros y así funcionarían como un
solo hombre, el cojo puede ver, y el ciego puede correr. Así salvaron sus
vidas. Y por salvarse mutuamente la vida, se hicieron amigos; dejaron su
antagonismo.
martes, 10 de agosto de 2021
El Cojo y el Ciego
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario